Columna de José Miguel Ortiz: La insoportable superficialidad de la tele política chilena
La urgencia para los partidos es seleccionar en serio a sus candidatos y evitarse el bochorno de ver cómo la desfachatez y ramplonería se apoderan, incluso, de instancias formales, como puede ser una formalización por delitos.
Por JOSÉ MIGUEL ORTIZ VERA / Foto: ARCHIVO
Hace mucho tiempo que la decadente política chilena, recurre a personajes, o corpóreos en realidad a estas alturas, de la farándula, del deporte, del mundo de las redes sociales (influencers, youtubers) para sumar votitos a sus descoloridos partidos políticos.
Son maniobras transversales, de izquierda a derecha. Sin ningún tipo de filtro mínimo, saltándose la vetusta pre militancia, el adoctrinamiento, la necesaria reflexión o la antiguamente llamada “formación de cuadros”.
Sí, señor. Se trata de candidatear a una persona que asegure un caudal de votos, dado su fama mediática o sus dotes en el baile, en los realities o los bizarros escándalos de la chimuchina televisiva.
Si es rubia oxigenada y con bonita sonrisa, mucho mejor.
Pero, las consecuencias de esto pueden ser insospechadamente brutales. Lo de la ex alcaldesa de Maipú, Cathy Barriga, es muy alarmante, no sólo por lo que se le imputa haber hecho, sino porque, al revisar su gestión, la forma en que se comunica con sus audiencias, plantea una interrogante incómoda: ¿qué concepción de lo público o de la política tiene ese partido o agrupación de partidos para ver en ella una persona capaz de impulsar sus ideas en el ámbito municipal? Anteponiendo el bien común por sobre el personal.
Lo llamativo de este caso, es que ella no engañó a nadie, no ocultó su personalidad ramplona y superficial. Todo en ella parece ser básico, carecer de sustancia. Su personalidad real es como la carta del cuento de Poe: nadie la ve porque está toda a la vista y porque en ella todo es traslúcido.
Es cierto que en la democracia de masas, como indica Max Weber, el político sucumbe al peligro de convertirse en comediante y el riesgo de dejarse invadir por la embriaguez personal. Y las fuerzas políticas, a su vez, adherir al triunfo a cualquier costo.
De ahí la urgencia para los actuales partidos de seleccionar en serio a sus candidatos. A evitarse el bochorno de ver cómo la desfachatez y ramplonería se apoderan, incluso, de instancias formales, como puede ser una formalización por delitos. Donde, entre otros, se confunde la administración de una comuna (tan grande y disímil como Maipú) con la gestión de una discoteca o cantina de barrio.