En el ranking mundial de clubes, hasta los “grandes” nuestros dan pena…

Colo Colo ocupa el lugar 666 y la U bordea la posición 1.000, a punto de caerse del escalafón. El mejor ubicado de nuestras instituciones es curiosamente Palestino, cerca del lugar 500, y seguido de cerca por Universidad Católica, el “sólido” líder de nuestra miserable competencia casera. ¿Esta fue la maravilla que nos prometieron con las Sociedades Anónimas Deportivas?

A usted, que le gusta el fútbol, y se precia de estar más o menos al tanto de clubes, competencias, resultados y figuras, ¿le suenan Aguilas Doradas, Jaguares, Herediano o Alianza Petrolera? Seguramente no. Porque se trata de nombres de clubes que incluso para tipos mucho más aficionados o especializados -digamos los propios periodistas, entre los que me cuento-, dicen bastante poco.
¿De qué clubes se trata? ¿De dónde son? ¿Cuál es su gracia como para mencionarlos y plantearles a ustedes el ejercicio de identificarlos?


De partida, más respeto con ellos. Porque aunque a la inmensa mayoría del aficionado chileno los nombres antes mencionados no les digan nada, y hasta piensen muchos que son de ficción, se trata de clubes de este lado del mundo absolutamente reales y que no tienen su sede en algún irreal Macondo. Y si les pedimos más respeto hacia ellos es, sencillamente, porque resulta que esos “clubcitos”, que parecen de mentira y hasta fruto de una broma, cuentan con mucho mejor ranking mundial que los clubes que semana a semana protagonizan nuestra cada vez más venida a menos competencia.
Y -con todo el respeto del caso- no nos estamos refiriendo a un Huachipato, a un Curicó Unido o a un Unión La Calera. No. Nos estamos refiriendo a los “acorazados” que tenemos en casa. A esos denominados “grandes” que arrastran multitudes y que, cuando cada fin de semana juegan para el Canal del Fútbol, prácticamente monopolizan el interés nacional, dejando a los canales nacionales de la denominada “televisión abierta” y su programación generalmente ramplona como simple relleno.


O válvula de escape para aquellos pocos indiferentes de la “pasión de multitudes”, para los que abominan del fútbol o para esa señora Juanita que detesta a los peloteros tanto como ama sus “culebrones” y esos originales programas donde muestran cómo preparar los más diversos platos y de los cuales está llena nuestra pantalla.


Para decirlo sin más rodeos, los “clubcitos” antes mencionados, y que -lo reiteramos- no son para nada fruto de la prolífica pluma de García Márquez, cuentan con una mejor figuración a nivel mundial que Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica. Los escalafones de la IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Fútbol), y el que tiene su origen en España, así lo demuestran.
Es más: nuestros “grandes” están tan venidos a menos, que resulta que Palestino, uno de los clubes considerados “chicos” de nuestra modesta competencia, está hoy por hoy en el ranking mundial de clubes mucho mejor posicionado que las dos Universidades y que Colo Colo, sin duda el más popular de nuestro medio, pero que en los últimos años ha venido dando pena reiteradamente en cuanto torneo internacional le haya correspondido intervenir.


Azules y “cruzados”, la verdad es que tampoco lo han hecho mucho mejor.
Ese Colo Colo que en el ya lejano 1991 supo ganar esa Copa Libertadores que ya le habían birlado en 1973, y que jugó alguna vez una semifinal, aparte de dos semifinales de la ya desaparecida Supercopa (torneo que reunía a los ganadores de la Libertadores), en su momento de mayor esplendor llegó a ubicarse como el 4° club más poderoso del mundo futbolística y estadísticamente hablando.


Y ojo: esos logros se alcanzaron sin los genios salvadores que llegaron como plaga de langostas al fútbol nacional con el avenimiento de las Sociedades Anónimas Deportivas. La mayoría pillastres de poca monta que buscaban -ilusos ellos- una ganancia fácil o una figuración pública que les blanquera la imagen o les proporcionara valiosos contactos para sus negocios particulares.


