Y Colo Colo alcanzó por fin su estrella número 32

Venciendo por 3 a 0 a Huachipato, el cuadro popular se alzó como el mejor cuadro de este Torneo de Transición. El compromiso que este título implica, sin embargo, no es menor: el Cacique debe pagar una deuda que a nivel internacional se prolonga ya por muchos años. La Copa Libertadores, sin duda, significa un desafío distinto y mucho más demandante.

Fue un partido digno de una ocasión trascendente y en el que, al cabo, Colo Colo se puso a la altura de las circunstancias para ser campeón y bajar su estrella número 32. Y si decimos al cabo es sólo porque al final, y liberando tensiones tras el tanto de la apertura, marcado por el “Pajarito” Valdés, el elenco albo, sin duda el mejor de este torneo, pudo jugar con la solidez y contundencia que su hinchada esperaba y la crítica le exigía.

No fue fácil, por cierto que no. Al punto que el 3 a 0 final registrado en el estadio Bicentenario Ester Roa, de Concepción, se antoja demasiado castigo para un Huachipato que, si durante el resto del campeonato hubiera jugado como lo hizo esta vez, sin duda estaría en posiciones de privilegio en lugar de deambular por la medianía de la tabla, reflejo de un juego insuficiente y mediocre.

Por dignidad, por orgullo deportivo, el cuadro “acerero”, que no se jugaba nada, salió con la clara disposición de aguarle la fiesta a Colo Colo. Es verdad que atacó la nada misma, y también es cierto que prácticamente no se procuró oportunidades de gol, sólo que su aplicación a cien, la férrea marca que impuso en todos los sectores de la cancha, desdibujaba a un Cacique que no podía disimular su nerviosismo ni mucho menos podía sustraerse a la tensión que flotaba en el ambiente.

El estadio Ester Roa de Concepción era una caldera que fue perdiendo presión conforme avanzaba un partido en el que el gran favorito se mostraba incapaz de imponer sus términos. Para qué decir cuando se supo que la Unión Española, en el Santa Laura, comenzaba a dar cuenta de Everton. Lo que estaba sucediendo suponía, nada menos, que para aspirar al campeonato Colo Colo tendría que esperar un duelo de definición que no estaba en los cálculos ni en los deseos de nadie que se sintiera identificado con el cuadro popular.

Y es que, a pesar de que Colo Colo dejó en claro apenas reanudado el encuentro en su segunda etapa que no estaba dispuesto a dejar pasar una nueva oportunidad de campeonar, su notoria mejoría igual no le alcanzaba. Es verdad que, conforme transcurrían los minutos, fue metiendo a Huachipato en su propia área, que a ratos era un aluvión albo sobre el arco de Lampe, pero a pesar de ello el gol no llegaba. Cuando no fallaba un hombre albo en el último toque, aparecía una pierna salvadora ante el remate franco o el mismo meta Lampe.

El primer tiempo se consumió en medio de una imprecisión alba que mortificaba a un público que, claramente, desmentía la condición de local de Huachipato, cuya hinchada había quedado relegada a un sector pequeño y no tenía voz para hacerse escuchar en medio del griterío. Sin embargo, esa misma presión por ganar hacía que Colo Colo ni siquiera se acercara al nivel de sus últimos partidos. Sus jugadores, cuando no eran anticipados, generalmente fallaban habilitaciones que en el papel eran fáciles.

Ese mismo juego de anticipación que impuso Huachipato obligó a Colo Colo a dividir, a saltarse frecuentemente el mediocampo con pelotazos desmedidos. Ante el temor a perder algún balón en la salida, todos preferían pegarle para adelante, porque ni el “Pajarito” Valdés ni Valdivia tenían tiempo y espacio para buscar la jugada asociada. El balón salía largo desde el propio Orión y lo propio hacían los defensores, minimizando la posibilidad del error, pero facilitando con esa forma de encarar el partido la tarea de un Huachipato que se agrupaba bien y no dejaba claros por donde pudieran colarse Paredes, Rivero, o los laterales volantes.

Para colmo, Colo Colo jugaba claramente “cojo”: Figueroa, ingresado por el sancionado Opazo, no daba el tono. No sólo no era factor en ofensiva, sino que por su banda pasó más de una vez, con peligro, el lateral Nicolás Baeza.

