Yo lo viví: el día que le pegué el gran palo a Pelé

A la revista Estadio llegué a fines de 1970, invitado por Edgardo Marín compañero de estudios y de pichangas en la Escuela de Periodismo. Cuando atravesé el umbral en Santa María 024, estaba cumpliendo una meta: trabajar ahí era realizar el sueño que había alimentado desde que vi el primer ejemplar, cuando aún no cumplía los cinco años de edad. Ese mismo día de 1947, aprendiendo a leer en esas páginas, supe cuál era mi destino: periodista.

Me recibió Antonino Vera, que era el director. Y al lado suyo estaba JM.

Nos puso frente a frente para presentarnos:

-Don Julio Martínez… don Julio Salviat.

JUMAR, como firmaba en la revista, me sonrió con simpatía y me extendió su diestra.

-Encantado, tocayo –me dijo.

Y desde ese momento nunca me llamó por mi nombre. Siempre me dijo tocayo.

Mis primeras tareas fueron simples: notas de camarín, aportes para secciones como “Según Pasan las Cosas”, entrevistas secundarias. Como ya me gustaban las estadísticas, comencé a reformularlas. Mis primeras notas las firmé como JUSAL, para estar a tono con el resto: AVER (Antonino Vera), EMAR (Edgardo Marín), MASEB (Manuel Sepúlveda Blanco), HERGUZ (Hernán Guzmán). Los originales eran DON PAMPA (Carlos Guerrero) y PANCHO ALSINA (Renato González).

JulioSalviat_RevistaEstadio(1971)
El periodista Julio Salviat en la Revista Estadio (1971).

Hito importante fue mi primer comentario de partido: Universidad de Chile con Rangers en el estadio Santa Laura. Lo leo ahora y me parece fome.

Hasta que llegó el gran día: Antonino Vera me dio patente de capacitado al encargarme un columna para la sección Página 35, destinada a dar una opinión sobre algún tema de actualidad.

Elegí hablar de Pelé. Y resultó novedosa porque “el Rey” estaba en la cima de la fama, y yo le pegué el gran palo.
La columna apareció en la edición N° 1448, del 1 de abril de 1971, en un ejemplar que llevaba a Fernando “Polilla” Espinoza, goleador de Magallanes, en la portada. Se titulaba “El Señor Arantes y el Rey Pelé”. Y resultó de alguna manera premonitoria.

La reproduzco:

Recibió las llaves de la ciudad; desfiló en un coche abierto por los Campos Elíseos, recibiendo una bienvenida que habrían envidiado los astronautas; jugó un encuentro amistoso, en el que el puntapié inicial estuvo a cargo de Brigitte Bardot y donde los himnos fueron interpretados por la banda de la Legión Extranjera; miembros del gabinete de Georges Pompidou estuvieron presentes en la manifestación, la más grande y clamorosa que haya recibido un deportista en París. Homenajes al Rey del fútbol. Loas al hombre que ha marcado más goles. Entrevista al delantero que en el Mundial de Suecia, con apenas 17 años, se encumbró a la fama y permaneció allí hasta el día de hoy.

«Pelé, como cualquier otro brasileño, está viviendo una realidad. Amarga, vergonzosa, cruel. Pero realidad. Y, como tal, debe darle frente. El fútbol no puede ser la puerta de escape más fácil. Proceder así es desdoblarse cobardemente».

«Es justo que el país acoja a Pelé como si se tratase de un monarca. El futbolista brasileño es, indudablemente, el «Rey del Fútbol», pues ha marcado más goles que cualquier otro jugador en la historia del deporte».

Explicación de la prensa francés a la euforia colectiva que invadió a su capital el 30 de marzo recién pasado. Todo ello bajo titulares a ocho columnas. Pelé jugaba esa noche. Había que ir y prosternarse ante el Rey. Por ahí, escondido, un parrafito. Una nota enviada por la JOC (Juventud Obrera Cristiana) al ministro francés de Asuntos Exteriores, Maurice Schumann. Una protesta por «el ceremonial que rodeó la llegada del equipo de fútbol brasileño Santos». Muchachos, en su mayoría, amantes del fútbol. Pero que miraban un poco más allá del gol y del off-side. Que veían en Santos y en Pelé a representantes de un país que vive una situación ante la cual el mundo no puede desentenderse. «Le expresamos nuestra consternación y desaprobación por estos actos organizados en honor de jugadores brasileños. Aunque el deporte no puede ponerse en duda en la política de un país, el recibimiento que el Gobierno francés ha brindado a este equipo adquiere una significación política importante».

Y explicaban:

«Este gesto aparece como una aprobación a la política interior brasileña, en la que la persecución, la detención y la tortura están casi institucionalizadas».

Pelé y Santos llegaban a París como embajadores. Y querían saber la posición de ellos frente a la situación que vive Brasil. «No soy más que un embajador del fútbol brasileño. Desempeño mi función de futbolista, sin preocuparme de otras cosas». Esa fue la respuesta del Rey.Y ahí se cerró el diálogo. Pero quedaron flotando las interrogantes:

«…sin preocuparme de otras cosas». ¿Es posible mantener silencio ante violaciones de los más elementales derechos humanos? ¿Puede un hombre desentenderse tan fácilmente de lo que está ocurriendo en su propia casa? ¿Significa este silencio de Pelé una aprobación de lo que ocurre en su país?

«Cuando llegué ese jueves (día de salida de la revista) me presentaron a Sergio Livingstone, que iba de vez en cuando. El “Sapito” me extendió la mano, me miró fijamente y me saludó: ‘Así que usted es el periodista comunista, ¿no?'».

«…Soy solamente un embajador del fútbol». El fenómeno no es nuevo. Artistas y deportistas se escudan, por lo general, en su profesión para no mirar lo que no les conviene. Manifestarse en contra de lo que sucede en Brasil perjudica la popularidad de Pelé. Lo más fácil, entonces, es dividirse en dos. Por un lado, Edson Arantes do Nascimento, ciudadano. Por otro, Pelé, futbolista. Fragmentarse para que aparezca un nuevo personaje. Un personaje que sólo sabe y habla de fútbol. Un personaje que, con esta máscara, evita que le hagan preguntas desagradables. Un personaje que no quiere mirar cuando se está incendiando la casa del lado (¿Y qué me importa a mí, si yo vivo acá?).

Pelé, como cualquier otro brasileño, está viviendo una realidad. Amarga, vergonzosa, cruel. Pero realidad. Y, como tal, debe darle frente. El fútbol no puede ser la puerta de escape más fácil. Proceder así es desdoblarse cobardemente. Y, al parecer, Pelé seguirá desdoblado. La popularidad y el dinero están valiendo demasiado para él. Lo prueba un hecho reciente: invitado al «hall de la fama del fútbol», para estampar su firma junto a las figuras más célebres del deporte, respondió: «Voy si me pagan cinco mil libras».

Y no fue…

Ahí termina la columna.

Por esos días me estaba integrando al grupo que participaba en La Mesa del Café Santos. Un lugar al que acudían todas las tardes, a las 18:00, personajes de distintos ámbitos (hasta un juez participaba) con un aspecto en común: todos eran futboleros.

Cuando llegué ese jueves (día de salida de la revista) me presentaron a Sergio Livingstone, que iba de vez en cuando. El “Sapito” me extendió la mano, me miró fijamente y me saludó: “Así que usted es el periodista comunista, ¿no?”.

Quedé pálido, pero las risas de los contertulios y el palmotazo de él mismo me dio me devolvieron los colores: ¡era una broma!