Columna de Sergio Gilbert: ¿Quién quiere ser millonario?
A quienes manejan hoy el fútbol, los dueños o controladores de las instituciones, les importa un rábano trabajar para ganar un título.
Por SERGIO GILBERT J. / Foto: ARCHIVO
La dinámica por la cual se mueve hoy el fútbol chileno está clara: la urgencia de los clubes que conforman el balompié profesional es la obtención de ganancias monetarias y no deportivas. Son excluyentes. Una cosa no es el efecto de la otra. Hay que elegir una u otra y en Chile se elige hace rato la primera.
No es raro. La sociedad chilena tiende más a la opción de acumular riquezas que a la de obtener gloria. Se celebra más que la economía nacional sea alabada por el FMI o por The Economist a que un compatriota sea el mejor en las artes, las ciencias o la literatura. Gabriela y Pablo hoy serían noticia de segundo bloque o de algo más que una breve. El espacio mayor se lo llevaría uno que seguro sabe de números y de variables, pero no de reinas o de canciones desesperadas.
Pero bueno, qué tanto. Es el signo de los tiempos. Y hay que asumirlo para no deprimirse.
Hay que ganar plata, acumular dólares, jugar y trabajar no para ser mejor, sino que para ser más. Como dijo tan sabiamente ese “filósofo” del mercantilismo futbolístico chileno, Michael Clark, a una persona, a un entrenador “hay que evaluarlo por lo que logra y no por lo que es”.
Sería bueno que todo esto se vaya comprendiendo de una buena vez para no pegarnos costalazos a cada rato.
A quienes manejan hoy el fútbol, los dueños o controladores de las instituciones, les importa un rábano trabajar para ganar un título. El gerente deportivo, el DT y los jugadores son mucho menos importantes hoy que el CEO de la empresa controladora, el gerente general e incluso del de marketing. Los primeros son empleados que, además, originan gastos asociados que erosionan las eventuales ganancias. Los otros son los profesionales, los seres pensantes, los que apuestan por fórmulas que permiten engrandecer el patrimonio, el pozo que luego se reparte entre los que alguna vez pusieron el capital para hacerse de la propiedad del club.
Por eso es que hay que ponerles freno a las expectativas, sacarse los bistec de los ojos y captar que las cosas no son como uno quisiera que fueran.
A los accionistas de Blanco y Negro, de Azul Azul, de Cruzados, a los representantes que manejan la mayoría de los clubes chilenos, no se les irá la vida pensando en cómo conformar el mejor plantel posible para luchar por el título nacional o por cumplir dignamente en la Copa Libertadores o en la Copa Sudamericanas. Llegarán entrenadores dispuestos a trabajar con el mínimo (y al que no le gusta puede irse) y jugadores desechados de mercados mayores o definitivamente de medio pelo, mediocres, malitos. Ojalá a préstamo, por truque o por el sándwich y la Coca-Cola.
Es lo que hay. Y el que no lo entienda y siga pensando en que su equipo será potente, competitivo, de alto vuelo, simplemente es inocente.
Acá todos buscan ser millonarios con el mínimo esfuerzo posible. Todos quieren llenarse de plata sin invertir en planes de mediano o largo plazo.
Nadie juega a ganar la gloria.
Eso no es rentable. Fuera con eso. Y así estamos…