La Roja dio un inmenso paso atrás

El cuadro de Rueda fue primero superado y luego vapuleado por un Perú superior de principio a fin y que terminó goleando por 3 a 0 con todos los merecimientos. Lo alarmante, aparte de lo mal que se jugó, es que la falta de alternativas en ataque ya se torna dramática.

Fue un desastre de principio a fin. El peor partido en mucho tiempo. La Roja de Reinaldo Rueda, qué duda cabe, dio un inmenso paso atrás cayendo por 3 a 0 frente a Perú, en Miami, al mostrarse como un equipo insulso, sin profundidad, carente de ideas y con nula capacidad de reacción.

Hasta aquí, la Selección Chilena sacaba la tarea adelante con la conducción técnica del colombiano. En seis, partidos, sólo había experimentado una derrota -frente a Rumania-, que llegó más por errores propios que por mérito del equipo de los Cárpatos. No sólo eso: le había resultado bien el experimento con dos centrales grandotes -Roco y Maripán-, y el equipo mostraba una aplicación en la marca en prácticamente todos los sectores que parecía haberse extraviado en los últimos meses de Juan Antonio Pizzi.

Había, sin embargo, una tarea pendiente, y no fue ciertamente este encuentro la posibilidad de cumplirla: la Roja mostraba un claro déficit ofensivo, al punto que el goleador de este equipo era nada más y nada menos que el central Maripán.

En otras palabras, si el buscado recambio era cuesta arriba de medio campo hacia atrás, de allí en adelante era claramente una tarea ímproba. Una verdadera misión imposible. Para qué hablar del referente de área, del goleador. Ninguno de los que ha actuado hasta ahora -llámese Mora, Castillo, Henríquez o Jeraldino- se han puesto ni siquiera cerca del Eduardo Vargas de sus mejores momentos.

Compararlos con Zamorano, Salas y Caszely ya sería una crueldad sin nombre.

Lo dramático es que no hay más donde buscar y experimentar. Así de claro y simple.

Era claro, además, que Perú llegaba en un mucho mejor momento que el de Chile. De digna actuación en el Mundial de Rusia 2018, el técnico de los peruanos, Ricardo Gareca, cuenta con un equipo formado y afiatado. Súmele a eso buenas individualidades, tipos veloces y fuertes que, cuando los dejan hacer, son capaces de pintarle la cara a cualquiera, porque naturalmente poseen esa técnica y habilidad de la que los nuestros mayoritariamente carecen.

Para decirlo claro, Perú fue superior a Chile en todo momento. Tanto, que terminada la primera etapa cualquiera se daba cuenta de que con el transitorio empate cero a cero la estábamos sacando más que barata.

Mientras la Roja sólo había llegado con ciertas posibilidades sólo una vez en 45 minutos (rechazo equivocado que permitió la entrada libre de Sagal por la derecha para rematar violento y bajo exigiendo a Gallese), Perú se había dado una verdadera farra, porque tuvo al menos tres oportunidades claras que no se transformaron en gol simplemente por impericia, por una buena intervención de De Paul, o por una providencial sacada desde la línea a cargo de Roco.

Dentro de todo ese sombrío panorama, Chile se defendía malamente, a ratos como gato de espaldas, pero milagrosamente estaba sacando adelante la tarea de al menos mantener el marcador en cero.

El problema es que ofensivamente no existíamos. Sin profundidad, claridad ni talento, lo poquita cosa que son futbolísticamente nuestros delanteros quedaba aún más al desnudo. Al no haber pases filtrados, que rompan las líneas defensivas del rival, se hacen imprescindibles la velocidad, la habilidad y la potencia para ganar un desborde por las bandas.

¿Cuántos desbordes ganó Chile? No más de tres en todo el partido. Y no por mérito de Sagal o de Fernandes, que teóricamente debían ser factor de preocupación por las bandas. Ocurrió las pocas veces que Isla, que ya tenía todo un quebradero de cabeza defendiendo, al igual que Mena, pudo pasar y llegar cerca de la línea de fondo para tirar un centro.

Durante largos minutos de la etapa final, se creía que Chile había mejorado, que subía su paupérrimo nivel. No pasaba de ser un espejismo. Ocurre que el equipo tenía más la pelota, pero igual no sabía qué hacer con ella. Todo se limitaba a pases laterales entre los volantes y los delanteros parados por las bandas, pero sin esperanza alguna que, mediante una inspiración, un atrevimiento, se pudiera crearle un estropicio a una defensa peruana que jamás se veía exigida.
Para los giles que siguen dándole importancia a la “posesión de la pelota”, era una golosina. Es verdad: Chile la tenía. El problema es que no sabía qué hacer con ella.

Para la goleada de 3-0, al cabo, se sumaron todos esos factores que hicieron de la Roja un equipito frente a los peruanos. Una pelota que Jeraldino no supo defender sobre la línea de fondo, significó el centro de Carrillo que Roco mandó a las mallas cuando la pelota cruzaba y se perdía. Minutos después, tras un fortuito rebote en Medel, se produjo el contragolpe que terminó con el tiro frontal de Aquino, ingresado recién unos pocos segundos antes.

Y con un Chile absolutamente sometido, a ratos vapuleado, vino la tercera y lapidaria conquista. Había salvado providencialmente De Paul una jugada surgida tras un desafortunado rebote en Isla, pero el balón le quedó a Aquino y este, a favor del resultado y del triunfo ya asegurado, se floreó para eludir a Maripán en una baldosa y ponerla en un rincón alto.

Los minutos finales fueron para los peruanos una fiesta y para la Roja y el público chileno, un completo martirio. Mientras los jugadores del Rimac hacían lo que querían frente a los nuestros, que parecían dibujados, de todos los sectores del estadio -mayoritariamente peruano,- surgían esos “¡oles…!” atragantados durante mucho tiempo.

Fue un tropezón evidente, un gigantesco paso atrás. Una poderosa llamada de alerta.

Al cabo, es mejor que haya ocurrido esta vez, en un amistoso, antes que en un encuentro oficial. Para que tengamos claro que una generación como la que tuvimos es difícil repetirla. Para que, llegado el caso que ese milagro se produjera, dejemos de lado la soberbia que en algún momento permeó a muchos de nuestros jugadores y que los llevó -entre otras cosas- a imaginarse anticipadamente en Rusia 2018.

PORMENORES
Partido amistoso.
Estadio: Hard Rock, de Miami.
Público: 34.016 espectadores.
Arbitro: Armando Villarreal, de Estados Unidos.

CHILE: De Paul; Isla, Roco, Maripán, Mena; Medel (82’ Reyes), Vidal; J. Fernandes (67’ Henríquez), M. Fernández, Sagal (61’ Jeraldino); Castillo (61’ Dávila).
PERU: Gallese; Advíncula, Ramos, Santa María, Trauco; Tapia (73’ Aquino), Yotún; Carrillo (76’ Polo), Flores (76’ Hurtado), Cuevas (88’ Calcaterra); Ruidíaz (85’ Reyna).
GOLES: Roco (autogol) a los 64’ y Aquino a los 75’ y 86’.
Tarjetas amarillas: No hubo.
Tarjetas rojas: No hubo.