Columna de Sebastián Gómez Matus: La imperdible exposición de Guillo
El jueves recién pasado se inauguró en el Centro Cultural La Moneda la muestra “Derechos humanos, humanos derechos”, del satírico dibujante chileno.
Por SEBASTIÁN GÓMEZ MATUS / Fotos: ARCHIVO
La exposición es una suerte de retrospectiva que invita al espectador a repasar la historia social reciente del país desde la perspectiva de la acción editorial, que históricamente ha sido un nicho de crítica y conciencia social, no sólo en Chile, sino que en gran parte de la humanidad. Es cosa de recordar las estatuas parlantes de Roma, por ejemplo, donde se “cuelgan” epigramas e invectivas.
El trabajo de Guillo (Guillermo Bastías, 1950) ofrece una lectura interesante a través de la caricaturización, maniobra por excelencia de la gráfica política, de los personajes señalados y retratados por su pluma sagaz. De hecho, hoy se nota la falta de un pensamiento dibujado o un dibujo pensante que ayude a reducir la proliferación discursiva de nuestro tiempo.
Si hubiera que homologar estas tiras tragicómicas de Guillo con el presente, no sería muy difícil encontrar un aliado en el meme; sin embargo, el meme no supone arte alguno, apenas ingenio, además de la ingenuidad que ofrece el soporte, ya que siempre son materiales que provienen del imaginario dominante, como si el pensamiento no pudiera desprenderse del imaginario que lo limita. Por otra parte, los sobrentendidos de los memes alude a la cultura que Guillo intentó ridiculizar y combatir con un trabajo que hoy merece esta exposición.
La muestra recorre los 15 años de trabajo editorial en la revista APSI y expone más de 50 dibujos realizados durante la dictadura y en los primeros años de la democracia, esa época difusa donde germinaba nuestro presente, que de regalo tiene poco. El texto de la exposición lo señala como un “humorista gráfico”, lo que da para pensar si realmente es un humorista, ya que esto podría devaluar su trabajo o, como es habitual, rebaja la cualidad intelectual del humor, que es central en el pensamiento crítico, a la vez que un respiro entre tanto absurdo.
Por supuesto, la muestra contiene dibujos de su personaje clásico: el Reyecito, un Pinocho revestido por el ridículo de su imagen, anverso proporcional a la brutalidad de su cobardía. Recuerdo una frase de uno de los hijos del dictador tras ver la imagen de su padre en esa foto siniestra con las gafas negras. La frase era algo así como: “Ahí mi papá terminó de consagrar la imagen que todos recuerdan de él”.
Los dibujos de Guillo nos muestran a un dictador feble, abstruso y amodorrado en su nadería. Lo político de Guillo no radica tanto en lo evidentemente político de su personaje, sino en la desacralización de los mismos. Es relevante considerar hoy esta maniobra pictórico-intelectual, cuando el populismo supo recaudar la inocencia y la ignorancia de la masa que votó al gobierno de turno, en gran medida por temor a que el país cayera en manos de un sicópata. Ya deberíamos tener bastante con la lógica del mal menor.