En lugar de ir a la cárcel, Ruiz Tagle vuelve a Blanco y Negro

Como Director de Deportes, y luego ministro, no dejó tropelía por cometer. Después se supo que durante años estafó a todos los chilenos, coludiéndose con la Papelera para subir artificialmente los precios del papel tissue. En cualquier país normal y decente este personaje habría caído tras las rejas, pero estamos en Chile y sigue siendo un «prohombre».

Como si hiciera falta algo más para ratificar la profunda crisis moral que vive Chile, mediante secretas e intrincadas operaciones bursátiles -donde los caradura se mueven como peces en el agua-, Gabriel Ruiz Tagle, un pájaro de cuentas de cuello y corbata, ha vuelto a ser el presidente de Blanco y Negro, la concesionaria que, desde la implantación del corrupto y nefasto sistema de Sociedades Anónimas Deportivas, usurpó Colo Colo a sus socios y a sus hinchas.

Con la complicidad y el sigiloso caminar en las sombras de Leonidas Vial, otro que bien baila, el ex ministro de Deportes del primer gobierno de Sebastián Piñera vuelve a ocupar el puesto que detentó (porque no se puede decir que ostentó) entre 2007 y 2010, tras un jaque mate perfecto a Aníbal Mosa, que desmintió su bien ganada fama de astuto y de pillo sin sospechar siquiera lo que le esperaba en la Junta de Accionistas de la concesionaria.

Confiado en que la correlación de fuerzas del directorio le aseguraba al menos otro período, Mosa no previó nunca que Vial, uno que ha hecho del dinero un poder incontrarrestable, iba a urdir todo un plan destinado a removerlo de su cargo para ubicar allí a quien camina libre por las calles en circunstancias que, en cualquier país normal y decente, tendría que estar tras las rejas.

Con tres hombres de su sector, más los dos representantes del club usurpado, Mosa tenía los votos suficientes para mantenerse a la cabeza de Blanco y Negro: cinco.

Sin embargo, Leonidas Vial, todo un experto en operaciones bursátiles turbias, como el “Caso cascadas”, que le significó a su corredora ganancias por 72 millones de dólares, mientras se condenaba a los afiliados a las AFP a pensiones miserables y a los pequeños accionistas de Soquimich a pérdidas más que cuantiosas, tenía -como siempre- un as bajo la manga.

Secretamente, le ofreció a Ruiz Tagle la posibilidad de volver a manejar Blanco y Negro. Y para el ex ministro de Piñera, aquello fue música en sus oídos.

Desprestigiado, al punto de que ni siquiera Piñera podía volver a integrarlo a su gabinete, Ruiz Tagle comenzó sigilosamente a comprar acciones de la concesionaria y a sumar tras de sí accionistas minoritarios que, ante tan conveniente oferta pecuniaria, dejaron su supuesto hinchismo por Colo Colo de lado. Resultado: en un abrir y cerrar de ojos, Ruiz Tagle se había hecho del 10,4% de la propiedad de Blanco y Negro, desplazando así del directorio a Pablo Morales, del grupo de Mosa, y cuya propiedad accionaria era del 9,2%.

Sumado su porcentaje con los del bloque Vial, el 52% era suficiente para cambiar la correlación de fuerzas: en el directorio de Blanco y Negro la oposición a Mosa pasaba a ser mayoría de cinco contra cuatro. En otras palabras, el regreso de Ruiz Tagle a la testera alba estaba asegurado.

Con una cara de palo que ya se hubieran querido el Cabro Carrera o el Loco Pepe, Gabriel Ruiz Tagle hizo su entrada triunfal a la Casa Alba del Monumental muerto de la risa, mientras el centenar de hinchas que habían concurrido al estadio para enterarse de primera mano del resultado de la junta no daban crédito a lo que veían sus ojos.

Y es que, salvo el “Pancho Malo” y los delincuentes de la barra brava alcahuetados en su momento por Ruiz Tagle, el pueblo albo -mayoritariamente decente- veía el regreso del ex timonel de Blanco y Negro como otro insulto que les daba la concesionaria.

El prontuario de Gabriel Ruiz Tagle, que vuelve a regir los destinos del club popular, sin embargo, es más que una bofetada a los socios e hinchas albos. Es una bofetada a todo un país envilecido desde hace tiempo por unos pocos que, desde su situación de poder, han hecho lo que han querido sin que el pueblo reaccione.

O acaso por eso mismo.

Producto de una dictadura cívico-militar tan cruenta como rasca, tan ambiciosa como desalmada, en Chile se instaló al parecer en forma definitiva el sálvese quien pueda y que el resto se joda. Un eufemismo para decir que, mientras una minoría privilegiada se aseguraba la vida y se llenaba de plata, una inmensa mayoría se condenaba plácidamente a ser abusada y esquilmada una y otra vez, acaso porque buena parte de esos borregos zopencos sueñan con dar el gran salto que los cambie de lugar y, por un iluso acto de prestidigitación, pasar de pisoteados a pisoteadores.

Así nos robaron la educación, la previsión, la salud. Eso sin contar que el mar que tranquilo nos baña y el agua tampoco nos pertenecen. Quirúrgicamente, y sin anestesia, el Chile tal vez más pobre, pero mucho más digno, pasó de país educado y civilizado a una selva en que reina el poder del más fuerte.

Dicho claramente, el poder e influencia de aquellos que tienen la plata.

