Columna de José Antonio Lizana: Claudio Bravo no merece menos que una estatua

Se nos va un gigante, se nos va un monstruo, se nos va la muralla y el mejor portero de todos los tiempos de la Selección.
Por JOSÉ ANTONIO LIZANA / Foto: ARCHIVO
Sabíamos que algún día iba a llegar este momento, pero igual cuesta aceptarlo. Pienso en las mejores tapadas de Claudio Bravo jugando por la Selección y se me vienen inmediatamente diez, veinte, treinta y hasta cuarenta a la memoria.
Fueron veinte años resguardando el pórtico nacional, donde se equivocó, corrigió y luego dio cátedra del puesto.
Asimismo, en mis dieciséis años como redactor deportivo, registré todas sus hazañas y debo decir que fue el jugador de la Generación Dorada con el que más vibré y me emocioné.

Se convirtió en arquero récord como atajador de penales y nos brindó dos títulos de Copa América y un vicecampeonato en la Copa Confederaciones. Precisamente, en la tanda contra los portugueses, cuando atajó tres penales seguidos, escribí una nota en un estado tembloroso y casi entre lágrimas y ahora estoy sintiendo lo mismo, pero porque se va para siempre.
Y pensar que algunos chaqueteros lo estaban jubilando la semana pasada, cuando ni siquiera él lo había hecho, pero así somos.
A esos mismos les dije que el «capitán» tenía que estar en La Roja, jugando o no, porque es un líder y un pilar en todo el sentido de la palabra. Y ahora quién va a putear desde atrás? Acaso los líderes de la Selección no eran Bravo, Medel y Vidal. Perdónenme chaqueteros, pero Arias y Bryan no hacen un tobillo de Bravo. Tampoco veo a Diego Valdés, Marcelino Núñez o a Jean Meneses dando la vida por La Roja. Volvimos a ser los mismos de antes.
Se nos va un gigante, se nos va un monstruo, se nos va la muralla y el mejor portero de todos los tiempos de la Selección.
La canción dice que cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo llena otro amigo. Acá se va el mejor arquero de Chile y su espacio por muchos años no lo llenará otro arquero, porque Claudio era un guardavallas completo, que con sus condiciones pudo hacernos olvidar un buen rato del grandísimo Roberto «Cóndor» Rojas.
Este país no tiene la costumbre de dar las gracias y cuando las da, cree que con eso es suficiente. No basta. Hay que despedir a Claudio con honores y después de todo el circo político que quedó en nada, el espacio en la Plaza Italia está disponible para colocar su estatua y si ahí no se puede, sacamos a la virgen del cerro San Cristóbal. No merece menos.
JOSÉ ANTONIO LIZANA ARCE
Nacido en Santiago en 1977, es editor, escritor, diplomado en Periodismo Deportivo y autor de seis libros: “Ceacheí, palabra de campeón” (2008), “Rayando la cancha” (2009), “Mojando la camiseta” (2010), “Pisando la pelota” (2014), “Pelota en la(s) red(es) social(es)” (2018) y “Más allá de la cancha” (2022).