Por la línea (II parte)

Esteban Salinero

-¿Pero y qué tan serio puede ser que te desgarres? Tu ausencia del equipo ni se notaría – afirmó bromeando Robles.

-Más respeto ¿eh? Más respeto con la trayectoria- respondió el goleador, levantando el respaldo del asiento y reincorporándose – Me dijeron que el Morsa habló con los dirigentes, que me van a rajar si no la meto adentro este fin de semana, aunque perdamos ¿sabes algo de eso? El Morsa me tiene loco con que la meta como sea, que baje los kilos de más, que no salga tanto por la noche. Me jode todo el día y se lleva el veinticinco por ciento de todo.

-No sé mucho de eso. Sólo lo que me dijo Luzardi el otro día y que había escuchado al paso en la sede, que no hay plata para pagarte la indemnización. Es lo que sabe todo el mundo, la prensa, los hinchas. Si no haces goles la gente no va al estadio, no hay publicidad y no hay plata. Ya sabes…

-Federico Luzardi – dijo el artillero en tono burlón – Ese argentino de mierda ¿Qué sabe él? Debe conformarse con un par de monedas al mes ¿Hace cuántas fechas que no juega?

-Seis

-Traen a estos paquetes para calentar la banca ¡Vi cien iguales en Europa! Sobre todo a los africanos. Pasan de fiesta en fiesta, preocupados de brujerías y mierda, pero cuando entran a la cancha se cagan enteros. Hacen gastar millones…

-Y tú vas por la misma –afirmó Robles sin quitar la mirada del camino.

-¿Cómo es eso?

-Haces gastar millones al club y pasas de fiesta en fiesta.

-Pero ojo ¿eh? Que Fierita tiene una trayectoria: goleador donde estuvo y si no fue goleador de liga, por lo menos lo hizo en cada club, siempre. Ojo ¿eh? De todos modos, a ti no te conviene que vaya por la misma ¿o sí?

-La verdad es que no. ¿Qué haría sin ti, Fierita? – respondió Robles.

-Nada pues, no serías nada – el goleador miró por la ventana del auto y vio pasar las casas y edificios. Tose a ráfagas, como soltando la dureza que carga en el pecho – ¿Eres mi amigo por plata o por mi fama?

-¿La verdad?

-Bueno, por eso te pregunto, porque quiero la verdad.

-Por las minas que no te interesan – responde Robles tímidamente.

-Esa está buena ¿eh? Nunca la había escuchado ¿O sea que soy imán de minas?

-Digamos que no eres una belleza… Si te ves bien en el espejo te vas dar cuenta. En el último tiempo estás siempre sudando, tienes la cara hinchada, estás gordo, pareces un bofe…

-¡Para acá hijo de puta! – gritó molesto el goleador, tomando el volante y haciendo frenar secamente el vehículo a Robles – ¡Bájate mierda!

-Vamos Fierita ¡Cálmate! Era sólo una broma… Mírate al espejo, no eres una belleza – enfatizó Robles.

El goleador bajó del auto, dio un portazo y caminó desorientadamente por la vereda, como buscando el camino a casa. Robles detuvo el motor y lo esperó sin moverse del lugar. Apoyó la cabeza en el volante, aguardando a que Fierita volviera. Cuando el goleador llegó a la esquina, se paró en medio de la calle, miró hacia el auto, dio un chiflido e hizo una seña a Robles para que fuera hasta donde él. Robles sólo le hizo un cambio de luces, sacó la mano por la ventana y le devolvió el gesto con molestia. Pasaron unos segundos y el astro se desplomó en medio de la calle.

¡Mierda!, gritó Robles. Encendió el motor y condujo aquellos metros a toda velocidad. Bajó y corrió hasta el cuerpo. El goleador se puso de pie y lanzó una espantosa carcajada celebrando su broma. Robles lo miró fríamente.

Te quiero ver en dos semanas más hijo de puta, pensó.
(Continuará)