Colo Colo recuperó sólo parte de lo que le pertenece

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Por Eduardo Bruna
Actualizado el 10 de octubre de 2018 - 11:49 am

Como si fuera una gran cosa, un gesto de buena voluntad, Blanco y Negro desde ahora ya no le pondrá obstáculos al Club Deportivo y Social para desarrollar ramas deportivas, utilizar el emblema del club y las dependencias del Monumental. El señor coludido que preside la concesionaria sabe que, con la pobre campaña del equipo que conformaron, el pueblo albo ya está harto de tolerarlos. Aprovechando el impulso, ¿cuándo se van, muchachos de Blanco y Negro?

En una prueba más de que nuestro país está desde hace muchos años patas arriba, el Club Social y Deportivo Colo Colo se anotó todo un triunfo luego de que la concesionaria Blanco y Negro accediera a autorizarle al club más popular y ganador de Chile la utilización del nombre Colo Colo, del escudo y del estadio Monumental.

Con ello, el Club Social y Deportivo fundado un 19 de abril de 1925, en el Estadio El llano, recupera sólo parte de lo que le fue usurpado con malas artes por esta tropa de sinvergüenzas y advenedizos que se dejaron abatir como langostas sobre el fútbol chileno luego de dictarse la tramposa ley que permitió el surgimiento de las Sociedades Anónimas Deportivas, como reemplazo de lo que las instituciones eran hasta antes de la promulgación de este engendro: Corporaciones de Derecho Privado sin fines de lucro.

Lo curioso -incluso indignante-, es que Colo Colo haya debido bregar cinco largos años para conseguir estas migajas, en circunstancias que el club jamás debió dejar de pertenecer a quienes fueron por décadas sus únicos y legítimos dueños: sus socios y sus hinchas. Que se exhiba como todo un éxito algo que es de mínima justicia, porque completamos ya trece años de la implantación de un sistema que -lo hemos repetido hasta el cansancio, incluso majaderamente- es el más nefasto y corrupto de cuantos haya conocido nuestro fútbol y nuestro deporte.

¿Será necesario agregar -además- la absoluta ineptitud que hasta ahora ha evidenciado?

Dicho con toda claridad: en cualquier país con políticos verdaderamente honestos y ciudadanos informados, este sistemita que se apoderó del fútbol ya habría colapsado hace tiempo. Es más: con los dos requisitos anteriores, jamás podría haber sido impuesto.

Porque fue uno más de los robos en despoblado del que hemos sido víctimas durante décadas. Desde la Dictadura hasta este sainete de Democracia que tenemos ahora.

Con la dictadura cívico-militar que durante 17 años asoló a Chile perdimos la educación, la salud, la previsión y más de 700 empresas estatales que nos birlaron muertos de la risa, entre ellas Soquimich. Les siguieron luego -ya en Democracia- el agua y el mar, propiedad exclusiva de siete familias. ¿Qué les faltaba para devorárselo todo? El fútbol, una de las pocas actividades que, moviendo dinero -y mucho- no había caído aún en las voraces fauces de la codicia desatada.

Hemos contado hasta la saciedad cómo fue que se llegó a este engendro. Sin embargo, en este país la ignorancia es tanta y tan supina, que todavía existen imbéciles que creen que Blanco y Negro llegó a “salvar” a Colo Colo, como quedó demostrado en boca de una respetable señora que, en el conflicto entre la concesionaria y sus trabajadores, dio su apoyo a Blanco y Negro, “porque evitó que desapareciéramos y nos salvó de la quiebra”.

¿Hasta cuándo se tragan sapos, tontorrones?

A Colo Colo lo hicieron quebrar artificialmente porque era vital para poder implantar este sistema que hoy maneja el fútbol chileno. Nuestro actual y ladino Presidente de la República, que demuestra ser torpe e ignorante para casi todo, menos cuando se trata de acumular dinero para su propio bolsillo, ya tenía lista la ley de Sociedades Anónimas Deportivas que en algún momento se presentaría al Parlamento. Y encontró el aliado justo en el sector más inesperado: Ricardo Lagos, Presidente socialista por la época, encontró que el mamarracho que se le ofrecía era tan bueno y conveniente para el país y su gente como las concesiones carreteras y el mismísimo CAE (Carga Anual Equivalente, para clavar de por vida a los estudiantes), que florecieron durante su empresarial gobierno.

