El escandaloso caso de las entradas para el Argentina-Chile

La venta de entradas para los hinchas chilenos que quieran presenciar el partido Argentina-Chile, por las clasificatorias sudamericanas para el Mundial de Rusia 2018, es un asunto turbio por donde se le mire.

De los boletos destinados por el ente trasandino para la hinchada visitante, a disputarse el 23 de marzo en el Estadio Monumental de River Plate, 1.200 serán para dirigentes nacionales, jugadores y “sponsors”, en tanto que los restantes 1.600 sólo podrán ser adquiridos por los hinchas de la Roja en la medida que adquieran paquetes turísticos que encarecen en aproximadamente el doble el costo que significaría un traslado en forma particular.

Para graficarlo claro, un hincha nacional que pensaba trasladarse por vía terrestre a Buenos Aires, comprar los respectivos boletos y permanecer cuatro días en la capital trasandina, podía financiar el viaje con 400 mil pesos. Amarrado a una agencia de viajes, sin embargo, deberá considerar un presupuesto de prácticamente el doble y por sólo dos días.

Lo que se llama un asalto en despoblado.

El hecho, sin embargo, es tan abusivo, tan burdo y tan escandaloso, que el Sernac (Servicio Nacional del Consumidor), ya mandó un oficio a la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), solicitando todos los antecedentes que obren en su poder para proceder, aunque mucho tememos que sólo sea un saludo a la bandera, puesto que el organismo estatal que se supone debe defender al consumidor no tiene ninguna capacidad resolutiva. Dicho más claramente aún, es otro invento de nuestra casta política para hacernos creer que los ciudadanos de a pie de este país tan desamparados no estamos.

La cruda realidad es bien diferente: vivimos a merced de empresarios de codicia infinita y políticos en su gran mayoría corruptos y cooptados ahora ya públicamente por el poder económico. Parece que hoy, con todo entusiasmo, a esta despreciable casta se han sumado los dirigentes del fútbol de allá y de acá.

Tan turbio es todo esto que hasta Arturo Salah, presidente del fútbol chileno, debió romper su acostumbrado silencio y mutismo para salir al paso de la indignación generalizada.

¿Por qué el fútbol chileno aceptó mansamente esta irregular situación? ¿Por qué un organismo extranjero, en este caso la AFA, tiene que decidir por la ANFP la forma en que esos boletos llegan a manos de los hinchas nacionales?

El alto personero deslindó responsabilidades. Según él, “todo esto es decisión de la AFA, que decidió entregar los boletos para el partido sólo a operadores turísticos”.

Agregó Salah que “nosotros sólo pedimos el aumento del número de localidades para los chilenos de 1.400 a 2.800 y lo conseguimos, pero el método de venta de las entradas es tema del fútbol argentino. Ellos son los que manejan el espectáculo y los que venden las entradas, de manera que no es un problema que nos atañe a nosotros, como ANFP”.

Tal cual.

Si ello es efectivamente así, estamos frente a un brutal cambio de las reglas no escritas que rigen el fútbol sudamericano y mundial. Porque desde siempre el local entregaba un determinado número de boletos a la Federación visitante y esta decidía libre y soberanamente la forma en que esos boletos llegaban a manos de sus hinchas. Era un trato recíproco y, la mayoría de las veces, justo, porque cambiada la localía la Federación dueña de casa retribuía la gentileza destinando para los ahora hinchas extranjeros una cantidad de boletos si no igual, al menos muy similar, dependiendo del aforo del recinto.

Claramente, es distinta la capacidad del Monumental de River a la actual de nuestro Estadio Nacional tras una remodelación que resultó en una jibarización sorprendente. Y es mayor aún a la capacidad del recinto que de ahora en más deberá ocupar el fútbol chileno en estas clasificatorias hacia Rusia, toda vez que, sancionado nuestro principal escenario deportivo por el ordinario comportamientos de nuestros hinchas, la Roja deberá jugarse su opción en el estadio de Colo Colo, que también se achicó milagrosamente desde que el club fue usurpado a sus socios por la concesionaria Blanco y Negro.

