La U y Heller: el costo de una pesadilla millonaria

El fracaso del desvergonzado e inepto Sebastián Beccacece -que se lleva tres millones de dólares del fútbol chileno en 15 meses- finalmente forzó un cambio que debilita la posición política del presidente. Con la dupla técnica Jara-Valencia parte la reconstrucción futbolística del equipo azul tras nueve meses de un parto que no fue…

Un allegado a la cúpula de la U, donde Carlos Heller ejercía hasta ahora un poder sin contrapeso respecto de los demás accionistas predominantes, confidenciaba luego de la caída azul en Clásico por la Supercopa que el presidente nunca imaginó -y lo confiesa con amargura- que su apuesta personal por Sebastián Beccacece pudiera cobrarle un costo político tan alto. Y es que el fracaso del entrenador argentino, tan absoluto como previsible, significa mucho más que la salida de un profesional que entre su demanda contra la ANFP por desvinculación de la Selección y su término con Azul Azul se embolsa casi tres millones de dólares en apenas quince meses.

En rigor, un registro que al ex ayudante eterno de Sampaoli no avergüenza ni afecta en su singular personalidad templada al amparo del casildense, otro DT que sacó ventajas increíbles del periodo financiero más oscuro del fútbol chileno.

Como sea, la falta de idoneidad profesional y la insistencia en mantenerlo en su cargo por nueve meses -un parto doloroso y frustrado- con los peores resultados en los nueves años de gestión de la concesionaria, representa institucionalmente un daño incalculable para la U en términos de patrimonio, credibilidad, confianza y, especialmente, identificación con las propuestas directivas.

En realidad, el 33,3% de rendimiento del argentino en el comando técnico no alcanza a reflejar plenamente la forma en que su incapacidad e inexperiencia perjudicaron a un plantel millonario, que la dirigencia reestructuró a su antojo para este torneo. El equipo, con su accionar en la cancha, demostró por qué Sampaoli finalmente había optado por prescindir de Beccacece como su asistente en la Selección para integrar a un ayudante de consistencia y de carácter académico, como el español Juan Manuel Lillo, con quien emigró al Sevilla.

Esta U nunca tuvo un fondo de juego, no supo mantener una formación y el quiebre inevitable en el camarín hizo que incluso las individualidades “salvadoras” no hicieran suya la responsabilidad de rescatar al buque para no hundirse con el capitán a la cabeza.

Tras la salida de Lasarte, Beccacece se instaló en el mando universitario con el imperativo básico de ganar el respeto del medio, lo que no consiguió ni con trabajo ni su actitud soberbia. De entrada, por esos días en que los azules festejaban el 8-1 increíble sobre O’Higgins, los estandartes del equipo hicieron un escáner rápido del personaje: “A la U debe llegar gente de trayectoria, acá no se puede venir a hacer la práctica”, expresó en su momento el ex volante y técnico Cristián Mora, más diplomático que Tito Hoffens, quien directamente lo tildó de “un chanta”.

Como sea, el gran soporte del trasandino en su fallida aventura fue Heller, empresario exitoso que aún busca un reconocimiento masivo por parte del pueblo universitario laico, y quien vivió el “via crucis” de contratar, mantener, proteger y finalmente desechar -por presión del medio y la hinchada- a su elegido, tras convencerse de la mala decisión y peor inversión.

En la retrospectiva de un ciclo de antología, de difícil comparación con otro fracaso tan rotundo en el fútbol criollo, los errores de Beccacece fueron tan básicos e infantiles, como por ejemplo armar un cuerpo técnico con un grupo de amigos -Diez y Meneghini, entre otros- como quien invita a un asado. El club agravó el cuadro con decisiones tan absurdas como populistas: la llegada de Luis Bonini responde a ese contexto de emergencia, con un preparador físico que acabó a los golpes con los hinchas…

Si la salida se dilató demasiado, finalmente el despido de Beccacece se formaliza con el pago de 200 millones de pesos y la última condición absurda, que dirija al equipo frente a Iquique en la Copa Chile.

Muerto el perro se acaba la rabia, parafraseó Xabier Azkargorta luego de su rescisión forzada de la Roja, pero el caso de la U dejará secuelas políticas internas que trascienden a la contratación del próximo entrenador. La imagen del Heller “todopoderoso”, que decide sin consenso del directorio sufrió un impacto formidable y dibujará un escenario distinto para el período venidero.

De momento, Azul Azul vuelca sus esfuerzos para recuperarse del terremoto y abordar una reconstrucción que exige decisiones atinadas e informadas, sin caprichos ni obsesiones. Uno de los efectos de las sociedades anónimas ha sido carecer de comisiones de fútbol como en los viejos tiempos, cuando allí se concentraban los directivos con más recorrido y conocimiento. Hoy, en la mayoría de los casos, los financistas que comandan las SADP -Heller en Azul Azul y Mosa en Blanco y Negro- adoptan determinaciones desde un poder económico que no les inocula la sapiencia necesaria. El fiasco de Beccacece acaso marque un hito relevante en el fútbol criollo, siempre tan ingenuo y generoso para regalar millones a quienes ofrecen un producto que finalmente no se puede reclamar ante el Sernac.

Después de la batalla perdida, la U se reagrupa con sensatez y sentimientos. Hay dolor evidente por la decepción, pero nadie cuestiona que la fórmula técnica de emergencia debía emerger de casa. Y mientras se intenta generar puntos de encuentro con Miguel Ángel Russo, Ronald Fuentes o Guillermo Almada, la hinchada aprueba que asuma temporalmente la dupla conformada por Marcelo Jara y Esteban Valencia.

El “Ñato” y el “Huevo” fueron figuras entrañables de los ‘80 y su recorrido en las inferiores avala el derecho a ponerse el buzo para empezar otra vez de cero y devolver la dignidad a un puesto que Beccacece deshonró para terminar a patadas con la gloriosa historia de la U…

Este análisis también lo puedes en la última edición del periódico Cambio 21.