La Roja Sub 17: mucho temperamento y poco fútbol

Un escenario olvidado durante 20 años es el que vive la Roja Sub 17. Ya está instalada en el hexagonal final del torneo que dará pasajes para el mundial de India, algo que no ocurría desde que la selección capitaneada por Milovan Mirosevic logró una épica clasificación al Mundial de Egipto 1997, eliminando en el partido final a los locales guaraníes.

Transcurrieron dos décadas de fracasos apabullantes, puesto que después de aquella clasificación ninguna selección chilena pasó siquiera de la fase de grupos en los nueve sudamericanos posteriores. Aunque hizo un aceptable papel en el Mundial jugado en casa en 2015, la selección de Miguel Ponce no necesitó clasificar en cancha y, por ende, no puede incluírsela en el recuento.

Por ello la clasificación lograda por el equipo de Hernán Caputto para el hexagonal que empieza mañana en Rancagua es un logro que debe ser valorado, más allá de si los muchachos han dado el tono.

La Roja Sub 17 clasificó primera en el Grupo A, gracias a dos triunfos y dos igualdades, apilando ocho puntos que la dejaron delante de Colombia, Ecuador, Uruguay y Bolivia.

Fue una clasificación ardua y sufrida, en la que no sobró nada y, más bien, faltó mucho durante buena parte de esta fase para estar medianamente tranquilos de que el equipo acabaría por fin con la maldición.

Es que ninguno de los cuatro partidos arrojó un balance positivo. Ni los triunfos sobre Bolivia y Ecuador, ni menos los agónicos empates arrebatados a Colombia y Uruguay.

Todos ellos tuvieron un denominador común: magro juego colectivo, notoria incapacidad ofensiva y pobres virtudes técnicas.

Incluso más que escuadras predecesoras fracasadas, la Roja Sub 17 pecó de una impresionante imprecisión que le impedía dar más de tres pases seguidos sin perderla. Las ocasiones de gol, por lo tanto, fueron pocas y afortunadamente bien aprovechadas.

¿Por qué logró clasificar entonces?

Gracias a dos virtudes: consistencia defensiva gracias a la velocidad y coordinación de sus defensas y volantes y a una inclaudicable actitud que la hizo salir adelante cuando el temporal se venía en contra. El arquero Julio Borquez, el central Lucas Alarcón, el lateral izquierdo Yerco Oyanedel y el volante Mauricio Morales han sido baluartes en un sistema defensivo que ha probado solidez.

Hacia arriba hay más ganas que otra cosa. Jugadores llamados a gestar los ataques, como Branco Provoste, uno de los más dotados, se han mostrado erráticos y lejos de su incipiente prestigio. De entre toda la maraña, el chileno-cubano Pedro Campos ha sido el más atrevido y eficiente a la hora del desequilibrio. Lo malo es que una lesión en su cuádriceps derechos lo tiene hasta hoy casi fuera de todo el hexagonal.

Es un escenario sin duda preocupante pero coherente con el bajo nivel del fútbol joven chileno, que, salvo excepciones como las Sub 20 de José Sulantay y Mario Salas, ha ido de fiasco en fiasco.

Lo peor es que ello no puede imputársele a malos entrenadores o errónea selección de los jugadores. Es que tanto como puede reprochársele el perjudicial formato de campeonatos, debe reconocérsele a la ANFP que la preparación de las Rojitas ha contado con los tiempos y financiamientos apropiados.

Este equipo de Caputto, por ejemplo, se gestó hace casi ya tres años, cuando se reunió por primera vez como Sub 15, participando incluso en un sudamericano de la categoría.

Nombres más, nombres menos, los actuales 23 seleccionados han sido parte de ese largo proceso y aun así, cuando en la hora de la verdad debían sacar brillo a lo aprendido y a sus cualidades, se han mostrado como un atado de nervios y torpezas técnicas.

Para clasificar a la India –donde se disputará el mundial durante octubre próximo, el equipo deberá mejorar sustantivamente. Al frente estarán rivales que se han mostrado técnicamente superiores, lo que puede pesar en esta instancia decisiva.

Mañana martes Chile enfrentará a Venezuela, que sigue demostrando sus progresos a nivel infantil y juvenil, con jugadores hábiles y rápidos. Luego se parará ante Colombia, a la que le quitó los tres puntos en la agonía cuando el arquero Julio Borquez tapó un penal, manteniendo la igualdad a 1 gol. Enseguida vendrá la dura Paraguay, que clasificó segunda en el Grupo B, gracias a dos victorias y dos empates. Después se repetirá el plato contra Ecuador, rival al que derrotó en su último partido de primera ronda, jugado con ambos equipos ya clasificados.

El remate será con el temible Brasil, que con sus diez puntos llega reafirmando su favoritismo, más ahora que su clásico rival, Argentina, quedó eliminada, confirmando una creciente tendencia declinante de sus selecciones menores.

Dado el nivel de los rivales y sus propias debilidades sería audaz apostar por la segura obtención de uno de los cuatro puestos clasificatorios. De lograrlo -lo que sería casi un hecho histórico en medio de nuestra sequía a nivel menor- será gracias a una inquebrantable fe en sus capacidades.

Se trata de una fortaleza espiritual más que futbolística que le ha permitido llegar a esta expectante posición que se consolidará o debilitará a contar de mañana.