La pregunta que surge de esta extraña situación es: ¿Por qué el fútbol chileno aceptó mansamente esta irregular situación? ¿Por qué un organismo extranjero, en este caso la AFA, tiene que decidir por la ANFP la forma en que esos boletos llegan a manos de los hinchas nacionales? ¿Dónde queda nuestra cacareada soberanía deportiva?

El fútbol argentino pasó de ser un ordenado antro de mafiosos a un antro de patos malos donde impera el más absoluto caos. Y el antro de mafiosos nuestro, ese que parecía iba a desaparecer tras la vergonzosa huida de Sergio Jadue a Estados Unidos, más allá de cambios cosméticos sigue vivito y coleando.

Y conste que ni siquiera hablo de nuestra “soberanía” a secas, aquella que enarbola con frecuencia nuestra clase dominante cuando se trata de vendernos pomadas, comercio en la que han sido ancestralmente especialistas. Como cuando, por ejemplo, nos dicen que no podemos ser permeables a “ideologías foráneas” (léase el despreciable marxismo), pero en cambio sí aplauden a rabiar las ideas de un tal Adam Smith, que de chileno no tiene ciertamente nada, y llegan hasta el paroxismo y las lágrimas cuando se trata de elogiar a pillos de siete suelas, como Milton Friedman y Arnold Harberger, que por cierto tampoco llegaron a Chicago provenientes de La Legua o la San Gregorio.

¿Acaso el cristianismo surgió en el Valle del Elqui?

No. Ni siquiera hablo de esa pretendida soberanía nuestra, que rechaza cualquier influencia foránea que sea peligrosa para los intereses de la elite, sin importar para nada que nuestra economía tenga sus pautas dictadas a través del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿De qué soberanía nos hablan, zopencos?

Me refiero, humildemente, a la libertad que debiera tener nuestro fútbol para actuar con absoluta independencia de un organismo que, como la AFA, no tiene ningún derecho para decirnos la forma con la que debemos proceder.

Frente a esta tan irregular como enojosa situación que, repito, va en absoluto desmedro de nuestros entusiastas y esforzados hinchas, sólo cabe esperar que la ANFP (sí, la ANFP, toda vez que la Federación Chilena de Fútbol hace años dejó de existir, aunque ninguna autoridad de Gobierno se haya dado aún por enterada), eleve ante los organismos correspondientes su más firme y digna protesta.

Por Quilín continúan paseando los mismos tipos de dudosa calaña que, cual plaga de langostas, se dejaron caer sobre el fútbol cuando este, con el apoyo invaluable de Ricardo Lagos cuando fue Presidente, decidió dejar atrás un sistema de Corporaciones de Derecho Privado

Primero, y como es lógico, frente a la propia Asociación de Fútbol Argentino, por su indebida intromisión en asuntos que sólo nos competen a nosotros; segundo, frente a la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol), por esta arbitrariedad sin nombre de la que estamos siendo objeto.

El problema, y para ser bien realistas, es que en este caso, como en varios otros, al olmo muchas peras no le podemos pedir. El fútbol argentino pasó de ser un ordenado antro de mafiosos a un antro de patos malos donde impera el más absoluto caos. Y el antro de mafiosos nuestro, ese que parecía iba a desaparecer tras la vergonzosa huida de Sergio Jadue a Estados Unidos, más allá de cambios cosméticos sigue vivito y coleando.

Por Quilín continúan paseando los mismos tipos de dudosa calaña que, cual plaga de langostas, se dejaron caer sobre el fútbol cuando este, con el apoyo invaluable de Ricardo Lagos cuando fue Presidente, decidió dejar atrás un sistema de Corporaciones de Derecho Privado sin fines de lucro para adoptar un sistema de Sociedades Anónimas Deportivas que no sólo ha sido un absoluto fiasco, sino que además nefasto y autor de cuanta tropelía económica y deportiva se pueda reseñar.

Lo más probable es que, en este caso, como en otros, Salah se lave olímpicamente las manos.