Pero ese sistema, presentado como la panacea, el punto de partida para transformarnos a breve plazo en potencia futbolística internacional, no podía prosperar sin Colo Colo y Universidad de Chile. ¿Quién diablos se iba a atrever a “invertir” en otros clubes de menor monta por aficionados y logros?
Colo Colo, es verdad, cuando se le declaró la artificial e ilegal quiebra transitaba por un complicadísimo momento económico. Avatar que, sin embargo, no era para nada nuevo en su tan exitosa como azarosa existencia. El “Cacique” había vivido antes momentos parecidos y supo siempre salir adelante mediante los triunfos de su equipo y el apoyo de sus hinchas.

Tan mal no le iba, si consideramos que hasta la Dictadura se lo apropió en su momento, tratando de embaucar tontos.

¿Pero en quiebra un club que, aparte de ser dueño del Monumental y un gran paño de terrenos aledaños, de una sede y del Teatro Caupolicán, era dueño además de un plantel de jugadores con alta valorización para el medio?

Con la “U” ocurría algo parecido. Tenía jugadores y un paño de terrenos en Lampa donde su presidente, por la época el doctor Orozco, soñaba levantar algún día todo un complejo deportivo.

Los políticos y la Justicia, sin embargo, se coludieron para quebrarlos. Para lograrlo no trepidaron -incluso- en meterse por buena parte la ley. Siendo ambos Corporaciones de Derecho Privado sin fines de lucro, no podían quebrar. Si eran insolventes desaparecían, pero legalmente no podían quebrar.

Si quedaba alguna duda acerca de hacia dónde iba la cosa, con la intervención del Servicio de Impuestos Internos (SII), todo se aclaró de plano. Desconociendo el Decreto Ley N° 1, que databa de los últimos meses de la administración de Eduardo Frei Montalva, y que obligaba a los futbolistas a tributar sólo por los dineros que percibieran de sueldo, y no de aquellos provenientes de primas y premios, en atención a lo corta que suelen ser sus carreras respecto de otras profesiones, el SII determinó -¡más de treinta años después…!- que los clubes le debían al Fisco sumas cuantiosas por no haberles cobrado y depositado esos impuestos “fantasmas” a sus jugadores.

Por cierto, la mayor parte de esa inventada deuda ya había prescrito, pero bastaba remitirse sólo a los últimos cinco años para que esta se transformara en cuantiosa. Prácticamente, impagable.

Esto también lo hemos reseñado una y mil veces, pero pareciera que en este país la gente no entiende lo que lee o simplemente nunca lee: la oferta del SII fue que aquel club que se transformara en Sociedad Anónima Deportiva, podría pagar la mentirosa deuda en una cantidad infinita de años. El que no, debía pagarla al contado.

¿Clarito, verdad?

Mediante ese ardid, en el fútbol chileno desembarcaron todos esos pájaros de cuenta que, hasta ese momento, habían hecho sus trampas y se habían llenado los bolsillos en otros ámbitos de la vida nacional. En otros “emprendimientos”. Sacaron sus cuentas y supieron que, Canal del Fútbol mediante, meterse en este negocio del fútbol era conveniente por el lado que se le mirara.

Incluso si perdían plata. ¿Cuánto significa la imagen para truhanes que siempre o casi siempre habían operado en las sombras, en el casi anonimato? La realidad demostró que la nueva exposición pública que estaban teniendo era muy gratificante. Disfrazados de generosos “salvadores del fútbol chileno”, y una vez que agarraron la confianza de saber que en este país sólo van a parar al calabozo los rascas, los pobres, los atorrantes y uno que otro gil, cometieron todas las tropelías habidas y por haber.

No sólo se robaron la plata del fútbol en camiones. No sólo estafaron al Fisco una y otra vez (en otras palabras, a todos nosotros). Los socios e hinchas de sus clubes pasaron a ser vulgares clientes, tratados como se merece cualquier cliente que se precie: con desdén y máximo desprecio.

