La Roja pasó dramáticamente a una nueva final

Luego de 120 minutos intensos y de mucho nervio, la Selección Chilena superó a Portugal y se ganó el derecho a enfrentar en la definición de la Copa Confederaciones al ganador del duelo entre Alemania y México. La actuación de Bravo en la tanda de penales fue sencillamente descomunal, atajando los tres disparos lusos.

Fue como revivir esas dos dramáticas finales de Copa América, frente a Argentina. Por lo equilibrado del juego, por la tensión en la cancha que se expande hacia las galerías y a través de las pantallas. Por ese nervio con que se juega, sabiendo que cualquier error puede significar que todo el esfuerzo se vaya por la borda. En un partido de esas trazas, la Roja clasificó a la final de la Copa Confederaciones, tras doblegar a Portugal, el campeón de Europa, en una tanda de penales que, en beneficio de los agitados corazones de todo un pueblo, fue mucho más breve de lo presupuestado.

Fue un 3 a 0 tan impensado como apabullante luego de 120 minutos de agobio. No porque el cuadro de Cristiano Ronaldo nos hubiera superado y el inamovible 0 a 0 tras dos horas de juego hubiera sido un premio, sino porque el equilibrio transitó siempre por esa delgada línea que puede romperse en cualquier momento y, aunque la Roja mantuvo siempre en alto su solidez, permaneció latente el temor de que una contra portuguesa nos encontrara mal parados.

En la instancia cumbre, sin embargo, la Selección encontró justo premio a sus afanes. ¡Y de qué forma! Porque de seguro ni el más optimista de los hinchas pudo imaginarse jamás que, a la pericia de los nuestros, se sumara la actuación portentosa, sencillamente descomunal, de Claudio Bravo, que concretó la proeza no inédita –pero sí muy escasa- de tapar los tres penales que le dispararon.

Vidal, Aránguiz y Alexis, cumplieron con lo suyo: llegar a las mallas con lanzamientos tan limpios como imparables para el meta luso Rui Patricio. Pero faltaba lo de Bravo y el gran capitán, que recién había reaparecido en el encuentro anterior, frente a Australia, desmintió sus casi dos meses de ausencia dejando a los portugueses en blanco y condenados a la disputa por el tercer puesto.

Fue un partido claramente equilibrado, con más aproximaciones que llegadas claras. En el comienzo del partido lo había tenido la Roja, luego que una gran habilitación de Alexis dejara solo a Vargas, sólo que la conquista se frustró gracias al oportuno achique del meta. Tras cartón, sin embargo, lo tuvo Portugal en los pies de Andres Silva, que completamente destapado tampoco pudo frente al bloqueo espectacular de un Bravo como en sus mejores momentos.

Dispuesto a no cometer errores en la salida, la Roja privilegió casi siempre el pelotazo largo a través de Bravo. La presión alta que ensayaba Portugal era amenazante y no fuera a ser cosa que se repitiera lo de Australia. El problema es que, buscando de esa forma, Chile perdía más que ganaba, porque salvo Vidal y Hernández, el resto en la disputa aérea perdía siempre.

A Portugal el ceder terreno, entregar aparentemente la iniciativa, le ha dado hasta ahora buenos réditos. Saliendo en contragolpe son peligrosos, porque tiene hombres veloces y además nada de negados con el balón en los pies. Así llegaron por primera vez al título de Europa y de esa forma, también, clasificaron primeros en el Grupo A de esta Copa Confederaciones.

Tenían, además, a un Cristiano Ronaldo que, elevado a la categoría de mejor jugador del mundo de este momento, es capaz de provocar estragos en cuanto le dan la más mínima ventaja.

Chile tenía, pues, dos problemas serios: buscar en el arco contrario, pero intentando al máximo no dejar fisuras en el fondo. Y si bien no visitó la portería rival con la frecuencia de otras veces, tenía al menos la tranquilidad de ver que la amenaza que suponía Cristiano Ronaldo era bien neutralizada sin recurrir a persecuciones personales ni a golpes reiterados.

