Columna de Sergio Gilbert: Llegar a Primera…¿para qué?
Son pocos los equipos que suben y que tienen la capacidad no de ser competitivos, sino que, derechamente, de mantenerse por un buen tiempo en el lugar que tanto soñaron estar.
Por SERGIO GILBERT J. / Foto: ARCHIVO
Para no pocos aficionados y analistas futboleros, el Torneo de Primera B de esta temporada -que aún se está jugando en su fase de liguilla- ha sido el mejor de la historia. Incluso, más entretenido, competitivo y de mayor nivel técnico que el de Primera División.
Discutible ambas sentencias.
Primero, porque la simple revisión nemotécnica trae a colación torneos de Primera B -o de Segunda División o Ascenso, como se denominaba antes- tanto o más apasionantes que éste de 2023, con partidos de resultados increíbles, en canchas de pésimo estado con figuras veteranas y definiciones extrañísimas con hombres de maletín dando vueltas por los entrenamientos.
En cuanto a eso de que ha sido mejor que el torneo de Primera División también es bien discutible, porque si en esta última no ha habido demostraciones futbolísticas de alto vuelo, tampoco las habido en la B. Los chispazos han sido para uno y otro.
Lo que sí hay que valorar en el torneo de la Primera B es que siempre hay más equipos involucrados en la gran competencia, es decir, la lucha por ascender.
A diferencia de lo que pasa en Primera División, en la B no hay tanta diferencia de presupuestos para armar los planteles (las hay, pero no a nivel sideral como en la División de Honor) por lo que naturalmente se da que haya más equilibrio de fuerzas.
De hecho, Cobreloa, que resultó campeón y logró su ascenso, tuvo que luchar hasta la última fecha para superar a Santiago Wanderers y quedarse con el premio doble.
Por ellos es que, de cara a la definición por el segundo cupo de ascenso, que en estos momentos juegan Iquique, Antofagasta, Santiago Wanderers y Temuco, seguramente aumentará el caudal de emociones y terminará siendo una lucha con desenlace infartante. Como siempre.
Ahora, cabe preguntarse: ¿Cuál es el real objetivo que pretenden los equipos de la B al lograr su ascenso a Primera? O dicho de otra manera: ¿Qué aspiran a hacer y cuáles son las herramientas con las cuales esperan obtener lo que se proponen?
Ahí está el punto. El logro del objetivo por el cual tanto se lucha, pocas veces va aparejado con la responsabilidad que debe asumirse en la nueva condición.
Son pocos los equipos que suben y que tienen la capacidad no de ser competitivos, sino que, derechamente, de mantenerse por un buen tiempo en el lugar que tanto soñaron estar.
No es extraño.
Para la gran mayoría de los que dirigen esos clubes que obtienen el ascenso, la tarea está cumplida al conseguir este objetivo. Y asumen que lo que viene es sólo recibir los frutos de ese logro (mayor aporte de la TV, mejores recaudaciones ante rivales populares) y no una obligación por avanzar para ser mejores y merecer estar en el lugar que tanto soñaron.
Claro, para qué hacerse mala sangre. Total, si se desciende, habrá otra oportunidad de luchar por subir.
Es la vida del que no tiene vida.