Boxeo: González retuvo su título porque peleó en Chile

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Por Eduardo Bruna
Actualizado el 30 de junio de 2018 - 1:20 pm

Michell Banquez fue un puzzle casi sin solución para el campeón latinoamericano de los supermoscas, ubicado en el 4° lugar del casillero mundial de su categoría. Con un “jab” lacerante y buenas combinaciones, a nuestro juicio el venezolano se había impuesto estrechamente por puntos, pero los jurados dijeron otra cosa. El chilote José Velásquez fue, al cabo, lo mejor de la noche.

En un fallo polémico, y claramente localista, Miguel “Aguja” González retuvo su cetro latinoamericano de los pesos supermoscas, reconocido por la Asociación Mundial de Boxeo, frente al noqueador venezolano Michelle Banquez, en un combate a 11 asaltos escenificado en el ring montado en el Arena Monticello.

Los jueces Ricardo Smith, Camilo Zamora y Jorge Trípodi, vieron ganar al nacional en forma unánime, en circunstancias que para El Agora la ventaja en las tarjetas la tenía el venezolano por 105 a 104. En otras palabras, una ventaja igualmente estrecha, y que explica en buena medida el fallo, porque si la pelea se hubiera llevado a cabo en Caracas o Maracay, y hubiera sido Miguel González quien se hubiera impuesto por similares guarismos, Michelle Banquez sin ninguna duda habría sido declarado vencedor.

Son los códigos que se manejan en el pugilismo desde que este existe. Es decir, que a un campeón hay que noquearlo o, en su defecto, superarlo con una claridad tal que sea imposible saltarse la lógica.

Y, para ser sinceros, si bien Bánquez demostró ser mejor y pegar un poco más, lo suyo no le alcanzó para volver a su país con la corona. Y tan claro fue aquello, que el peleador venezolano salió a afrontar el undécimo round –el último- decidido a noquear a un Miguel González que, sin embargo, supo soportar el chaparrón inicial y más: reaccionó de tal forma que hasta se apropió de esa vuelta, como lo había hecho, también, con las precedentes.

Es decir, que lo mejor de Banquez se pudo ver en la primera mitad del combate. Más alto que González, y por ende con un alcance superior, el venezolano dominó sin contrapeso los rounds iniciales (salvo el tercero), mediante una buena utilización de un “jab” tan profundo como constante. Por cierto, no se quedaba en eso: viendo el evidente desconcierto del chileno, que no podía entrar, metió innumerables combinaciones que no sólo significaban puntos, sino que hasta hacían temer por un nocaut, dada su fama de boxeador poco amigo de protagonizar combates con tarjetas de por medio.

El riesgo no era menor. Banquez había ganado sus 14 peleas previas, y de ellas doce por la vía rápida.

Que se entienda también: González más de una vez sintió esas manos, pero nunca anduvo caminando en los talones. Ello habla bien no sólo de una buena capacidad de absorción al castigo, sino también de una más que adecuada preparación.

¿Cómo se explica entonces el desenlace? Porque con mucho corazón, una buena cuota de estoicismo y otra considerable de más que aceptable boxeo, Miguel González pudo, en la parte decisiva de la pelea, no sólo equiparar, sino sumar esos asaltos que le permitieran vender cara su derrota. Sin embargo, como estaba en su patio, hasta le alcanzó para quedarse con un fallo que no tuvo trazas de robo descarado, pero que igual lo benefició.

La pelea constituye, como sea, un llamado de alerta para el peleador nacional, todavía vigente monarca latinoamericano de la categoría y, como tal, ubicado en el 4° lugar del casillero mundial que considera la Asociación Mundial de Boxeo. Es decir, que debe seguir aprendiendo y perfeccionando su boxeo si pretende entrar en las ligas mundiales del pugilismo. Con mayor razón él, que no cuenta con un golpe de nocaut que le permita resolver con uno o dos impactos certeros el verdadero puzzle boxístico al que fue sometido en esta, la quinta defensa de su corona.

Al cabo, lo mejor de la velada pugilística internacional corrió por cuenta del chilote José Velásquez, apodado “El Pancora” y que defendía, frente al argentino Juan Pablo Sosa, su título latinoamericano de los pesos supergallos reconocido por la Organización Mundial de Boxeo.

Velásquez, que ganó su corona en Brasil, derrotando contra todos los pronósticos a Paulino Suárez con un nocaut terrible, refrendó sus palabras, en el sentido de que frente al peleador de Neuquén iba a defender lo que le pertenecía. ¡Y de qué forma…!

Con un estilo “kamikaze”, salió desde el primer tañido de la campana a matar o morir. A desbordar a un peleador argentino que, además de una buena técnica, y oficio para regalar, presentaba además la dificultad de una guardia invertida que, para cualquier boxeador diestro, como el quellonino, suele ser un problema que lleva varios rounds solucionar.

Velásquez no tuvo ese problema. Salió a desbordar a Sosa y lo consiguió de punta a cabo. Nada pudo la técnica del trasandino, la buena factura de sus golpes, frente a esa vendaval que se le vino encima.

Ya en el segundo asalto, la campana había salvado a Sosa, que amenazaba desplomarse. Se pensó, entonces, que en la vuelta siguiente Velásquez lo sacaba. No fue así. Sosa reaccionó y hasta alcanzó a meter un par de muy buenas izquierdas.

En el round siguiente, sin embargo, Velásquez logró lo que ya había anticipado. Con un ataque franco y despiadado, demolió a su rival. Lo tiró una vez y Sosa cometió el error de todo peleador valiente: pretender seguir en combate mientras queden fuerzas.

Así lo pagó: a los 2 minutos y 10 segundos del cuarto round, Velásquez culminó su faena con un nocaut que era el justo colofón a la superioridad que había ejercido durante toda la pelea.

En el combate al cabo más deslavado de la noche, el peleador nacional Cristián “Tigre” Palma retuvo su título sudamericano de los pesos plumas venciendo por puntos, en fallo unánime, al boliviano Andy Almendras, un peleador que sólo faltando tres vueltas de las diez programadas, recién pareció enterarse de que estaba protagonizando un combate con título internacional de por medio.

Los jurados Smith, Figueroa y Pacheco vieron ganador a Palma 99-91, 98-92 y 96-94.

La tarjeta de El Agora: Palma 99, Almendras 91.