La Roja: un empate con gusto a poco
Jugando frente a Rusia, en Moscú, la Selección Chilena fue siempre superior en prácticamente todos los aspectos del juego. Sin embargo, le faltó más peso ofensivo para asegurar una victoria que estuvo al alcance de la mano.
Años atrás, habríamos quedado más que satisfechos –más bien felices-, si la Selección Chilena hubiera rescatado un empate frente a Rusia, en Moscú. Exagerando un poquito, algunos hasta habrían salido a celebrar a la Plaza Baquedano. Esta vez, sin embargo, el empate 1 a 1 que logró la Roja en el Arena CSKA de la capitán moscovita, dejó gusto a poco. Casi, casi, tuvo sabor a derrota. Porque el cuadro de Pizzi fue mejor que el elenco local en prácticamente todos los aspectos del juego, sólo que claramente careció de mayor profundidad y peso ofensivo para traducir esa superioridad en más llegadas y, lo que es más importante, en goles.
Manejando más y mejor el balón, la Roja se insinuaba muy superior en su ya habitual y paciente circulación, sólo que, llegando a tres cuartos de cancha, acababa frecuentemente diluyéndose porque carecía de más y mejores desbordes por las bandas y por el centro tampoco disponía de esa precisión que resulta imprescindible para sobrepasar a un rival que, como Rusia, más allá de su localía, jugó de chico a grande.
El cuadro dueño de casa, fue evidente, se sintió siempre inferior a un equipo que salió a afrontar el partido como uno más de los tantos que ha disputado en el último tiempo y ante rivales mucho mejor dotados que este equipo ruso muy físico, muy aplicado, pero que fiel a su historia basa todas sus posibilidades de éxito en un juego metódico y en la velocidad de jugadores que no destacan precisamente por el talento.
¿Alguna vez pudimos ver a un ruso intentando un amague, un quiebre de cintura para desairar a su marcador o un dribling que, resultando, dejara atrás obstáculos y consiguiera una vital superioridad numérica o al menos el claro para la entrada libre de aquellos que acompañan? Nunca. Porque lo de ellos es el toque rápido, el trazo largo en que se pueda imponer la fuerza y la velocidad, cuando no el físico que gana en la disputa aérea.
Frente a ese cuadro aplicado y cerrado, pero claramente rústico, a la Roja le faltó ganarle al anticipo permanente de los rusos, conscientes de que, si dejaban recibir con espacio y tiempo a los nuestros, se iban a transformar en un cuadro muy vulnerable.
Ofensivamente, y ante ese aparato defensivo bastante férreo, esta vez no tuvimos los jugadores para superar el problema que el rival salió a plantearnos. Vargas estuvo bajísimo. Jugando la mayor parte del tiempo de espaldas al arco, era una y otra vez anticipado, sin que mostrara nunca esa rebeldía para ganarle a la marca. Rodríguez tampoco anduvo. Jamás ganó un desborde, con el agravante de que por su banda Beausejor ya no tiene la velocidad necesaria para superar una marca y llegar a la línea de fondo.
Y él lo sabe, porque opta siempre por el pase hacia atrás o el centro para la cabeza de Vidal.
Por la derecha la situación era sólo un poco mejor. Isla y Fuenzalida algo producían, pero sin la continuidad que requiere un equipo que debe superar a un rival cuyo único objetivo parecía ser controlar los embates del adversario y salir rápido por si alguna contra resultaba.
A pesar de todo aquello, la Roja ya debió terminar la primera etapa en ventaja. Porque el pito Jesús Manzano, a los 39 minutos, le anuló a Vidal un gol absolutamente legítimo. El “Rey” le ganó en el brinco a Kudriashov tras un córner servido por Aránguiz y el español vio una falta que no había existido para nada.
Con la entrada de Sánchez en el minuto 55, por Fuenzalida, la Roja pudo por fin desordenarle los papeles a la aplicada y fuerte defensa rusa. Con su dribling y sus imprevisible enganches (el rival sabe que los va a hacer, pero nunca por qué perfil va a salir), el del Arsenal dejó en claro que lo suyo era lo que la Roja necesitaba en tales circunstancias.