El dominio albo, en esa primera etapa, sólo quedó plasmado en un remate del “Pajarito” que Lampe desvió al córner de apuro, y en una entrada por la derecha de Figueroa, que terminó pésimo la jugada dejando el balón blando en las manos del arquero.

Si alguien tuvo en esa primera etapa una oportunidad clara, ese fue Huachipato. Cuando el primer tiempo se iba, un gran pase de Valenzuela dejó al volante Urzúa en posición de remate y el gol sólo lo evitó Orión con un manotazo de última instancia que desvió el balón lo justo para que este, tras dar en el vertical, se fuera al lanzamiento de esquina.

Si Huachipato había atacado poco, en el segundo lapso prácticamente renunció a ello. Y Colo Colo, que había ganado claramente con el ingreso del juvenil Berríos por Figueroa, comenzó poco a poco no sólo a monopolizar el trámite del encuentro, sino también las llegadas.

Pero a pesar de eso, el gol no llegaba. Ni aunque en un par de ocasiones Colo Colo hubiera agarrado a pelotazos a Lampe. Tuvo que aclararse todo para el Cacique recién en el minuto 72, cuando un centro del juvenil Berríos fue interceptado por el brazo del lateral “acerero” Nicolás Baeza. El pito Bascuñán no dudó en sancionar la pena máxima y, como venía sucediendo en los últimos partidos, fue el “Pajarito” Valdés el encargado de ejecutar la falta en desmedro de Paredes.

El volante, sabiendo que esa incidencia podía valer un campeonato, le pegó fuerte y arriba, batiendo completamente a un Lampe que eligió el lado contrario.
El gol significó para las huestes albas un inmenso alivio en la cancha y en las tribunas, pero no garantizaba nada. Se sabe: un error o un acierto suelen cambiar por completo la historia. Tal vez fue eso lo que pensó Nicolás Orellana, atacante albo ingresado por el lesionado Valdivia en el minuto 79. Dos veces consecutivas fue al piso, para pelear pelotas divididas donde llevaba todas las de perder, y sin embargo las ganó ambas. El resto lo hizo Valdés, que capitalizó el acierto del delantero jugando el balón en el momento justo para la entrada de Rivero. Y el uruguayo, que invariablemente anotó en cada partido de esos considerados “decisivos”, repitió su acierto con un remate alto y violento ante el cual nada pudo hacer Lampe.

Se jugaban los descuentos y, con la fiesta desatada en la cancha, en las tribunas y todo el territorio nacional, fue el propio Orellana quien le puso la guinda a la torta de la celebración alba. Cargado a la izquierda intentó la jugada individual, dejó atrás a su marcador y metió el derechazo que rasante se metió en el arco de Lampe.

No hubo tiempo para más. Bascuñán estimó que el carnaval ya estaba desatado y, sin esperar a que Huachipato reanudara la brega, dio el pitazo final.

Lo demás, lo que vino luego, es película repetida. La alegría alba, los abrazos desenfrenados, fueron el prólogo para un rito conocido: la copa en manos de Paredes, que ni esta tarde ni frente a Curicó Unido, en la fecha precedente, estuvo en su nivel acostumbrado.

¡Pero a quién le importaba…! Era hora de celebración, no de análisis. Lo concreto es que, fiel a su historia, Colo Colo alcanzaba, con todo derecho y todos los merecimientos un nuevo título.

Un título que, sin duda reconforta, pero que también obliga. Porque para hacer por fin un buen papel en la Copa Libertadores, algo en lo que Colo Colo viene al debe durante muchos años, hará falta un equipo mucho mejor y más completo que este que claramente fue el mejor de todos a nivel casero.

PORMENORES

Torneo de Transición. Ultima fecha.
Estadio: Bicentenario Ester Roa, de Concepción.
Público: 27 mil espectadores, aproximadamente.
Arbitro: Julio Bascuñán.

HUACHIPATO: Lampe; Córdova, Merlo, Huerta, N. Baeza (75’ Hidalgo); Urzúa, Martínez, Sepúlveda (81’ K. Baeza); Valenzuela, Soteldo; Cuesta.
COLO COLO: Orión; Zaldivia, Barroso, Campos; Figueroa (46’ Berríos), C. Baeza, Valdés (85’ Fierro), Suazo; Valdivia (79’ Orellana); Rivero y Paredes.
GOLES: Valdés a los 73’ (penal), Rivero a los 82’ y Orellana a los 90+2’.
Tarjetas amarillas: en Huachipato, Martínez; en Colo Colo, Rivero.