Crece polémica por centro de IA en un sector afectado por la sequía

El futuro centro de supercómputo que promete impulsar la inteligencia artificial en Chile genera inquietud por su alto consumo de agua en una zona duramente afectada por la escasez hídrica.

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Por Cristián Carrión
Actualizado el 4 de junio de 2025 - 5:11 pm

La disyuntiva es crear IA sin perjuicio de la naturaleza / Foto: ARCHIVO

El anuncio del Gobierno de instalar un centro de supercómputo para inteligencia artificial en Viña del Mar ha desatado una ola de reacciones cruzadas. Aunque la propuesta busca posicionar a Chile como productor de tecnología y no sólo como consumidor, su localización en una región que enfrenta una de las peores sequías del país ha encendido alertas ambientales.

Durante su Cuenta Pública, el Presidente Gabriel Boric reveló una inversión histórica de US$14 millones para construir dos centros de alto rendimiento, uno en la Región Metropolitana y otro en Valparaíso. La medida se enmarca en la Estrategia Nacional del Litio y la Política Nacional de Inteligencia Artificial, con el objetivo de fortalecer la capacidad nacional para desarrollar IA propia.

El plan estatal y sus protagonistas

El primero de los centros fue adjudicado a la Universidad de Chile bajo el nombre SCAI-LAB. Estará orientado a entrenar modelos de IA de gran escala desde el actual Laboratorio Nacional de Computación de Alto Rendimiento, con apoyo de otras 39 instituciones académicas y tecnológicas del país.

El segundo se emplazará en Viña del Mar y estará a cargo de la empresa Tecnoera, junto con la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y la Universidad Técnica Federico Santa María, entre otras entidades.

Este centro se enfocará en brindar servicios accesibles y escalables para el desarrollo de inteligencia artificial aplicada a pequeñas y medianas empresas, instituciones públicas y sectores productivos.

Una infraestructura moderna, pero exigente

El data center de Tecnoera operará bajo certificación Tier III y espera atender a más de 500 empresas en sus primeros cinco años. También se proyecta capacitar a más de 5.000 personas. Sin embargo, la implementación de este tipo de infraestructuras implica un fuerte gasto energético y una alta demanda de agua para enfriar los servidores, algo que expertos consideran incompatible con el contexto local.

Rodrigo González, seremi de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Valparaíso, defendió la iniciativa argumentando que “la apuesta es construir un ecosistema que nos permita producir tecnología y no sólo consumirla”, destacando que Chile no puede quedarse atrás en el desarrollo digital.

Críticas por consumo y sostenibilidad ambiental

Las dudas surgen por el impacto ambiental que este centro podría generar en una zona donde miles de familias aún dependen de camiones aljibe para abastecerse de agua. Académicos como Gustavo Alcántara, de la Usach, advierten que los sistemas de supercómputo operan 24/7 y requieren métodos eficientes de refrigeración, siendo el uso intensivo de agua el más común.

Este punto se vuelve especialmente sensible si se consideran datos recientes: se estima que generar imágenes con IA, como las virales creadas al estilo Studio Ghibli, puede consumir millones de litros de agua en pocos días, cifra comparable al consumo mensual de una ciudad pequeña.

Fondos públicos y administración sin fines de lucro

Cada centro recibió US$7 millones de inversión estatal y será administrado por una corporación sin fines de lucro, integrada por actores públicos y privados. El objetivo es que antes de fin de año se conforme su directorio y comiencen a operar las instalaciones.

Pese al alto costo, desde el Gobierno aseguran que se trata de una apuesta a largo plazo. “Si no disponemos de infraestructura para desarrollar IA, simplemente quedamos fuera del mapa”, sentenció el seremi González, enfatizando que el foco no está sólo en la tecnología, sino en la transformación del modelo económico nacional.

Desarrollo versus territorio: el dilema sigue abierto

El centro de supercómputo en Viña del Mar representa un hito para el país en términos de innovación y tecnología, pero también expone un dilema profundo: ¿es viable impulsar avances tecnológicos sin comprometer recursos vitales en zonas vulnerables? El desafío será avanzar sin olvidar que el desarrollo debe considerar también el equilibrio ambiental y la justicia territorial.