Hace 66 años que perdimos a nuestra Gabriela

Lucila Godoy Alcayaga, más conocida como Gabriela Mistral, la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1945, falleció el 10 de enero de 1957.
Por EL ÁGORA / Foto: ARCHIVO
Lucila Godoy Alcayaga, nuestra Gabriela Mistral, un nombre insigne en la historia de Chile, no solamente en la literatura, sino que en todo sentido, partió de este mundo el 10 de enero de 1957, es decir, hace 66 años. Pero fue una partida física, porque su nombre, su legado, sigue más vivo que nunca en el corazón de los chilenos.
Nacida en Vicuña, el 7 de abril de 1889, pasó la mayor parte de su infancia en el valle del Elqui, primero en su ciudad natal, luego en La Unión –que hoy se llama Pisco Elqui- y posteriormente en Montegrande.
Gabriela tenía diabetes y problemas cardíacos, además de arteroesclerosis cerebral, que le ocasionaba problemas de orientación. Luego de haber sufrido una hemorragia en su casa y tras la recomendación de su médico, Martin Goldfarb, fue internada en el Hospital General de Hempstead, en Nueva York, el 29 de diciembre de 1956 a causa de un cáncer de páncreas.
El 2 de enero, recibió la extremaunción y dos días más tarde entró en coma. El día 8 recibió la bendición papal por parte del sacerdote Renato Poblete, y falleció a las 05:18 del 10, a los 67 años.
Nacida en una familia de recursos modestos –sus padres, Juan Jerónimo Godoy Villanueva, profesor y poeta, y Petronila Alcayaga Rojas, ambos de ascendencia española- Gabriela se desempeñó como profesora en diversas escuelas y se convirtió en una importante pensadora respecto al rol de la educación pública, llegando, incluso a participar en la reforma del sistema educacional mexicano.
Entre sus obras destacan “Sonetos de la muerte”, “Desolación”, “Tala” y “Lagar”. Y tal vez su poema más conocido sea aquel que dice…”piececitos de niño, azulosos de frío, ¡cómo os ven y no os cubren, Dios mío!”.
A partir de 1933, y durante veinte años, trabajó como cónsul de su país en ciudades de Europa y América. Su poesía fue traducida al inglés, francés, italiano, alemán y sueco, y ha resultado muy influyente en la obra de muchos latinoamericanos, como Pablo Neruda y Octavio Paz.
El 12 de enero se realizó una misa de réquiem en la Catedral de San Patricio de Nueva York, presidida por el cardenal Francis Spellman, arzobispo de Nueva York, mientras que la ceremonia fue oficiada por el sacerdote chileno Renato Poblete.
A la ceremonia asistieron alrededor de 500 personas, incluyendo miembros de las embajadas latinoamericanas ante las Naciones Unidas y miembros del cuerpo consular chileno.
En su testamento, estipuló que el dinero producido por la venta de sus libros en América del Sur debía destinarse a los niños pobres de Montegrande, donde pasó mayormente sus años de infancia.
Sus restos llegaron a Chile el 18 de enero de 1957, a bordo de un avión de la Fuerza Aérea de Chile que aterrizó en el aeródromo Los Cerrillos, y fueron velados en la Casa Central de la Universidad de Chile, donde permanecieron hasta el 21 de enero, fecha en que fue sepultada en el Cementerio General de Santiago.
El 23 de marzo de 1960 fueron trasladados definitivamente a Montegrande, como era su deseo.