El fútbol chileno y la comedia, uno solo
Nuestros dirigentes tienen alma de artista. De otra manera no se explica lo empecinados que han estado históricamente y siguen estando en recrear los mejores gags, trucos y chistes de míticos bufones como los Tres Chiflados, Jim Carrey y Melón y Melame.
Por ELE EME
“La comedia es la tragedia más tiempo”, sentenció alguna vez la en su época exitosísima y hoy octogenaria comediante Carol Burnett. La frase me hizo todo el sentido del mundo hace poco, al recordar el bochornoso viaje de Aníbal Mosa, Marcelo Espina y Harold Mayne-Nicholls a Brasil –hace poco más de un año– para contratar como entrenador de Colo Colo a Luiz Felipe Scolari. En su minuto que volvieran con las manos vacías (de hecho, fue peor aún: regresaron dando por hecha la lujosa adquisición para al cabo de unos días enterarse de que Scolari no vendría) fue un mazazo para los colocolinos y una pena para el medio, que se habría visto inesperadamente potenciado por la presencia de un campeón del mundo como “Felipao”, pero con el paso de los meses ese episodio ha hecho acreedores a sus protagonistas de una inevitable comparación con los mismísimos tres chiflados.
Y no sólo por esa gestión, tan aparatosa como desastrosa (como todas las que emprendían Larry, Moe y Curly), sino por el grueso de su cometido conjunto. Recuerdo a vuelo de pájaro desde el caso Zaldivia, que cayó en el abuso laboral desatado, hasta la salida de Barroso del club (con Quinteros que seguía considerando al central entre sus planes días después de anunciada su partida), pasando por el torpe manejo de los derechos de imagen pagados a parte del plantel y coronando esta sucesión de pastelazos con el despido por la prensa de su último ídolo (Paredes).
Como éste, hay una multitud de ejemplos de involuntarios tributos a grandes personajes del humor mundial de todos los tiempos. Por ejemplo, y para ir a la vereda del frente, Sergio Vargas y Rodrigo Goldberg parecen estar empeñados, una y otra vez, en rendir homenaje a las disparatadas performances de Jim Carrey y Jeff Daniels en el legendario buddy film de mediados de los ’90, “Tonto y retonto”.
No les cuesta mucho reclutar adiestradores para el primer equipo, pero se complican lo indecible para alejarlos de sus funciones cuando el despeñadero asoma como un destino cada vez más cercano. Y, para completar lo hilarante de su trabajo, cuando llega el siguiente DT se encuentra con la excusa perfecta para dilatar su exoneración: “yo no armé este equipo”.
Es cierto que Dudamel llevó a la escuadra azul a la Libertadores (en rigor, la pre-pre-pre Libertadores), pero eso habla más de la inoperable irregularidad del fútbol chileno, en que un club gana dos partidos y queda a tiro de cañón para ganar un cupo a un torneo internacional, que de algún mérito futbolístico del venezolano amigo de desafiar los protocolos sanitarios.
Por un lado, “el polaco” se anota un poroto al repatriar al “buque insigna”, Walter Montillo, pero luego no mueve un dedo para que esté a gusto en su último año de carrera (terminó como suplente de Jimmy Martínez, que sólo dando 20 pases gol por partido, la mitad de ellos de taco, podría llegarle a los talones).
Por su parte, “Superman” no halla nada mejor que enfrascarse en una sucesión de dimes y diretes con el arquero más ganador en la historia del club, que recientemente anunció su retiro de la actividad. Inteligencia emocional en el tercer subterráneo.
El autoexiliado mandamás de Unión Española, Jorge Segovia, es la viva imagen de Ralph Rotten, el recargado villano inmortalizado por Jerry Lewis y que se ganaba el unánime abucheo de quienes presenciaban sus burdas fechorías. Porque convengamos se puede rasgar vestiduras por la transparencia dirigencial (lo que se tradujo en que Unión no se presentó a jugar contra la U la semifinal de la última Copa Chile), pero no si quien lo hace se encuentra técnicamente prófugo de la justicia, a muchas millas de vuelo de distancia.
Si yo fuera hincha de los rojos (y vaya que lo fui, en 1975) definitivamente me incomodaría que la cabeza (en las sombras, pero cabeza al cabo) de mi equipo fuera alguien de la calaña de Jorge Segovia.
Y así, suma y sigue: en este verdadero “Yo soy” de la comicidad. El recordado doctor Orozco hizo lo suyo con Cantinflas, sobre todo cuando le prestaba ropa, sede y blanqueo de imagen sistemático a los chiquillos de la “escuelita de Los de Abajo”. Con la lengua hacía mejores amagues que los del “chico” Hoffens en ese inolvidable minuto final de la definición de la liguilla grande contra Colo Colo, al despuntar el año 1981 (jugada previa al agónico gol de Salah en el Nacional).
Rolando Molina era una suerte de Mr. Bean, claro que con la no despreciable diferencia de que sus payasadas no le hacían demasiada gracia a los involucrados. Un ejemplo: la Gananga, mitad rifa y mitad compra de asientos para sacar de la aduana de Iquique el soñado estadio tipo mecano de los azules.
Como el nuestro es un país generoso, al cabo de unos años Molina llegó a presidir la actual ANFP. Al igual que Reinaldo Sánchez, que de Wanderers saltó a la cúpula del fútbol profesional chileno. Sánchez, junto con Jorge Castillo, pintoresco presidente del vecino Everton, vendrían a ser los Melón y Melame: al principio nos entretuvo tanta ordinariez de sopetón, hasta que los chistes repetidos y las lágrimas de cocodrilo (agréguele los cheques de goma en el caso de los dirigentes) empezaron a quitarles gracia a la velocidad de la luz.
¿Y quién sería Sergio Jadue? Nadie más que Tamariz, el mago que mezclaba humor con el arte de desaparecerlo todo (en el caso de Jadue, entradas de cortesía, cuadros, recortes del sueldo de Sampaoli. Y hacía aparecer ascensores de la nada). En su acto supremo, se desapareció él mismo (mientras Chile se jugaba la vida en la cancha en unas clasificatorias mundialistas contra Uruguay) para aparecer en otro país y como testigo protegido del FBI (otra similitud con Tamariz: lo gritón). Háganme esa. Ni Copperfield.
Para que no se crea que estos sentidos homenajes de nuestros dirigentes sólo se circunscriben al pasado, tenemos el caso de Pablo “Me-preocuparé-de-que-nadie-manche-tu-nombre” Milad, actual presidente de la ANFP y primo de Jadue. Es como el coyote del correcaminos, que caramba, Sapito, que nos hizo reír en nuestra prehistórica niñez. Nunca le resultan sus planes. Hoy por hoy se encuentra trabajando muy duro para que próximamente vea la luz uno de sus mayores fracasos, la peregrina idea de levantar el nuevo complejo “Juan Pinto Durán” en… un ex centro de torturas (cerros de Chena).
“La comedia es la tragedia más tiempo”. Hablaba en serio Carol.