[Opinión] Don Hernán dio en el clavo…

Hernán Godoy, director técnico de Santiago Morning, lanzó hace días frases que gatillaron desconcierto, risotadas y, con certeza, más de algún enfado: “Los árbitros son como las huevas”, “los periodistas deportivos son iguales” y “(Arturo) Salah es un títere”.

Corta.

Aunque gran parte del medio futbolero atribuyó esos juicios lapidarios a “la personalidad folclórica” del estratego, “Clavito” Godoy instaló un tema que hace largo rato me hace sentido: el timonel del fútbol chileno es una especie de muñequito invertebrado al arbitrio de voluntades ajenas: un títere de los poderes fácticos, pero, además, un hombre incapaz de confrontar sus propias ambiciones desmedidas, su intrínseca hipocresía, su mediocridad.

Quien preside el balompié criollo representa el caldo más concentrado de lo peor de nuestros dirigentes: desde quienes poseen perfiles similares a los suyos -fagocitadores de la actividad-, hasta personeros que transitan derechamente por veredas opuestas, aunque permeables al supuesto halo de seriedad y de honestidad con los que se disfraza Salah para engañar y vivir sin pudicia de las pingües ganancias que arroja el fútbol acá y en cualquier latitud. Pienso en Ricardo Abumohor y en Francisco Ceresuela (mandamases de O’Higgins y de Unión Española, respectivamente), tipos serios y jugados por proyectos deportivos-sociales, pero seducidos por los cantos de sirenas que fluyen desde el sillón principal de Quilín 5635, nadie sabe por qué…

Salah es un trepador innato. Tras un pasado como jugador del montón, se encontró con la dirección técnica del primer equipo de Colo Colo sin merecimientos. Obvio: en ese instante era entrenador de las series menores de Universidad Católica, con cero experiencia en planteles profesionales. Fue campeón con el “Cacique” (una obligación), fracasando estruendosamente a nivel internacional, en copas Libertadores y América, cuando ya era el adiestrador de la Roja.

Sin embargo, la capacidad de reciclaje del directivo es extraordinaria. Me hace recordar a los paniaguados admiradores de la “obra” del genocida Augusto Pinochet, quienes, una vez que se instaló la democracia, renegaron de aquella condición, declarándose amantes de la libertad y del respeto. En televisión aún pululan muchos de estos personajes (¿o no, Carcuro?).

Salah también se rodeó de ciertos periodistas deportivos, que ahora hacen gárgaras con las palabras objetividad e independencia en columnas de diarios de circulación nacional o en programas de radio.

De pronto, sin previo aviso, asomó como subsecretario de Deportes en el gobierno de Ricardo Lagos. Ojo, Salah pertenecía (imagino que aún lo hace) a un sector duro de la derecha, pero su amistad con ciertos políticos concertacionistas lo situaron en esa posición estratégica. Y ahí descargó su mayor herencia: la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas, un cuerpo legal hecho como traje a la medida de los grandes depredadores del mercado, los mismos que han convertido a este país en el Edén del neoliberlismo.

Para cumplir con ese mandato de los poderes fácticos, Salah también se rodeó de ciertos periodistas deportivos, que ahora hacen gárgaras con las palabras objetividad e independencia en columnas de diarios de circulación nacional o en programas de radio.

Promulgada la ley, las acciones de Azul Azul y de Blanco y Negro curiosamente se canalizaron a través de la corredora Larraín-Vial, perteneciente a uno de sus grandes amigos y mentores: Leonidas Vial, el mismo que llevó a Salah a la testera de Colo Colo, con un importante paquete accionario y un sueldo más que “reguleque”.

En agradecimiento, Salah ahora le entregó a su amigo y mecenas la comisión responsable de la venta del Canal del Fútbol (lo de responsable es sólo un decir), el negocio más millonario en la historia del balompié chileno. Hablo de Leonidas Vial, un sinvergüenza de aquellos, cuyo prontuario en la Superintendencia de Valores y Seguros ya es de culto.

Después de satisfacer los anhelos de sus “patrones”, Salah volvió a vestir de buzo: en Universidad de Chile dejó un triste recuerdo cuando abandonó al equipo de súbito para asumir en el Monterrey mexicano. A partir de ese momento, el ex presidente azul René Orozco ya no habla de Salah, sino del “mercenario”. Fichó por Cobreloa , Huachipato, otra vez la U (“extrañamente” volvió con el mandato de la concesionaria Azul Azul) y Wanderers, antes de pasar a retiro sin que alguien se diera cuenta.

ArturoSalah_ANFP_2016

EN LA CONMEBOL Y LA FIFA

Tiempo después vino un nuevo reciclaje: dirigente deportivo. Ya dijimos que asomó en Colo Colo como timonel de Blanco y Negro, en una maniobra política para evitar el advenimiento de Aníbal Mosa -enemigo declarado de Vial- a la presidencia del club.