Sólo llevaba un minuto en el campo de juego cuando le metió a Isla una pelota profunda y en diagonal tan precisa, que el “Huaso” pudo superar a la última línea rusa y, tras controlar, meter el zurdazo que se coló en un rincón bajo del arco de Akinfeev.
Pareció, entonces, que era lo más justo. Que, de perseverar Alexis en lo suyo, de nada serviría que el cuadro local mantuviera su aplicación y su orden, porque Sánchez con su talento y habilidad en espacios reducidos podía seguir provocando desaguisados en el fondo ruso.
No se dio como sugería la teoría. Vargas y Rodríguez no estaban en una jornada como para transformarse en aporte, en socios efectivo del tocopillano, aparte de que los rusos entendieron que para pararlo no eran suficiente las buenas maneras y un golpe a uno de sus tobillos nos dejó a todos en vilo, pensando más en lo que viene que en este partido.
Rusia llegó a una paridad con una jugada literalmente caída del cielo. Porque en un tiro de esquina el grandote central Vasin le ganó a la tibia resistencia de los del fondo nuestro para meter el frentazo que dejó sin la más mínima opción a Herrera.
A esas alturas, además, el partido, como todos estos amistosos, había terminado por desvirtuarse. Los sucesivos cambios en uno y otro cuadro lo convirtieron en un duelo donde predominaron el fervor y las ganas, pero traducidas en un absoluto desorden por lado y lado.
En medio de ese panorama, y como suele ocurrir, la Roja hasta pudo ser derrotada. Perdió una pelota en la salida el “Gato” Silva y de su error derivó una carga que Poloz estuvo a punto de transformar en gol con una vivaz tijera ante la que Herrera reaccionó en forma notable para evitar la caída de su valla. Corría el minuto 85.
La Roja deberá igual mejorar mucho para tener posibilidades de éxito en esta Copa Confederaciones.
Medel, por ejemplo, estuvo bien en lo suyo, es decir, en la marca, pero se le vio poco fino en la entrega y dejó varios balones en poder de los rivales. Hernández, por otro lado, estuvo lejos de defraudar, pero tampoco resultó un jugador muy trascendente que digamos.
El déficit mayor, sin embargo, sigue estando en ataque. En el momento actual, por ejemplo, Puch se antoja mejor carta que un Rodríguez que se ha mostrado lejos de lograr la preeminencia que alcanzó en Colo Colo, y que le valió partir al fútbol mexicano.
En cuanto a Vargas, tendrá que redoblar el esfuerzo y el sacrificio para recuperar la importancia que siempre ha tenido en el ataque chileno. Porque con el escaso despliegue y la mansedumbre que mostró esta vez no resultó ningún aporte.
Pero mientras dispongamos de un Vidal, de un Alexis, más el concurso adecuado del resto, seguimos siendo competitivos.
Y eso, para la miserable realidad interna que vive nuestro fútbol, es lo más parecido a un milagro.
PORMENORES
Partido amistoso previo a la Copa Confederaciones.
Estadio: Arena CSKA, de Moscú.
Arbitro: Jesús Manzano (España).
Público: 15 mil personas, aproximadamente.
RUSIA: Akinfeev; Shiskin, Vasin, Kudriashov (80’ Kambolov), Samedov; Golovin, Glushakov, Miranchuk (60’ Poloz), Smolnikov (66’ Erokhin), Kombarov (72´ Zhirkov); Smalov (86’ Bukharov).
CHILE: Herrera; Isla, Medel (63’ Díaz), Jara, Beausejour; Vidal (81’ Pinares), Hernández (76’ Silva), Aránguiz (73’ Gutiérrez); Fuenzalida (55’ Sánchez), Vargas (81’ Sagal) y Rodríguez.
GOLES: Isla a los 56’ y Vasin a los 67’ (Cabeza).
Tarjetas amarillas: en Rusia, Glushakov; en Chile, Hernández y Jara.