De brutales a brutos
Son muchos los factores los que deciden que a un entrenador le vaya bien o mal. Un día están en el cielo y al siguiente en el infierno. Y puede ser por un penal mal cobrado o un offside sin sanción. El hecho es que hoy aparecen nombres nuevos que opacaron a los de Guardiola, Klopp y Mourinho y asoma una nueva moda.
Por JULIO SALVIAT
El Real Madrid ya está dudando de si su entrenador es tan bueno como parecía. Y lo mismo está ocurriendo en el Liverpool… La Juve despidió a Mauricio Sarri y le cedió el puesto a uno de sus ídolos, Andrea Pirlo. Barcelona echó a Quique Setien y, aunque su presidente tiene los ojos puestos en Xavi Hernández, lo más probable es que llegue Ronald Koeman, otro culé de corazón… ¿Qué será de José Mourinho, callado desde hace tanto tiempo?.. ¿Por qué ningún equipo grande se interesa en Marcelo Bielsa?
Todo lo anterior tiene que ver con lo zigzagueantes y precarias que suelen ser las carreras de los entrenadores y lo cambiantes que son los sentimientos hacia ellos. Fernando Riera patentó una frase que lo describe muy bien: “Un día somos brutales, y al siguiente somos brutos”.
Ha sido eterna la discusión sobre la influencia que tiene un técnico en el equipo. Los que más saben le otorgan entre un 20 y 30 por ciento. Una confesión: durante muchos años pregoné que los entrenadores se dividían entre los “buena suerte” y los “mala cuea”. No les asignaba mayor influencia. Hasta que llegó Bielsa y me dejó con la boca cerrada.
Resulta difícil, de todos modos, ser tajantes y concluyentes con ellos. Si miramos lo ocurrido en la Champions League, los más prestigiosos no figuran. Ya están en prematuras e indeseadas vacaciones los dioses de las bancas europeas: Pep Guardiola, Jurgen Klopp y Zinedine Zidane. Y en la cúspide, craneando tácticas, asoman (vamos aprendiendo estos nombres) Julian Nagelmann con el Leipzig, Thomas Tuchel con el PSG, Hans-Dieter Flick con el Bayern Munich y Rudi García con el Olimpique de Lyon.
Van pasando los años, y van cambiando las modas futbolísticas.
Durante mucho tiempo las pautas las dictaron los italianos. Desde que Helenio Herrera inventó el catenaccio, adaptando el famoso «Cerrojo del suizo», del austríaco Karl Rappan, permanentemente han figurado como modelo de entrenadores. Y aparecieron Arrigo Sacchi, Carlo Ancelotti, Marcelo Lippi, Fabio Cepello…
De pronto se olvidaron de ellos y asomaron los holandeses (ahora hay que decirles neerlandeses), casi todos seguidores de Rinus Michel, el soberbio creador de la Naranja Mecánica. Su gran pupilo, Johan Cruyff, fue también su gran sucesor. Y de atrás llegaron Louis Van Gaal, Guus Hiddink, Frank Rijkaard, Ronald Koemann.
Por estos días, los que están de moda son los alemanes. Desde Helmuth Schoen, siempre hubo buenos. Pero Jurgen Klopp, Thomas Tichel y Julian Nagelmann ya se pusieron a la altura de Jupp Heinckes, Udo Lattek y Dettmar Klamer.
Los españoles también lucieron en su momento. En la antigüedad, Miguel Muñoz y Luis Aragonés. Más cerca, Vicente del Bosque y Rafael Benítez. Ahora, es Guardiola el que lleva la bandera, con muchos seguidores entre los técnicos de todo el mundo.
De los chilenos hablaremos otro día. Ahí el tema de discusión es otro: ¿hay tanto extranjero dirigiendo a los equipos locales porque son más baratos o porque son mejores que los nuestros?