Si pocas son las esperanzas de lograr algo con nuestros pares trasandinos, la alternativa de acudir con una protesta a la Conmebol tampoco parece factible. No se me ocurre a mí, y en realidad a nadie medianamente sensato se le ocurriría, que el presidente de nuestro fútbol –Arturo Salah- vaya a iniciar alguna gestión al respecto, en circunstancias que, ocupando una de las vicepresidencias del organismo, estaría cuestionándose a sí mismo, poniéndose él mismo en tela de juicio. O, en último término, a ser juez y parte.

Lo más probable es que, en este caso, como en otros, Salah se lave olímpicamente las manos. Primero, porque no le resulta grato enfrentarse, ni siquiera epistolarmente, a una potencia del fútbol mundial; y segundo, porque acudir de protesta a la Conmebol desnudaría definitivamente un conflicto de intereses que él ha pretendido mantener lo más oculto que sea posible, aunque para todos ya es un secreto a voces: la Confederación Sudamericana de Fútbol le tiene asignada una dieta mensual de 20 mil dólares como integrante de la mesa directiva.

Y, aunque parezca del todo ocioso decirlo, no están los tiempos para remilgos.

Hinchas del fútbol, seguidores inclaudicables de la Roja, les tenemos muy malas noticias: si quieren ver el partido del día 23, háganse el ánimo de ser una vez más esquilmados a causa de este curioso contubernio entre organismos del fútbol y agencias de viajes, que harán su agosto en pleno marzo.

Acudan, por último, a la digna rebeldía de llegar hasta la ciudad del Obelisco en bus o en auto particular. Entre varios, rebajarán costos, idea notable que les entrega sin costo alguno El Agora Deportes. Compren allí alguna entrada, saltándose olímpicamente a estos frescos insaciables. Lo más seguro es que les toque asiento justito al medio de la barra brava argentina, pero como lo más probable, porque así lo cuenta la historia, es que perdamos, pasarán piolita y resultarán del todo indemnes. Ahora, si Alexis y sus boys llegaran a dar la sorpresa inédita en este tipo de confrontaciones, les quedan dos posibilidades: o se muerden la lengua o se arriesgan a recibir una zapatería del todo inolvidable, que de paso ayudaría a desmentir aquel mito de la integración latinoamericana.

Nos han jodido con los pollos, con los remedios, con el confort y ahora último con los estacionamientos, además de un largo etcétera que sería latoso y además inútil de enumerar, puesto que de este abuso en cadena hemos sido víctimas todos.

Pero por ningún motivo crean en las casualidades. Desechen de plano la posibilidad de coincidencias. Tanto la AFA como la ANFP más de una hachita por afilar tienen en todo esto. Si así no fuera, ¿qué sentido tendría que la primera procediera como lo hizo y que la segunda dijera bueno ya y decidiera mirar para el cielo? Nunca olvido un sabio dicho de mi abuela, que decía que “moro viejo, nunca será buen cristiano”, a lo que mi santo abuelo replicaba: “el zorro puede perder el pelo, vieja, pero nunca las mañas”.

Y, para qué vamos a ir con cuentos, la pillería en el fútbol, como en la mayoría de los aspectos de la vida, no distingue nacionalidades.

Por lo demás, ¿qué de raro tendría, de acuerdo a la sociedad que estamos viviendo? Nos han jodido con los pollos, con los remedios, con el confort y ahora último con los estacionamientos, además de un largo etcétera que sería latoso y además inútil de enumerar, puesto que de este abuso en cadena hemos sido víctimas todos. ¿O no, dicen los pensionados de las AFP, esquilmados impúnemente y condenados a una vejez miserable a causa de casos como “Chispa” y las “Cascadas”, protagonizados por ladrones de cuello y corbata que siguen caminando libres por las calles y, lo que es peor, siguen siendo considerados verdaderos prohombres por la prensa del duopolio?

Les cuento un secreto más: un par de estos frescos pretenden volver a ser Presidentes de la República. Así de bananeros estamos.

El panorama, pues, está claro.

Nos vacunaron otra vez. Más allá de lo que pueda hacer de aquí en más el Sernac, tal parece que, como dijo Julio César cruzando el río Rubicón, “Alea jacta est”. O sea, cabros, “los dados están echados”.