La Roja y Alemania hicieron “tablas”

Por momentos un verdadero partido de ajedrez, el duelo entre chilenos y alemanes culminó con un intenso empate a un gol en el Arena Kazan. Nunca un campeón del mundo había mostrado tanto respeto ante una Selección Nacional que mantiene el liderato del Grupo B y continúa siendo competitiva.

Fue, por largos momentos, un partido de ajedrez en el que ni la Roja ni Alemania, vigente campeón del mundo, pudieron dar el jaque mate, firmando un empate a uno que, al cabo, hay que calificar como justo. Justo y, además, conveniente, luego de la paridad de la previa entre Australia y Camerún.

En medio de ese equilibrio, sin embargo, hay que apuntar que si alguien mostró un poco más de ambición, y por momentos supo sacudirse mejor de los cálculos, fue la Selección Nacional. Lo dice su número mayor de llegadas a tiro de gol, que no fueron muchas, pero suficientes como para –sobre todo en la primera etapa- haber alcanzado en el marcador una ventaja superior a la conseguida mediante el solitario gol de Alexis. Sin embargo, faltó, como otras veces, una mayor proporción de finiquito y hasta el travesaño fue una vez en ayuda del meta germano Ter Stegen, pasando lo que en el fútbol ocurre siempre: cuando el primer tiempo ya se iba Alemania alcanzó el equilibrio en las cifras en la única llegada clara y con ventaja que tuvo a través de todo el partido.

Se podrá decir que la Roja dejó ir una oportunidad de oro para haber superado a Alemania por primera vez en una competencia oficial, pero más allá del resultado la actuación del cuadro de Pizzi no puede sino dejar un  sentimiento de satisfacción. Apenas hace unos años atrás, ¿alguien se habría imaginado a nuestra Selección compitiendo en la Copa Confederaciones? Y más aún: hace un tiempo breve nada más, ¿alguien se habría imaginado a la Roja jugando de igual a igual frente nada menos que al campeón del mundo?

Seguramente nadie, salvo esos hinchas incondicionales y delirantes que todo fútbol mediocre históricamente tienen como respuesta natural y lógica a sus reiteradas frustraciones.

De partida, no puede sino mirarse con satisfacción el indesmentible respeto internaciónal que se ha ganado este equipo. Porque Alemania, con toda su historia y todos sus blasones de tetracampeón del mundo nos respetó esta vez como nunca nadie hasta ahora lo había hecho.

Desde aquel marzo de 2014, en Stuttgart, cuando la Roja llegó por momentos a zarandear al cuadro alemán, haciendo méritos de sobra para haber cosechado mucho más que esa derrota por la cuenta mínima, el técnico germano Joachim Loew sabe que ahora este equipo nuestro no es pan comido. Que se le puede ganar, claro, pero que para conseguirlo hay que entregar lo mejor de sí y contar con una cuota grande de inspiración, porque de lo contrario el chasco puede golpear como un duro cachetazo.

El cuadro alemán, sabiendo lo que le esperaba, pobló la cancha con defensores y volantes, para disputarle mejor la posesión de balón a un equipo que trata de salir jugando limpio aún en las situaciones más apremiantes, más allá de que por ahí se exagere un poquito. Incluso su nominal solitario atacante –Rudy- fue de los que más colaboró en la marca temprana, al punto de cometer reiteradas faltas que lo llevaron a ganarse la tarjeta amarilla.

Pero aun así, la Roja se salía siempre con la suya. Sin puntos bajos esta vez (contra un rival de este calibre los errores no están permitidos), el cuadro nacional salía jugando limpio desde sus últimas posiciones y su achique del terreno le permitía, además, provocar errores en la salida germana.

Tempranamente, la Roja encontró premio al mejor fútbol que mostraba hasta ese instante ante un cuadro alemán que, claramente, no se sentía ni seguro ni cómodo. Robó una pelota la Roja y Vidal, otra vez un gigante, cedió de primera para la entrada limpia de Alexis, que entró desatado al área para ganarle al cierre alemán con un puntazo que primero dio en el vertical antes de besar las mallas del arco de Ter Stegen.

En el Arena Kazan, mayoritariamente de rojo, se desató la locura: Chile jugaba mejor y superaba sin atenuantes al campeón del mundo.

Como era lógico, Alemania debió jugarse ante la inesperada desventaja. Pero le costaba un mundo prosperar ante la marca escalonada de los nuestros, en una reedición de la “manada de lobos” tan elogiada en este cuadro por parte de la prensa internacional.

El cuadro de Loew se aproximó en base a centros, a tiros desde fuera del área siempre desmedidos.

A los 19, en otro robo de balón, a Vargas le quedó para gatillar desde fuera del área y no lo dudó. Sólo que su derechazo remeció el travesaño de Ter Stegen tal como, en aquel marzo de 2014, en Stuttgart, había sacudido el travesaño de Noier.

Cuando ya la primera etapa concluía, y se creía en un descanso para sacar cuentas alegres, Alemania logró la paridad en una jugada aislada, pero que llevó la impronta de su fútbol práctico y metódico: una pelota filtrada hacia Hector tuvo el mérito de ganarle las espaldas a Islas y el centro del lateral volante fue conectado en el área chica por Stindl, que arremetía “a la alemana”.

Tuvo un poco menos el balón la Roja en el segundo tiempo, pero aun así nunca alcanzó a ser dominada. Es más: su juego de combinaciones fue siempre más preciso y más pulcro que el que intentaban los alemanes. No hubo oportunidades desperdiciadas en ninguno de los arcos, pero está claro, también, que en cuanto a aproximaciones y búsqueda del desequilibrio la Roja siguió siendo superior. Sobre todo en ese lapso en que Alemania, yendo por más, dejaba espacios que antes los nuestros no habían tenido.

En esos 45 minutos de “tablas”, para seguir con el lenguaje ajedrecístico, Alemania mostró un remate de Stindl que, cargado a la derecha, no pudo contra Herrera. La Roja, por su parte, pudo tener el desequilibrio si el “Huaso” Isla, entrando destapado por la derecha, hubiera ensayado el remate en lugar de poner un centro atrás que se perdió por no encontrar receptores.

Conforme avanzaba el partido, resultó evidente que a los dos el empate no les desagradaba. Se seguía buscando, está claro, pero claramente se privilegiaba el tener el balón en lugar de perderlo y correr el riesgo de echar por la borda todo el esfuerzo desplegado.

Si la Roja necesitaba un partido para ratificar su condición de cuadro competitivo, era este. No cualquiera se para con esa personalidad y autoridad frente a un campeón del mundo, por más que se trate de un equipo joven. La Selección Alemana, sin la mayoría de sus astros, está conformada por grandes jugadores, a los cuales no les falta, por cierto, ni calidad ni recorrido. Dicho de otra forma, esta formación alemana es capaz de pintarle la cara a cualquier selección del mundo.

PORMENORES

Copa Confederaciones. Segunda fecha, Grupo B.

Estadio: Kazan Arena.

Público:  38.220 espectadores.

Arbitro: Alireza Faghani, de Irán.

CHILE: Herrera; Isla, Medel (71’ P. Díaz), Jara, Beausejour; Aránguiz (89’ Silva), M. Díaz, Hernández, Vidal; Vargas (81’ Rodríguez), Sánchez.

ALEMANIA: Ter Stegen; Kimmich, Ginter, Mustafi, Süle; Goreztka, Héctor, Can, Draxler, Stindl; Rudy.

GOLES: Sánchez, a los 5’, y Stindl a los 41’.

Tarjetas amarillas: En Chile, Beausejor y Sánchez. En Alemania, Stindl y Rudy.