La mecánica avasalladora bávara contra las luces parisinas
Aunque el campeón de la Bundesliga pareciera favorito, el pronóstico de esta final es reservado e incierto. Porque al frente, el Paris Saint Germain cuenta precisamente con las armas para explotar las comentadas debilidades del cuadro alemán.
Por RICHARD OLATE
El título de esta crónica no tiene que ver con la industria automotriz alemana ni las noches de ensueño por el Sena con vista a la Torre Eiffel, aunque algo de esta analogía habrá en el choque de este domingo entre el Bayern Munich y el Paris Saint Germain por la final de la Champions League en terreno portugués (domingo 23, 15:00 horas de Chile). Porque en la cancha de Lisboa se enfrentarán por el máximo trono europeo de clubes, dos equipos que encaran los 90 minutos desde premisas diametralmente opuestas: el sistema colectivo contra la magia individual.
Ahí está, el sello alemán, afirmado en la solidez de un esquema de juego atildado (mucho toque, todos con buen pie), trabajado (las transiciones, los espacios para la subida de los laterales, las coberturas, la llegada de los volantes desde atrás al área rival), sistemático (una y otra vez, por la derecha, por la izquierda, volviendo atrás para empezar de nuevo), que va con convicción siempre en busca del arco rival como un martilleo constante (desbordando por la rapidez de aleros, con la movilidad de ese falso 9 que se mueve por todos lados), con diferentes fórmulas (remates de distancia, desbordes que terminan en centros con intención) y talentos que pueden desnivelar al menor pestañeo (Levandowski con espacio en el área es ir a partir de la mitad de cancha casi siempre).
Así lo sufrió el Barcelona en los cuartos de final, donde el Bayern se vio a años luz en dinámica, creatividad y contundencia. Pero no todo es soleado en el campo bávaro. A pesar del impresionante 8-2 ante los catalanes, esos dos goles en contra pudieron ser más. Y lo mismo pudo ocurrir en la semifinal contra el Lyon, donde el equipo galo pudo haberse puesto en ventaja dos veces con claras ocasiones antes del 1-0 y, aunque el resultado final consigna un contundente 3-0, los alemanes sólo se relajaron tras el tercero de Levandowski, faltando muy poco para terminar.
Sí, el Múnich es a rato una aplanadora cuando tiene la pelota y trabaja cerca del área rival, pero su defensa ha mostrado más de una grieta, especialmente por el centro de la zaga, donde Boateng ya no es el mismo que salió campeón mundial en 2014 y está lento (su reemplazante Sule tampoco destaca por su velocidad), mientras su compañero en la zona central, Alaba (lateral izquierdo de formación) si bien compensa con su rapidez y calidad en las coberturas, muchas veces su perfil tan zurdo no lo deja en ventaja frente a los rivales. Así, los delanteros del Lyon pudieron hacer más estragos en la semifinal y hasta el 4-2 contra el Barcelona se veía más cerca el 4-3 que el 5-2 que finalmente cerró el partido. La suerte en esa zona para los dirigidos de Hans-Dieter Flick es que en la portería está Manuel Neuer, quien nuevamente es una garantía de que al menos -por ahora y no vaya a repetir la maldición de Kahn del 2002- pareciera que no dejará que le hagan goles con culpa para su cuenta personal.
Aunque el campeón de la Bundesliga pareciera favorito, el pronóstico de esta final es reservado e incierto. Porque al frente, el Paris Saint Germain cuenta precisamente con las armas para explotar las comentadas debilidades del cuadro alemán. Si bien los franceses no encantan con su esquema de juego y muestran graves inconstancias y baches colectivos en su accionar (han echado mucho de menos a Verrati en esta fase final, aunque el mediocampo de la semifinal con Herrera, Marquinhos y Paredes algo mejoró), cuentan con chispazos de magia de su generoso plantel (Di María ante el Leipzig, Marquinhos como goleador en cuartos y en semifinal, el impensable Choupo-Moting en ese gol postrero ante el Atalanta) y un par de malabaristas de excepción (Neymar y Mbappe) que pueden cargar con todo y convertir el campo de juego en una fiesta circense.
No hay que ser muy letrado en fútbol para saber que, mientras esas dos superestrellas estén en tu equipo y tengan la pelota en su poder, pueden reventar a cualquier defensa y llevarte a ganar lo impensable. Neymar, aunque ha fallado inexplicablemente en la definición un par de veces, ha jugado como el dueño del equipo –que lo es-, apropiándose del rol de líder futbolístico y tomado las banderas en el peor momento contra el Atalanta y con destellos de genio frente al Leipzig. Tanto que se ha ganado todos los elogios, a pesar de estar siempre a un paso de la burla excesiva. A su lado, Mbappe, desde que ingresó en el segundo tiempo frente al Atalanta, demostró que es un monstruo del control y la velocidad, que es la pesadilla de cualquier defensa.
Por lo mismo, el equipo de Thomas Tuchel funciona a partir de cuidar las espaldas con criterio y centrales fuertes, de un mediocampo que se para cerca de la zaga y que rompe bien posicionado y deja pocos espacios, para que con ayuda de Di María u otro escudero ocasional inspirado, Mbappe y Neymar pongan lo suyo, que es demasiado muchas veces. Con esas dos balas de oro, cualquier cosa puede pasar en la cancha del Benfica, aunque al frente estén los siempre temibles alemanes.
¿Quién tendrá la llave para abrir las puertas de la gloria y quedarse con el título? El equipo que pueda ser certero y plasme en la red rival las ocasiones que puedan procurarse. Y que seguro habrá varias por este cóctel descrito. ¿Serán los bávaros y su sistema a ratos demoledor que le encanta a los tácticos o los parisinos a ratos displicentes que de tanto soñar y ensayar firuletes y lujos pueden tocar la gloria y enamorar a los peloteros amantes de la cachaña y la fantasía? Yo no me atrevo a apostar, pero nadie me llame a las 15 horas del domingo. Tengo una cita imperdible, porque habrá fútbol del mejor.
Ficha
Domingo 23 de agosto de 2020
Estadio da Luz de Lisboa
15:00 horas de Chile.
Bayern Munich – Paris Saint Germain
Árbitro: Daniele Orsato (Italia)
Transmite ESPN2 y FoxSport1