Conforme el partido se fue consumiendo, quedó en claro que uno y otro fueron optando más por el cálculo que por el atrevimiento. Los últimos veinte o quince minutos de partido fueron con concierto de pases de ambas defensas cuidando al máximo la posesión. Y es que un gol, en esos momentos, podía ser claramente definitorio.

El alargue, sin embargo, encontraba teóricamente más entero a Portugal. No sólo porque, con una banca más generosa, ya había realizado cambios que teóricamente en nada disminuían su poderío, sino porque La Roja había evidenciado una clara baja física en las recta final de los tres partidos hasta ahora disputados en esta Copa Confederaciones.

Y el primer tiempo de ese alargue pareció refrendar el supuesto. Porque Portugal, sin llegar a procurarse oportunidades claras, atacaba con más gente que con la que solía hacerlo la Roja a esas alturas y, lo que era más preocupante, con mayores espacios.

Pero el fondo nacional supo ponerse a la altura de las circunstancias: no sólo cerró los caminos hacia Bravo, sino que terminó por anular completamente a Cristiano Ronaldo, que no es casualidad que haya cumplido su actuación más baja en lo que va corrido del certamen.

La Roja debió ganar el partido en el último período suplementario. De la victoria en cancha la privó un claro penal no cobrado al “Gato” Silva (¿dónde estaban, en ese momento, señores del VAR?) y dos disparos –Vidal primero y luego Rodríguez en el rebote- que se fueron a estrellar providencialmente contra vertical y horizontal cuando ya el meta portugués estaba completamente batido y ni siquiera se daba por enterado para dónde iba la pelota.

Como ocurriera frente a Argentina, por partida doble, la Selección Chilena se ganó dramáticamente el derecho a jugar la final de esta Copa Confederaciones a través de una tanda de penales realmente impecable. Porque a la ejecución perfecta de Vidal le siguió la gran atajada de Bravo ante Cuaresma. Al gol de Aránguiz, que esta vez prefirió tirar al centro, respondió otra vez Bravo atajando el remate de Joao Cuitinho.

Alexis, también implacable e impecable, dejó el marcador 3 a 0 y el peso de la responsabilidad de mantener con vida a Portugal en los pies de Nani. Y el delantero, de dilatada trayectoria europea por diferentes clubes, sintió que las piernas le pesaban una tonelada cuando llegó a ejecutar su tiro. Su rostro demostraba que toda la tensión del mundo había caído sobre sus espaldas. Y cuando llegó a conectar el balón, después de unos pasitos cortos que evidenciaron todo su nerviosismo y sus dudas, su disparo fue también repelido por un Bravo más grande y gigante que nunca.

¡Quién lo hubiera dicho…! Chile, la Roja, a una nueva final. Como en Santiago, para destruir frustraciones y maleficios. Como en Estados Unidos, para quedarse con la Copa Centenario. Como en China, para en un torneo de claro corte menor quedarse igual con el trofeo.

¿Alemania? ¿México? El que sea: esta Roja nos está acostumbrando a las proezas que hasta hace un tiempo no más parecían verdaderos milagros.

PORMENORES

Partido de semifinal, Copa Confederaciones.

Estadio: Arena Kazan.

Público: 40.855 espectadores.

Arbitro: Alireza Faghani, de Irán.

CHILE: Bravo; Isla (119’ Fuenzalida), Medel, Jara, Beausejour; Hernández (111’ Silva), Díaz, Aránguiz, Vidal; Vargas (85’ Rodríguez), Sánchez.

PORTUGAL: Rui Patricio; Cedric, Bruno Alves, Fonte, Eliseu; William, Adrien Silva (101’ Joao Moutinho), Andre Gomes (116’ Gelson Martins), Bernardo Silva (83’ Cuaresma); Cristiano Ronaldo y Andre Silva (76’ Nani).

GOLES: No hubo en los 120 minutos.

PENALES: Para Chile anotaron Vidal, Aránguiz y Sánchez; para Portugal fallaron Cuaresma, Joao Moutinho y Nani.

Tarjetas amarillas: en  Chile, Jara y Hernández; en Portugal, William, Andre Silva, Fonte, Bruno Alves y Cedric.