En un Chile donde roban desde los asaltantes hasta los carabineros, donde los milicos hacen lo que quieren con los recursos del cobre y los políticos de todos los colores (con una que otra excepción) hacen como que trabajan por nosotros mientras se aseguran y se llenan los bolsillos que es un gusto, ¿qué tiene de raro que el fútbol también se haya envilecido, abriéndoles de par en par las puertas a pillastres de los más diversos pelajes mediante un sistema ciento por ciento mercantil como este de las Sociedades Anónimas Deportivas?

Para decirlo pronto y claro: Gabriel Ruiz Tagle es uno más de esos pillastres. Su regreso a Blanco y Negro es, pues, un signo más de los tiempos oscuros y aciagos que vivimos y sufrimos.

Siendo presidente de Blanco y Negro, se remodeló el Monumental, que por cierto necesitaba una manito de gato. El problema es que esa remodelación -según afirman los que saben- resultó más onerosa que la construcción del estadio mismo.

Bajo su mandato se produjo, además, una inaceptable connivencia entre la regencia de Blanco y Negro, encabezada por Ruiz Tagle, y la barra brava de Colo Colo, integrada por incontables patos malos de nutrido prontuario. Delincuentes que a cambio de “protección”, como en la época de Al Capone, tenían privilegios que el socio y el hincha común y corriente por cierto no tienen, como dinero para traslados, para pintura, para lienzos y bombas de ruido, además de entradas “de cortesía” para alentar al Cacique.

A pesar de las instrucciones perentorias de la directiva del fútbol -la ANFP-, Gabriel Ruiz Tagle era el principal alcahuete de esos delincuentes, facilitándoles instalaciones del estadio donde guardar sus bombos, banderas y linchacos, de modo de eludir los supuestos controles.

Con él en la presidencia, además, Blanco y Negro estafó (junto con otros clubes Sociedades Anónimas Deportivas), reiteradamente al Fisco, lo que equivale decir a todos nosotros. Presentando a las series menores albas como un club aparte, la concesionaria obtuvo más de 1.600 millones de pesos del Sistema de Proyectos Deportivos Sujetos a Franquicias Tributarias que contemplaba Chiledeportes (hoy IND), logrando que poderosas empresas financiaran sus series cadetes a sabiendas estas que, luego, podrían rebajar impuestos hasta por un 60 por ciento.

Dicho en simple, el Estado resignó graciosamente miles de millones de pesos en impuestos, que bien pudieron destinarse a necesidades mucho más acuciantes, por favorecer y engordar un negocio de privados.

Lo curioso, y además indignante, es que descubierta la trampa los gobiernos de turno nunca hicieran nada para recuperar esos recursos y hacer pasar un mal rato a los timadores llevándolos a los tribunales. No vamos a ser tan ilusos como para pedir cárcel. Se sabe que en este país sólo los pobres diablos van a parar tras las rejas.

Asumido como director de Deportes, en el primer gobierno de Piñera, a Gabriel Ruiz Tagle no se le movió un músculo de la cara para pretender seguir siendo el accionista principal de Blanco y Negro. Para él, como para su jefe, en ello no había ningún conflicto de intereses.

Tuvo que aparecer la Contraloría para aclararle a él y al Presidente, también en esos tiempos un «fanático» colocolino, que debían deshacerse rápidamente de las acciones que ambos poseían en Blanco y Negro.

El espíritu emprendedor de “Gabito” lució como nunca en su cargo de Director de Deportes. Aparte de instalar a un semi analfabeto como jefe de Comunicaciones del organismo, y eliminar programas de fomento del deporte masivo como orate, no halló nada mejor que poner a interés en un banco los cuantiosos recursos que el Estado debió considerar para la organización de los Juegos Deportivos Sudamericanos, que tuvieron lugar en el país entre que se iba el gobierno payasesco de Piñera y asumía el gobierno irresoluto e inepto que personificó Bachelet II.

Fueron más de 130 millones de pesos los que produjeron esos dineros puestos a intereses, contraviniendo todas las normas legales y las reglas de la administración pública. ¿Qué pasó con ellos? Hasta el día de hoy el misterio se mantiene.

Como se mantiene el misterio acerca de otros 2 mil millones de pesos del presupuesto de esos Juegos que se perdieron, siendo Ruiz Tagle el responsable de dichos recursos.

Lo peor acerca de este personaje, sin embargo, se conocería poco tiempo después que, ya devenido en ministro, cerrara por fuera la puerta de su gabinete: su empresa se había coludido con la sacrosanta Papelera para, durante diez largos años, estafar a todo el país con el precio en mercado del papel tissue, es decir, servilletas, papel higiénico y toallas desechables de papel.

La estafa fue tan grande, y los montos involucrados tan cuantiosos, que, a la espera de recibir como severa condena cursos de ética, las empresas coludidas, y tan pilladas como en su momento habían sido las de los pollos y las farmacias, accedieron a devolverle a cada chilenito 7 luquitas por el daño causado.

Demás está decir que, tras años de expectante suspenso, seguimos esperando esa plata, que harto bien nos vendría si pensáramos remodelar la casa, cambiar el auto o pegarnos un viajecito por el Caribe, como frecuentemente hacen estos ladinos señores.

Ese es, pues, el nuevo presidente de Blanco y Negro. Que, coincidentemente, vuelve a su cargo con su amigo y socio Piñera de nuevo instalado en La Moneda.

Impresentable. Impensable en cualquier país normal y decente. Que un delincuente de cuello y corbata rija nuevamente los destinos del más popular y masivo de los clubes chilenos refleja dónde estamos y lo que somos: un país moralmente podrido.

Un Chile que éticamente se cae a pedazos mientras, lánguidamente, nos hacemos los tontos y miramos para el lado.

Razón tenía Mafalda, el entrañable personaje de Quino, cuando suplicaba que mejor pararan el mundo, porque ella se quería bajar.