Fue por esos años, mientras Sergio Jadue y sus secuaces (Cristián Varela, Nibaldo Jaque, Mauricio Etcheverry y otros) se encargaban de saquear la ANFP, cuando surgieron dedos acusatorios que apuntaban al calerano y activaban aires de cambio.

Verán que su apellido (Salah) pasó a formar parte de una de las comisiones permanentes del organismo: la de Desarrollo. En otra comisión de igual naturaleza, la Disciplinaria, aún se lee el nombre de Cristián Varela.

Una de esas voces fue la de Ricardo Abumohor, quien recurrió a Salah para que encabezara ese movimiento opositor (conformado, también, por Deportes Temuco y Santiago Morning), pero la respuesta del entonces mandamás de Blanco y Negro fue lapidaria: “No me interesa nada que no sea Colo Colo”, pese a los argumentos y hasta las pruebas que recibió del turbio manejo de Jadue.

Salah, sin embargo, sí aceptó entrar en la pugna por la testera de Quilín meses después. De la mano, ahora, de Gaspar Goycoolea (sostenedor de Jadue), Andrés Fazio, Aldo Corradosi (del infable directorio de Audax Italiano) y, desde las sombras, por supuesto, Leonidas Vial. Ganó las elecciones al curicano Pablo Millad (hace poco, Millad espetó al directorio de la ANFP: “¿Dónde está el dinero que ganó el fútbol chileno por la obtención de la Copa Centenario?”, sin que hasta el momento se haya escuchado una respuesta) y se instaló en palacio con su corte de voraces colaboradores.

Una de las primeras medidas se le encomendó al obsecuente Alfredo Asfura: ubicarlo como uno de los vicepresidentes de la Confederación Sudamericana. Así, Salah recibiría dos “dietas” de la Conmebol: diez mil dólares por estar a cargo de una de las asociaciones (la chilena, obvio) y otros diez mil por su nuevo rol de vicepresidente.

Los verdaderos titiriteros detrás de este personaje de cuello y corbata y crónico ceño fruncido, quien jura que su censurable proceder pasará inadvertido…

Pero don Arturo no se quedó en eso: apuntó a la FIFA. Y allí se instaló. Si ustedes entran a la página oficial de la transnacional futbolera, verán que su apellido pasó a formar parte de una de las comisiones permanentes del organismo: la de Desarrollo. En otra comisión de igual naturaleza, la Disciplinaria, aún se lee el nombre de Cristián Varela.

Dios los cría y el Diablo los junta, dicen por ahí.

ALGUNAS PREGUNTAS

Cierro esta columna con algunas preguntas que Salah y sus adláteres deben responder a la opinión pública:

– ¿Dónde están los dineros obtenidos por la Copa Centenario? (aquí, plagio a Millad).

– ¿A cuánto ascendieron las ganancias por la obtención de la Copa China?

– ¿Por qué Cristián Varela sigue representando al fútbol chileno en la FIFA?

– ¿Cuándo se hará público el informe futbolístico del fracaso del Sudamericano Sub -20 de Ecuador, que incluirá -asumo- la renuncia de Héctor Robles y de todo su cuerpo técnico?

– ¿Por qué Vial, con todos sus antecedentes a cuestas, integra la comisión a cargo del negocio más importante en la bitácora de nuestro fútbol?

– ¿Por qué Goycoolea sigue en el directorio de la ANFP?

– ¿Por qué se mantiene en la Asociación, como gerente general, Claudio Tessa, también ligado a Jadue?

Muchas de estas preguntas ya han sido formuladas a través de Cambio 21 o de radio Bío Bío, donde también me desempeño profesionalmente. Hasta el momento, nadie ha tenido la valentía y/o la decencia para clarificar estos puntos que son sensibles para cualquier administración.

Mientras, es más que válido pensar que la “salida de madre” de Hernán Godoy fue mucho más que eso: fue una acertada metáfora sobre quién es realmente Arturo Salah. Sin mayores convicciones, envuelto en una ambigüedad endémica y en una hipocresía que nunca dejará de sorprender, se mueve bajo el ritmo de intereses mezquinos y por mandatos de una jauría de depredadores que jamás trabajarán para corregir y fortalecer las endebles estructuras del fútbol chileno.

Los verdaderos titiriteros detrás de este personaje de cuello y corbata y crónico ceño fruncido, quien jura que su censurable proceder pasará inadvertido…

*Esta columna fue CENSURADA por Cambio 21, el periódico que hasta entonces era medio asociado a El Ágora. Aquí promovemos la libertad de información y rechazamos todo tipo de acto que atente contra este principio…