La historia se repite
Ocurrió hace 22 años. El resultado final fue un desastre. Vale la pena refrescar la memoria, ahora que el fútbol menor nacional parece estar viviendo un dejà vu con el alejamiento de Hernán Caputto de la Roja Sub 17 para recalar en Universidad de Chile.
Corría el año 1996 y Fernando Carvallo, ya entonces un reconocido formador de jugadores, alistaba el contingente Sub 20 con el cual disputaría en el verano del año siguiente el sudamericano de la categoría clasificatorio para el Mundial de Malasia.
Viento en popa. Así marchaba el proceso de preparación. Era guiado por el más valorado de los entrenadores de menores y éste se mostraba tranquilo y optimista: el sudamericano se disputaría en Chile y sus jugadores estaban ávidos de imitar a sus exitosos antecesores que clasificaron primero al Mundial Sub 17 de Japón y luego al Mundial Sub 20 de Qatar.
No solo contaba con ex mundialistas como Manuel Neira y Silvio Rojas, sino que también con valiosos exponentes del ríquisimo Colo Colo juvenil de los años 90: Pablo Contreras, David Henríquez, Francisco Arrué y Álvaro Sarabia, todos con méritos de sobra para haber sido parte de la selección tercera del mundo en tierras niponas.
Pero el diablo metió la cola. Universidad Católica tentó a Carvallo para dirigir a su primer equipo en reemplazo de Manuel Pellegrini y logró su rápida aceptación.
En un dos por tres el entrenador que se mostraba orgulloso y exultante por encabezar a un plantel pronto a disputar logros trascendentes echaba por la borda todo su discurso y dejaba a “sus muchachos” a la deriva. Poco le importó también a la UC ponerle no piedras, sino que rocas en el camino a un proyecto que involucraba a todo el fútbol chileno.
En la emergencia la dirigencia contrató a Guillermo Yávar. Fue una decisión ilógica: el “Memo” venía de dirigir durante dos años a Deportes La Serena, carecía de experiencia en el fútbol menor y no conocía lo suficiente a los elegidos por Carvallo.
Hizo entonces lo que pensó que era lo mejor para paliar su ignorancia: repitió el ciclo de pruebas ya finalizado por su predecesor y Pinto Durán volvió a llenarse de jugadores que se mostraban ante los ojos del nuevo DT.
Yávar perdió un tiempo precioso en ese filtro. No quedaba mucho para el inicio del Sudamericano y entre pruebas y amistosos jugados sin un equipo totalmente armado el desafío se le vino encima como un maremoto.
La Roja hizo un pobre torneo. No solo en cuanto a resultados, también en el nivel de juego. Si en el ciclo con Carvallo pudo haber algo parecido a una sincronía colectiva, esta desapareció con Yávar.
En Iquique, la primera fase fue apenas regular. Triunfos 3-1 y 1-0 sobre Perú y Ecuador, y derrotas 3-4 y 1-3 frente a Venezuela y Brasil le dieron a la Roja una clasificación como tercera en el grupo A.
La fase final, en La Serena, fue peor. Claudicaciones 2-4, 0-3 y 1-4 ante Brasil, Argentina y Venezuela, respectivamente, situaron a Chile en un humillante último lugar de la liguilla con dos puntos gracias a sus igualdades 2-2 y 0-0 con Uruguay y Paraguay.
Las conclusiones fueron obvias. Nadie estuvo a la altura: ni el club grande que pensó en sí mismo, ni el entrenador que dejó botado su proyecto, ni la dirigencia nacional por elegir mal al reemplazante, ni éste, que aceptó gustoso un desafío que le quedó grande.
“La historia se repite” o “el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra”. Elija cualquiera y acertará. Total, los chilenos estamos curtidos en estos trotes.