Yo lo Viví: Dos inolvidables momentos del gran Jorge Toro

Más delgado e igual de lúcido que cuando jugaba, lucha contra la leucemia con la fortaleza que le dio su físico privilegiado y su ejemplar profesionalismo. Y yo, desde lejos, recuerdo momentos imborrables que viví durante su destacado peregrinaje futbolístico.

 

En el quinto piso del hospital Sótero del Río un connotado paciente se somete a quimioterapia para derrotar a una leucemia que se le declaró hace seis años. Mientras sus compañeros de pieza lo miran con admiración, su esposa le manda buenas vibras con un optimismo conmovedor y el país deportivo reza por su recuperación.

La primera vez que vi jugar a Jorge Toro fue en abril de 1959. Con 16 años de edad y estudiando en el Instituto Nacional, ahorré durante semanas mi humilde mesada, incluyendo la destinada a la movilización, para comprar una entrada para un duelo que asomaba como imperdible: Colo Colo contra el Santos de Pelé. La última fue en abril de 2013 -¡54 años después!- en una cena de Colo Colo de Todos a la que fui invitado.

Le seguí toda su trayectoria con enorme admiración y, revisando sus actuaciones, me quedo con la gran actuación que cumplió cuando la selección chilena de fútbol le ganó 3-1 a Alemania, durante su preparación para el Mundial del 62.

Más de 50 mil personas llegaron al Estadio Nacional para ver debut de Pelé en Chile. El astro brasileño se había consagrado en el Mundial de Suecia el año anterior y acababa de deslumbrar a los argentinos en el Campeonato Sudamericano de Buenos Aires, en el que Brasil también fue campeón. Ahora con la camiseta del Santos, debutaba en Chile, y la expectación era enorme.

El trámite y el resultado fueron increíbles: Colo Colo goleó 6-2, y de Pelé poco se supo. Marcado lealmente por Mario Ortiz, dejó el protagonismo para los locales. Esa noche, la gran figura fue Mario Moreno, gestor de cinco de las seis conquistas albas. Y el gran goleador fue Jorge Toro, con tres anotaciones. Juan Soto (2) y Enrique Hoirmazábal, de tiro libre, completaron la cuota. Esa noche, estaba solo en el codo norte y festejé como el más fanático de los colocolinos.

Si se le hacía recordar un partido en particular, Jorge Toro no dudaba: la victoria sobre Alemania en marzo de 1961. Ese partido lo vi en codo sur del coliseo ñuñoíno. Un par de semanas antes la selección de Fernando Riera había derrotado 5-2 a Perú en ese mismo escenario, y la incógnita era cómo se iba a comportar frente a uno de los equipos más poderosos del mundo.

La tarde estaba soleada y el lleno era total. De nuevo yo estaba solo en el estadio, pero esta vez en el codo sur. Desde ahí admiré sus esquives y sus pases; su trajín y su sentí futbolístico. Consignado unánimemente como la figura del partido, su maniobra más brillante fue despejarse el camino para habilitar finalmente a Leonel Sánchez para que anotara su segundo gol y el segundo de Chile. Eladio Rojas anotó el tercero, mientras Günther Herrmann descontó para los germanos.

Reseña de la revista Estadio; “Jorge Toro fue el jugador chileno que más lució en el partido con Alemania. Con su dribbling e intencionada finta, fue problema sin solución para la defensa visitante… Fue factor importantísimo, porque fue el que mejor captó las exigencias del partido”.

Juicio de Sepp Herberger, entrenador alemán, después del partido: “¡Con qué ganas me llevaría a esos dos insiders (Jorge Toro y Leonel Sánchez) a mi país”.

En esa jornada, dos aspectos quedaron en evidencia: Chile estaba preparado para haber un buen papel en el Mundial y Jorge Toro ya estaba convertido una figura capaz de brillar en cualquier cancha.

Y así lo demostró en los años siguientes. Fue figura relevante en el Mundial del 62, se constituyó en el primer chileno transferido al fútbol italiano, donde destacó defendiendo los colores de la Sampdoria, el Modena y el Hellas Verona. Nueve años estuvo en la península y volvió a Colo Colo en 1971. Siguió dando clases de fútbol en Unión Española, Deportes Concepción, Audax Italiano y La Serena.

Como director técnico fue campeón con Cobreloa.

Pero lo más importante es que, donde estuvo, siempre dejó su sello de gran deportista y persona de bien.