Colo Colo llegó a lo más alto de Sudamérica con su gente, no con advenedizos ni audaces generalmente turbios. Fue campeón siendo Corporación de Derecho Privado sin fines de lucro en tiempos en que, no existiendo un Canal del Fútbol, los dirigentes estaban obligados a hacer gestión para pagar la planilla, hospedajes y traslados. En suma, para sostener el club sin ávidos accionistas a la espera de recibir dividendos.


Fue el mejor porque, contratando siempre jugadores provenientes de otros clubes para mantener o fortalecer su competitividad, su cantera -inversión mediante- produjo siempre jugadores notables que, además de ayudar a tener una Selección Chilena que nos enorgulleció, fueron en su momento a reforzar a los mejores clubes del mundo.
¿Qué te hicieron Colo Colo? ¿Qué te hicieron Universidad de Chile y Universidad Católica para estar tan venidos a menos en el concierto mundial? ¿Qué fue de esa Unión Española que alguna vez jugó la final de la Copa Libertadores ante Independiente? ¿Qué de ese Cobreloa que dos veces seguidas estuvo en la misma instancia?


Si Palestino es el mejor ubicado, en el puesto 489, detrás a nivel mundial de clubes le sigue Universidad Católica, en el lugar 490. Colo Colo recién aparece en la ubicación 666, seguido por la Universidad de Concepción (705), Deportes Temuco (712), Unión La Calera (744), Unión Española (844), Deportes Antofagasta (926) y Universidad de Chile (962).


¡La U, el equipo más popular del país luego de Colo Colo, que cuenta con una hinchada tan fiel como gigantesca, está a punto de caer y desaparecer de ese ranking…!
Se nos dijo que las Sociedades Anónimas Deportivas, presentadas en su momento poco menos que como la panacea para todos los males que efectivamente aquejaban al fútbol nacional, no sólo le devolverían al fútbol su seriedad, sino que implantarían en la actividad un nivel de profesionalismo que redundaría en un colosal fortalecimiento institucional y deportivo de los clubes.


La frase del primer gerente que tuvo la usurpadora Blanco y Negro, la hemos consignado ya en más de una oportunidad, pero bien vale la pena recordarla otra vez para medir la dimensión del engaño, la medida del gigantesco buzón que se nos vendió. George Garcelón dijo, con todas sus letras: “En cinco años haremos de Colo Colo el Manchester United de Sudamérica”.
Y no fue chiste. En la prensa de la época está más que registrado. El problema es que, después de quince años de hecha esa delirante promesa, incluso para el modesto plano nacional el “Cacique” no pasa de ser un equipito.


Lo cierto es que el sistema, implantado por la fuerza de los poderes fácticos tras hacer “quebrar” mañosa y hasta ilegalmente a Colo Colo y Universidad de Chile, ha sido un rotundo fiasco. No sólo eso: ha resultado un sistema tan nefasto como corrupto.


De partida, durante su vigencia se registró el mayor robo que haya afectado a las arcas del fútbol nacional en toda su historia. No sólo eso: los regentes más sagaces y avispados de varias de esas instituciones estafaron reiteradamente al Fisco, presentando a sus series menores como un club aparte para obtener millonarios financiamientos del Sistema de Proyectos Deportivos sujetos a franquicias tributarias.


Y el Estado chileno, sospechosamente “ingenuo”, se dejó embaucar alegremente durante años, “ignorando” convenientemente que el sistema ese había sido diseñado para ir en ayuda del deporte aficionado, no para engordar un negocio de privados. Sólo debió parar la chacota tras sucesivas denuncias de los pocos medios de prensa independientes de este país.


Lo curioso es que, más allá de que la estafa quedara clara por el lado que se la mirara, jamás el Fisco exigió la devolución de esos dineros mal habidos, y que le significaron al Estado chileno, además, una pérdida millonaria en lo que a recaudación de impuestos respecta.


Pillados con las manos en la masa, los regentes de varios clubes no escarmentaron para nada: cerrada esa llave, les metieron el dedo en la boca a diversos municipios del país, obteniendo también de éstos millonarias ayudas, supuestamente destinadas a sus series menores.


