“Chino” Ríos: ¿por qué mejor no te callas?

Lamentó que un periodista pueda llegar a ser Presidente de Chile, definiendo a todos lo que conforman el gremio como “una mierda”. El deportista chileno más pelafustán y sobrevalorado de la historia al parecer todavía se cree eso de N° 1 del mundo, cuando la verdad es que no pasó de ser un simple “campeón de circunstancias”.

Marcelo “Chino” Ríos, el deportista pelafustán más sobrevalorado de Chile, no podía dejar pasar la oportunidad de demostrar su condición de rotito con plata con motivo de la primera vuelta de la elección presidencial.

Al parecer molesto porque su candidato estuvo lejos de las expectativas, hizo uso de su nuevo juguetito, escribiendo en twitter algo así como “lo único que me faltaba…que ahora salga de presidente de Chile un periodista. Me estay hueviando…”.

El desdén hacia la prensa y los periodistas no es para nada nuevo en este personaje. En una entrevista con la revista Caras, tiempo atrás, había expresado que “no entraré en detalles, pero para mí todos los periodistas son la misma mierda… Todos esos esos gallos por sacar una noticia son capaces de cagar una familia”.

Más allá de que sea lícito molestarse por un periodismo farandulero que se preocupa mucho más del último amorío del ídolo, de su última curadera, o de saber a cuántos tipos orinó a propósito en algún baño público, el “Chino” Ríos –como el personaje zafio que es- comete el inexcusable error de la generalización, considerando a todos los periodistas como seres viles y despreciables y metiéndolos a todos en el mismo saco.

Como no se trata de hacer una defensa corporativa, porque efectivamente el gremio registra personajes que claramente responden a ese perfil, el ex deportista Ríos debiera tener claro que, si de juzgar pecados ajenos se trata, el periodismo tendría argumentos de sobra para, dejando la vida personal de lado, y remitiéndonos nada más que a su trayectoria deportiva, aconsejarle que mejor se calle de una buena vez.

Para decirlo en forma clara, el haber sido un campeón de circunstancias, como lo fue él durante algo así como veinte días, no le da derecho a menospreciar y a insultar a esos mismos que, con una buena cuota de alcahuetería, lo elevaron a un Olimpo que fruto de su ordinariez y falta de educación siempre le quedó extremadamente grande.

Marcelo Ríos fue, qué duda cabe, el mejor jugador de tenis que por lejos ha producido este país en toda su historia. Lo refrendan su talentoso juego, los títulos ganados y, al cabo, ese número 1 del mundo que alcanzó tras derrotar en tres sets a André Agassi, en el ya lejano 1998.

Paralelamente, sin embargo, en el circuito de la ATP iba dejando su impronta de deportista grosero, mal educado y agrandado que, una y otra vez, lo hacía acreedor con todos los merecimientos a la entrega del “Premio Limón” por parte de sus colegas.

Solitario, antisocial como el que más, plagó su carrera de gestos gratuitamente groseros. Como dejar con la mano estirada a un Pete Sampras que, encontrándoselo en los pasillos de Roland Garros cuando él era el mejor y el nuestro apenas un aprendiz, cometió el error ingenuo e imperdonable de ir a saludar a un tipo que nunca consideró a nadie, como no fuera a sí mismo.

Un tipo que, entre otras lindezas, no titubeó en atropellar con su 4×4 a su preparador físico, Manuel Astorga, y considerarlo apenas una broma que le salió mal por simple falta de cálculo. Al mismo Astorga que, apenas días antes, en una conferencia de prensa, lo había apañado paternalmente luego que el jugador rompiera en llanto porque su novia de entonces, la costarricense Juliana Sotela, lo había chuteado tras ver comprometedoras fotografías del ídolo pasándolo bien en una discoteque de París.

Sí, el mismo “Chino” Ríos que siempre protestó contra la invasión a su intimidad de que era objeto por parte de una prensa farandulera, no titubeaba en acudir a esa misma prensa que despreciaba para utilizarla como vehículo de su arrepentimiento.

Fruto de un deporte escaso de figuras y de ídolos, el periodismo tiró la casa por la ventana luego de ese triunfo sobre Agassi en Miami. Alegrarse, celebrar, era por cierto del todo legítimo, pero de ahí a caer en el tropicalismo en que se cayó había un trecho largo y por lo demás dudoso.

“El deportista chileno del Siglo”, se lo eligió por aquellos días. De la noche a la mañana, el medio relegaba a un discreto segundo plano a Marlene Ahrens, Arturo Godoy, a “Don Elías” y a varios otros que, a sus cualidades deportivas, sumaban condiciones humanas que el polémico tenista nunca tuvo.

¿Es realmente el “Chino” Ríos nuestro mayor deportista de todos los tiempos?

