Columna de Ignacio Figueroa: Guerra de clases en Estados Unidos

La historia de EEUU está repleta de actos violentos: la masacre de los pueblos originarios, la esclavitud como sistema de producción precapitalista y la Guerra de Secesión, uno de los primeros conflictos de la revolución industrial con el uso de nuevas tecnologías.

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Por El Ágora
Actualizado el 19 de junio de 2025 - 2:56 pm

La semilla de la insurrección ya está sembrada en Estados Unidos / Foto: AGENCIAS

Desde la invasión a Cuba en 1898 y Filipinas en 1899, la violencia se centró en la construcción de una nación imperialista, llevando el uso de la fuerza desde adentro del país hacia otras latitudes.

En la fecunda historia de la violencia de los Estados Unidos -probablemente uno de los países que ha participado en más guerras-, solamente Doroteo Arango (Pancho Villa), durante la revolución mexicana, fue el único en atacar territorio continental de la Unión, en la incursión a la ciudad de Columbus, Nuevo México en 1916.

El ataque a Pearl Harbor lo realizó Japón en la isla de Hawái, posesión ultramarina alejada miles de kilómetros de la nación americana.

Tras la Primera Guerra Mundial, el poder estadounidense se benefició directamente del conflicto europeo, reemplazando en la cabecera de las potencias mundiales al imperio británico, el que aceleró su declive. La participación en la guerra estuvo en entredicho entre los que diseñaban una nación que mantuviera la violencia hacia adentro (aislacionistas) versus los que veían las posibilidades de alcanzar la supremacía mundial imperialista (violencia externa).

Para el gran crac de 1929, Estados Unidos salió adelante aplicando la política llevada adelante por Franklin Delano Roosevelt con las medidas preconizadas por John Maynard Keynes, invirtieron los recursos públicos en carreteras, represas, líneas de ferrocarril, puentes, etc., en una visión económica considerada “socialista”.

Las ganancias de la guerra

La Segunda Guerra Mundial permitió el gran ascenso exterior de los Estados Unidos. Los países participantes de la conflagración quedaron en ruinas, mientras que la nación norteamericana quedó indemne. Se abría un mundo nuevo para la explotación de otras naciones.

Desde allí, mantuvieron el consumo interno y la paz social interviniendo en otros países expoliándolos con las armas en la mano, vendiendo protección como la mafia y usando el dólar como herramienta de explotación y supremacía económica.

La habilidad de la elite estadounidense queda en evidencia cuando usan el marxismo leninismo para su conveniencia; identificando que la lucha de clases se podía utilizar en sentido inverso, para aplastar los movimientos populares creando golpes de Estado, insurrecciones y guerras civiles en muchos países del llamado Tercer Mundo (tesis del filósofo italiano Mauricio Lazzarato).

Vuelve la lucha de clases

El intento de Donald Trump por Hacer Grande América Otra Vez (MAGA) hace que la lucha de clases vuelve a su territorio, el tiempo nos dirá si ese conflicto se convertirá en guerra civil. Retomando la dirección original del diagnóstico marxista: desde los expropiados hacia los expropiadores.

Los abusos contra los migrantes, considerados como delincuentes, violadores o terroristas por la clase de los millonarios, trae de regreso la violencia, en un país hecho por la mano de obra de los migrantes, basado en el trabajo de estos y sus sacrificios.

Los síntomas de descomposición son evidentes no sólo por los enfrentamientos callejeros, sino que también por el atentado a dos legisladores. El autor del crimen será seguramente tratado por la prensa corporativa como un demente, un caso excepcional o un lobo solitario. En diciembre de 2024 el CEO de UnitedHealthcare murió, atacado a tiros en un acto con claro significado político y rápidamente sepultado por la media.

La intrínseca violencia

MAGA intenta traer de vuelta la industria, pero también trae de regreso la violencia que está en el corazón de la América anglosajona. La política de Trump intenta dejar el neoliberalismo, al que consideran que ya cumplió un ciclo, enfrentando nuevamente la visión entre aislacionistas e imperialistas.

Sin embargo, el ataque de Israel a Irán decanta a la administración Trump por mantener el estatus imperial; pero más que nada, demuestra la falta de contenido ideológico real del presidente, que se contradice repetidas veces socavando su credibilidad y liderazgo.

Por otra parte, según el Plan de Operaciones Empresariales de la Defensa Nacional de Estados Unidos (2018-2022), gestiona una cartera global que consiste en más de 568.000 activos (edificios e infraestructura) ubicados en 4.800 lugares en todo el mundo; además, de mantener siete flotas compuestas por portaviones y otros recursos ofensivos.

El imperio tambalea

La vocación imperial del país americano es evidente, pero implica un gasto gigantesco de recursos. Al comienzo de su segundo mandato la idea principal de Trump fue el de limitar los gastos del aparato estatal, para esto nombró a Elon Musk. La reciente rencilla entre los multimillonarios muestra las contradicciones del presidente con su constante cambio de planes.

El estallido social en Los Ángeles y otras ciudades podrá apaciguarse con la vieja retórica del patriotismo, donde la amenaza externa se vuelve el mantra que hace cavilar las conciencias ciudadanas. Podemos recordar cómo se designó a los revolucionarios sandinistas nicaragüenses como la mayor amenaza para Estados Unidos, creando el miedo de una posible invasión: ahora es la retórica de la bomba nuclear iraní.

La guerra de clases está de vuelta en Estados Unidos, los síntomas podrán ser ocultados más no desaparecidos, ya se sembraron las semillas de la insurrección, queda por ver si se derrumba el imperio.