Ahora nos enteramos de que Blanco y Negro, con una generosidad y nobleza que hasta aquí había escatimado, ya no se seguirá oponiendo a que Colo Colo -al cabo un club deportivo y social, es decir, mucho más que un simple club de fútbol-, pueda hacer funcionar sus ramas sin que estos sinvergüenzas se lo impidan ni le pongan cortapisas para desarrollar una labor que por derecho propio le pertenece.

Que los deportistas de esas ramas puedan lucir, orgullosos, esa insignia mayoritariamente venerada en el país y reconocida incluso internacionalmente, sin que estos usurpadores patudos les metan un juicio en Tribunales.

Que los deportistas de Colo Colo puedan utilizar las dependencias del Monumental sin temor ni pedirle permiso a estos advenedizos y aparecidos. Igual que si el estadio les perteneciera a ellos, y no a esta tropa de malandrines.

Era lo mínimo a exigir, en este momento, frente a tantos frescos y caraduras disfrazados de honorables caballeros. Era lo justo, considerando trece años de usurpación tan abusiva como intolerable.

Lo llamativo -y al mismo tiempo muy sospechoso- es que este acuerdo entre Colo Colo, representado por el abogado Fernando Monsalve, y Blanco y Negro, liderado por el señor coludido, se produzca justo ahora que el usurpado “Cacique” se cae a pedazos. Ahora, que terminó dando pena en la Copa Libertadores y en la competencia local concreta una de las peores campañas de los últimos tiempos.

Justo ahora cuando el socio, el hincha, el simple aficionado, pueden volver a aburrirse de la ineptitud de Blanco y Negro y cobrarles de una buena vez la palabra empeñada hace ya trece años, cuando prometieron el oro y el moro para finalmente no llegar nunca a nada que al menos iguale lo que Colo Colo fue siendo libre: Campeón de la Copa Libertadores y finalista de otra que, en 1973, descaradamente le robaron; semifinalista del torneo en 1997 y dos veces semifinalista de la Supercopa, ese torneo ya desaparecido y que reunía a los que alguna vez habían obtenido el trofeo máximo a nivel sudamericano.
Un club que siendo libre, además, fue capaz de terminar su estadio con la valiosa ayuda que en su momento significó el traspaso de Hugo Rubo al Bologna italiano pero, por sobre todo, la que en su momento aportó Joao Havelange, ex presidente de la FIFA, y que hasta hoy es protagonista de un episodio muy poco conocido.
Blanco y Negro sabe, mejor que nadie, que con el mediocre equipo que conformaron para este año el horno no está para bollos. Que es más probable que reflote la contenida rebelión alba a que el hincha siga manteniéndose increíblemente impávido. Que, en medio de una enésima derrota, en el Monumental vuelva a surgir ese grito de “¿qué es lo que quiere el pueblo? ¡que se vaya Blanco y Negro…!”.

Mientras piensan en esa frase, que más que petición es una imprecación, sigan devolviendo lo que en ningún caso les pertenece. Partan por las series menores. Porque para ustedes son sólo un cacho, puro gasto, y tanto eso se nota que en todos estos años no han sacado ningún jugador que valga la pena.

Y porque se suponía que ustedes sólo llegaban a “salvar” el fútbol profesional de Colo Colo, etiqueta dentro de la cual no tienen cabida los centenares de niños que sueñan y juegan tratando -algún día- de transformarse también ellos en ídolos del “Cacique”.

Simplemente porque ellos sólo juegan porque les gusta, no por plata.

Tan frescos y descarados fueron, que igual se las apropiaron. Como se apropiaron de las series menores todas las Sociedades Anónimas del resto de los clubes, sin que ninguna autoridad de este país -política o deportiva-, le pusiera nunca coto a tamaña sinvergüenzura.

Así como se apropiaron -además- de ese mismo estadio que nunca les ha pertenecido. Que además nunca habían conocido. Ni en fotos

A propósito: ¿Cuándo se van muchachos? Porque no han concretado ninguna de las muchas promesas que hicieron, y el pueblo albo ya está harto de frescos, mentirosos y chantas.