Esas mismas series menores que también supuestamente eran las beneficiarias de los ingentes millones que Sergio Jadue repartía a manos llenas en tiempos de la plata dulce que generaba una Roja ganadora y además campeona de América por partida doble. Otra mentira gigantesca: los clubes con suerte destinaron una ínfima parte de esos millonarios recursos a sus series infantiles, pero se utilizó la martingala -y se sigue utilizando, aunque en mucha menor escala-, para eludir el pago de los impuestos que realmente correspondía pagar.


Dicho sea de paso: esa Roja jerarquizada y campeona, cuyo desempeño en cualquier cancha del mundo ganando o perdiendo igual nos enorgullecía, fue fruto exclusivo de clubes Corporaciones de Derecho Privado sin fines de lucro. Y es que, con mucho menos dinero que el que hoy existe, los clubes invertían sus escuálidas ganancias en el fortalecimiento de sus series menores, en el entendido que estas constituían le mejor fórmula para producir jugadores que en su momento pudieran dar el salto al primer equipo.


A quince años de la implantación de este engendro, ¿qué jugador de real nivel internacional han producido nuestros clubes? Cero. Ninguno. Los pocos que han podido ganarse un puesto sólo son jugadores “de pijama”. O sea, exclusivamente para la casa. Pero que ninguno de estos muchachos piense que -milagro mediante- van a poder emular lo logrado por Alexis Sánchez, Arturo Vidal, Claudio Bravo, Jorge Valdivia, Gary Medel, Charles Aránguiz y algún otro que se nos escapa.


Durante este receso, además, nuestros clubes Sociedades Anónimas Deportivas prefirieron despotenciarse aún más en lugar de invertir en busca de un crecimiento. Más de 50 jugadores dejaron sus clubes para el segundo semestre. Y vaya paradoja: quien más perdió en esta pasada fue Palestino (sí, el equipo que es nuestra “nave madre” en el concierto mundial), dejando ir tres jugadores vitales (Luis “Mago” Jiménez, Alejandro González y Julián Fernández), por un puñado de dólares.


Sólo la U, producto de su amenazante posición en la tabla, que amenaza con repetir el drama vivido en 1988, a pesar de sus pellejerías económicas tuvo que romper su escuálido chanchito: trajo de regreso a Osvaldo González, sumó a Marcos Riquelme y los hinchas no pierden la esperanza de agregar un tercer refuerzo.
Pero más allá del respeto que se merecen estos muchachos sumados al trabajo del CDA, ninguna de las dos incorporaciones que pidió el técnico Arias están a la altura de lo que antes al menos se buscaba y, con suerte o ingenio, a veces se conseguía.
Esa aproblemada U contó en su momento en sus filas con el peruano Maestri, seleccionado peruano, y con el “Leo” Rodríguez, seleccionado argentino. Universidad Católica se dio el lujo de reunir en un mismo equipo a tres seleccionados trasandinos: Sergio Vásquez, Alberto Acosta y Néstor Gorosito. Y Colo Colo, por último, supo incorporar primero a Marco Antonio Etcheverry, el mejor jugador boliviano de toda la historia, y luego a Marcelo Espina, capitán de esa Selección Argentina que conducía Daniel Passarella.


Lo dicho: las nefastas y corruptas Sociedades Anónimas Deportivas que imperan en nuestro desfalleciente y cada vez más desjerarquizado fútbol, han resultado un inmenso fiasco. No han conseguido, hasta aquí, ninguna de las muchas maravillas que nos prometieron. Es más: hasta para cumplir con los sueldos, la inmensa mayoría de ellas cada fin de mes tienen que hacer figuritas, y eso a pesar de contar con los seguros dineros que les entrega el Canal del Fútbol.


A estas alturas del desastre en que nos tienen sumidos, las preguntas surgen solas:
¿Cuándo se aburren y se van, muchachos? ¿Cuándo van a reconocer que fracasaron estruendosamente, que no han aportado nada y que nada sería más saludable para nuestro fútbol que cerraran de una vez por todas la puerta por fuera?


¿Cuándo, por último, van a reconocer políticos como Ricardo Lagos, Heraldo Muñoz y nuestro propio Presidente Piñera, que entregaron a la voracidad de privados la única actividad del país que generando recursos se mantenía alejadas de sus insaciables fauces?