Si lo hubiera demostrado, si hubiera permanecido en ese podio y enriquecido su leyenda en lugar de demolerla, tal vez. Sólo que la fiesta duró apenas un suspiro y en cosa de meses su breve épica ya era tema para la nostalgia.

En otras palabras, y más allá del mérito que implicaba su logro, “el zurdo de Vitacura” no era más que un campeón de circunstancias de esos que abundan en otros deportes, siendo ellos el más emblemático el caso del boxeo.

¿Qué es un campeón de circunstancias? El tipo que, teniendo calidad y méritos, se encuentra con la gloria fruto de una concatenación de factores, pero que es incapaz de refrendar esa jerarquía –verdadera o supuesta- porque fracasa a la primera de cambio.

Y el “Chino” Ríos fracasó como fracasaron tantos boxeadores que, golpeando a la cátedra, se coronaron campeones del mundo para resignar el cetro en su primera defensa.

A los meses de ese recordado número 1, el “Chino” Ríos colgaba la raqueta. Se argumentó que por una severa lesión a la espalda. Lo cierto es que, ya recuperado, en lugar de retornar al circuito optó por partidos de exhibición muy bien pagados o disputar la serie de veteranos frente a tipos que le llevaban fácil una década de ventaja en años y eran, por lo general, presa fácil para un jugador que, con el futuro asegurado, ya había perdido por completo el hambre de gloria. Si es que alguna vez la tuvo…

Si decimos que el “Chino” Ríos fue un jugador absolutamente sobre valorado es porque su propia trayectoria así lo demuestra. Debe ser el único número 1 del mundo de la historia que jamás ganó un torneo de Grand Slam (US Open, Wimbledon, Australia y Roland Garros), aparte que su espíritu de lucha dejó siempre mucho que desear.

De partida, en la cúspide de su fama fue definido por la revista argentina “El Gráfico” como “un ilustre botador de partidos”. Y lamentablemente, era cierto. En otras palabras, si el partido se le daba, el festín de calidad y talento estaba asegurado. Pero si no era así, y el rival le demostraba que no se dejaba intimidar por su teórica superioridad, y planteaba un partido a palo y palo, y en que los aciertos eran mucho más de lo que su arrogancia podía soportar, he aquí que nuestro ídolo de cartón se amurraba, tiraba cualquier cosa y terminaba cosechando una justa derrota que, lo peor de todo, le resbalaba.

Como el patrioterismo barato no es lo mío, siempre entendí la molestia argentina por este número 1 del nuestro en circunstancias que Guillermo Vilas fue siempre mejor y, sin embargo, para la ATP ocupó sólo lugares secundarios en el escalafón mundial. Porque al contrario de Ríos, Vilas completó un 1977 espectacular sin ser distinguido nunca como el mejor del mundo. Sumó 62 títulos ATP, cuatro torneos de Grand Slam y era jugador a vencer en el “Torneo de Maestros”.

No era todo: mientras el “Chino” Ríos bajaba ligerito los brazos en cuanto veía difícil la cosa, a Guillermo Vilas para ganarle había poco menos que matarlo, porque no se entregaba nunca y peleaba hasta el último punto, por más que viera de cerca la posibilidad cierta de la derrota. Esa característica, ¿no corresponde mucho más a lo que se entiende por un ídolo?

Para decirlo pronto: Ríos sólo superó a Vilas gracias a que, ya en 1998, el sistema de puntuación lo favoreció respecto del que se consideró en la década anterior. Y si Vilas era mejor que nuestro ídolo, para qué hablar del brasileño Gustavo “Guga” Kuerten, que ganó tres veces un Roland Garros que Ríos sólo pudo mirar a través de la televisión y fue rey indiscutido del tenis mundial durante 43 semanas. Mucho más, por cierto, que las vacaciones de invierno de que disfrutó el nuestro.

En suma, déjate de joder, “Chino” Ríos. Sigue estirándote el rostro y haz lo que quieras con las bolsas de tus ojos, que no es tema para la gente que en este país tiene cosas mucho más importantes de las cuales preocuparse. Continúa haciéndote tatuajes como cualquier “canero”, que es cosa tuya si crees que es bonito o elegante parecer un reo rematado cualquiera.

Y si tanto te molesta que tu candidato no haya arrasado, como la propaganda nos repetía majadera y contumazmente, tienes la solución a mano: pégate un viaje relámpago a este país que te está haciendo la vida imposible y ponte un perro de ropa en la nariz por si una mierda de periodista comete el craso error de querer sacarle una frase medianamente inteligente a un personaje limítrofe y vota por el candidato que estimas te deja conforme.

Debo suponer que, para tu pobre nivel cultural y corto intelecto, es mucho peor que gane un periodista a que el nuevo Presidente de la República haya sido declarado reo por el caso del Banco de Talca, que haya eludido impuestos como orate en ese país que tanto dice amar y que sea capaz de decir cualquier mentira con tal de meternos otra vez el dedo en la boca.