Columna de Sergio Gilbert: Nuestra vieja y querida Copa…
Colo Colo llegó así a la fase de 16 mejores de la Copa luego de seis años y con un registro increíble: es el primer equipo de la historia del torneo -desde que las victorias suman tres puntos y no dos- que se clasifica desde la fase de grupos con sólo seis puntos.
Por SERGIO GILBERT J. / Foto: AGENCIAS
El bus que transportaba al plantel de Colo Colo al estadio General Pablo Rojas (conocido como La Nueva Olla) de Asunción, se quedó en panne un par de cuadras antes del llegar al recinto.
Ni modo. El técnico Jorge Almirón y todos sus muchachos tuvieron que bajarse y caminar hacia el recinto, con cierta vigilancia policial para así no toparse con las casi 35 mil hinchas de Cerro Porteño que, a esa misma hora, llegaban también al recinto a ver el trascendental encuentro que definiría el paso a la segunda ronda de la Copa Libertadores.
¿Fue un hecho casual lo del bus? Nadie puede hoy asegurar lo contrario. Pero tampoco se pueden poner las manos al fuego por este “infortunio”.
No es todo.
Tras casi 100 minutos de lucha intensa, donde las emociones fueron variando de acuerdo no sólo al resultado del partido entre paraguayos y chilenos, sino que también al que jugaban en forma paralela Fluminense y Alianza de Lima en Río de Janeiro, Colo Colo logró su paso a los octavos de final del torneo (1-1) no sin antes de que uno de sus mejores jugadores en el partido -el defensor uruguayo Maximiliano Falcón- fuera víctima de un planchazo criminal por parte del defensor Alan Benítez, que sólo pudo “justificarse” por su impotencia, descontrol y mala leche ante el logro que se le escapó de las manos a su equipo.
¿Insólito? ¿Inédito lo del Benítez? Para nada. En la historia de la Copa han habido “hachazos” más arteros y despiadados que ese. El uruguayo Montero Castillo encabeza el lote. Y a él le sigue un compatriota de Benítez quien, curiosamente, también una noche copera en 1971 -y frente al mismo Colo Colo- pasó al historial de “chuleteros”: Justiniano Enciso, quien prácticamente terminó la carrera del chileno Pedro García.
Sigamos.
Colo Colo llegó así a la fase de 16 mejores de la Copa luego de seis años y con un registro increíble: es el primer equipo de la historia del torneo -desde que las victorias suman tres puntos y no dos- que se clasifica desde la fase de grupos con sólo seis puntos.
No sólo eso. Desde la edición 2015, ninguna escuadra se había clasificado a la ronda de los 16 mejores con sólo una victoria en la fase de grupos (en este caso, la de Colo Colo ante Cerro Porteño en el Monumental). El último equipo fue River Plate de Argentina que, la postre, salió campeón…
Claro, los albos no han sido estelares del torneo sudamericano (aunque han hecho buenos partidos, en especial ante Godoy Cruz de Argentina en la fase inicial y los dos ante Fluminense en la fase de grupos) y con una dosis de fortuna a su favor consiguieron su logro.
Pero, ¿es injusto que se hayan clasificado?
Para nada. La Copa Libertadores, en lo general, premia a los que saben jugarla, más incluso que a los que mejor juegan. A diferencia de lo que acontece en la Champions League, donde la competencia se reduce en general al choque de las escuadras con jugadores que cuestan millones de euros y con entrenadores que escriben libros, acá en el patio trasero, cruzando el charco, en el centro mismo del subdesarrollo, la lucha la ganan los vivos, los estratégicos, los que sienten que los partidos se juegan dentro y fuera de la cancha y que los árbitros (y ahora el VAR) se pueden manejar con una buena espantada.
Es cierto. Si nos ponemos dogmáticos y rigurosos, la Copa Libertadores es una alpargata organizativa al lado de la flemática y elegante Champions League, que hasta himno tiene.
Pero, ¿sabe una cosa? Aludiendo a un emblemático cartel de los 70 exhibido en una calle de Santiago, esta Copa Libertadores es de mierda. Pero es mi Copa Libertadores…