Columna de Erasmo López Ávila: Un emotivo guiño de la memoria, enviado a toda América
La antorcha panamericana entró a la cancha del Estadio Nacional tras cruzar un breve espacio de memoria que no debe pasar inadvertido.
Por ERASMO LÓPEZ ÁVILA / Foto: AGENCIAUNO
La más importante fiesta deportiva de América, la que por primera vez en 73 años de historia está teniendo como escenario a Santiago y otros lugares de Chile, incluyó la noche del viernes un emotivo guiño a la memoria cuando la antorcha panamericana entró a la cancha del Estadio Nacional.
La deportista chilena de nivel mundial, Kristel Köbrich, emergió desde el exterior del estadio tras haber caminado por un túnel del sector norte del coliseo y luego de cruzar un breve espacio de graderías que hace años fue convertido en un sitio de memoria, que recuerda que ese recinto fue un campo de concentración en 1973.
Esa imagen, que duró escasos segundos en la trasmisión televisiva, tuvo la virtud de darle visibilidad a nivel continental a ese espacio de memoria que está identificado con una sentencia de valor universal: “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”.
Es probable que para muchos espectadores en el estadio o televidentes en sus casas esos breves segundos hayan pasado inadvertidos, pero no ocurrió tal cosa con los miles de chilenos y extranjeros que durante meses sufrieron muerte, tortura y violación de los derechos humanos en ese recinto, y que esta vez vieron a la nadadora vestida impecablemente de blanco, portando solemnemente una antorcha que habla de amistad, de paz, de sueños, de esperanzas.
Celebro la iniciativa de quienes incluyeron este episodio en las casi dos horas que duró la ceremonia inaugural, cuya evaluación de su contenido, de su producción y de sus mensajes será motivo de otros análisis.
Por ahora, y en el resumen global, que debe dar cuenta de la trascendencia de la jornada, cabe destacar que, por fin se puso fin a esa frustración que por más de 50 años se anidó en los corazones de los deportistas chilenos, que desde 1951, desde los Juegos Panamericanos de Buenos Aires, siempre fueron visitas.
También resaltar que este compromiso con el deporte continental nació bajo la segunda presidencia de Michelle Bachelet; se mantuvo en el segundo mandato de Sebastián Piñera, y se está ejecutando ahora con Gabriel Boric en La Moneda.
Ello revela que fue un sólido e inamovible compromiso de Estado que, aunque con altos y bajos, con estallido social y pandemia de por medio, que no se abandonó y al que no se renunció, como ocurrió dos veces durante la dictadura.
Ahora, a disfrutar con legítimo entusiasmo, con mesurado optimismo y con aterrizadas ilusiones, la esperanza de que el deporte chileno se ubique a lo menos entre los diez países mejores en el ranking del medallero panamericano.
Hay otra esperanza, que ya mencioné en una columna de opinión de estos días: que el deporte y la actividad física sean un derecho fundamental, con acceso universal garantizado y durante toda la vida de un ciudadano, y nunca más vuelva a ser “la quinta rueda del auto”.
Para ello será clave rescatar desde alguna gaveta en La Moneda y actualizar a la brevedad la Política Nacional de Deportes y Actividad Física que se elaboró en el 2016.
Y respecto del emotivo y justo guiño a la memoria que hubo la noche del viernes sólo restaría aspirar a que nunca más un recinto deportivo en el mundo pueda ser, ni por un segundo, convertido en un campo de muerte, de tortura y de violaciones a los derechos humanos.