Lo de Salas en Colo Colo era insostenible

La derrota alba frente a Curicó ratificó que los dados estaban echados respecto de la permanencia del técnico albo. Y es que el equipo no sólo perdía con cualquiera, sino que era además un bodrio infumable. Más allá de que claramente el plantel albo está sobrevalorado por los publicistas del fútbol, el “Comandante” cometió gruesos errores y terminó absolutamente confundido al mando de un cuadro que dijo adiós a la posibilidad de un título cuando recién va la quinta fecha.

Por Eduardo Bruna

La “Era Salas”, como acostumbran decir con grandielocuencia comentaristas, especialistas e informadores, llegó a su fin en Colo Colo. Habría que hablar de “Erita”, porque el “Comandante”, una apuesta alba del todo sensata por lo que había sido hasta aquí su trayectoria, no alcanzó a completar un año y medio al mando de una cabina técnica que suele ser un fierro caliente para cualquiera. 

Como suele serlo la de aquel que habite “Juan Pinto Durán”, donde al mando de la Roja se han podido observar cambios inimaginables en la personalidad de los técnicos. Quiero decir que, así como Caupolicán Peña, Orlando Aravena, Luis Santibáñez y Juvenal Olmos, entre otros, evidenciaron un cambio de 180 grados ya instalados en el “laboratorio” de la Selección respecto de lo que habían sido antes de asumir esa pesada y demandante responsabilidad, el Monumental y su banca suelen no estar ajenos a esos influjos.

Y es que así como la Roja y la alba suelen pesar una tonelada para aquel que eventualmente las vista como jugador, así también el peso que se echa sobre los hombros el director técnico de ambos equipos puesto en una instancia que suele ser cumbre, puede ser colosal y muy, muy difícil de sobrellevar

La última de estas muestras es lo que ocurrió con Mario Salas, la mañana de este martes en el Monumental. Fue cesado finalmente por Blanco y Negro y la verdad es que no se necesitaba ser adivino ni poseer una bola de cristal para augurar que sus días al mando técnico del “Cacique” estaban contados.

Dijimos, sin ningún ánimo de augurar, que tras la desastrosa derrota experimentada por Colo Colo frente a Curicó Unido, en el estadio “La Granja”, Mario Salas había firmado su epitafio. Y si los números ya eran suficientemente elocuentes para calificar el rendimiento albo como pésimo en este arranque de torneo, el juego que desarrollaba el equipo ni siquiera permitía apelar a la mala suerte o a los imponderables del fútbol para atenuar la crítica implacable. Porque se puede perder jugando bien. Hasta jugando en forma apenas regular. Pero perder como venía perdiendo Colo Colo, sin jugar a nada, dando pena y evidenciando carencias de todo tipo, es del todo inaceptable en un equipo que, por historia y tradición, si no es campeón se gana con toda razón el rótulo de “fracaso”.

Convengamos, de partida, que más allá de lo considerada y blandengue que suele ser la crítica con los futbolistas, porque la inmensa mayoría de los analistas que pueblan programa de televisión y radio en algún momento lo fueron, Colo Colo, es decir, Mario Salas, contaba con un plantel más que discreto incluso para el modesto plano local. Y es que se trata de un cuadro con mayoría de pataduras, dos o tres viejos cracks, muchachos jóvenes con muy poco futuro y uno que otro jugador que, si no puede calificar como de primer plano, al menos se acerca bastante. Pero incluso con ese plantel de tan poquita jerarquía para lo que ha sido históricamente Colo Colo, resulta inconcebible, inaceptable e intolerable que juegue tan mal.

Y es aquí donde entra a tallar la responsabilidad que le cupo en este desastre a Mario Salas. Porque un buen entrenador no sólo debe saber elegir los jugadores que quiere tener en su plantel: debe saber sacarle partido a lo que tiene, por pobre que sea el material de que disponga. En otras palabras, disimular al máximo las falencias de sus hombres y exprimir todo lo que se pueda las escasas virtudes que estos tengan. 

Para no ir más lejos, lo que está logrando con el propio Curicó Unido Nicolás Larcamón, que suma cuatro victorias en cinco partidos y que está encumbrado en la parte alta de la tabla. ¿Dispone el técnico argentino de un plantel rico y numeroso? Claramente, no. Armó su cuadro con retazos, con jugadores más bien modestos y desprovistos absolutamente de ese cartel que poseen los jugadores albos. Y, sin embargo, con ese equipo sin luces ni guirnaldas, está claro a lo que juega, existe una idea definida, dispone de un funcionamiento y las falencias y limitaciones se soslayan de lo más bien con un despliegue físico que contra Colo Colo fue a ratos hasta conmovedor.

Matices más, matices menos, es lo que se pensó haría Colo Colo bajo el mando técnico de Salas. Pero transcurrió todo un campeonato y ese equipo nunca apareció por ninguna parte. Se pensó entonces, y con toda razón, que un equipo que contaba con veteranos como Paredes, Valdivia, Barroso y el “Pajarito” Valdés, sencillamente no podía jugar así, a riesgo de fundir en veinte minutos a sus viejos estandartes.

El problema es que, claramente, la supuesta idea de Salas para Colo Colo tampoco podía plasmarse en este campeonato. Porque efectivamente partieron Valdés y Valdivia, supuestamente porque el técnico albo dijo no necesitarlos, pero permanecieron Paredes y Barroso, a los que se sumó un “Mati” Fernández que, según trascendidos, tampoco era del “paladar” de Mario Salas.

Rumores de buena fuente señalan que tampoco el técnico albo era partidario de que Esteban Paredes -incombustible ídolo albo- prolongara su carrera un año más. Al menos no en Colo Colo. ¿Por qué, entonces, habría aceptado al goleador y a un “Mati” Fernández que claramente ya viene de vuelta?

¿Para no comprarse con Blanco y Negro un conflicto que pondría en riesgo su permanencia? 

Lo mostrado hasta aquí le daría por completo la razón a Salas, pero es en este punto donde un director técnico tiene que ponerse firme frente a decisiones que, en lugar de ser exclusivamente futbolísticas, son puramente demagógicas, políticas o de marketing. Porque existen fundadas sospechas de que los regentes albos le alzaron el pulgar a Paredes para no provocar un incendio con la barra y al “Mati” como golpe de efecto y la venta masiva de camisetas con el N° 14.

Es duro decirlo, pero el fútbol profesional y de primer nivel no se puede manejar ni con sentimentalismos ni con la calculadora. A Paredes había que agradecerle los servicios prestados a Monumental lleno y ubicarlo en un puesto importante del organigrama albo respecto de las series menores. Algo así como lo que en la U hace Rivarola. Al “Mati”, permitirle prolongar su carrera en otro lado, atesorando el recuerdo de ese chico surgido de las inferiores que, en el año 2006, se ganó el rótulo de “Mejor Jugador de América” y que tantas satisfacciones dio cuando estaba en la cúspide de su rendimiento y con las rodillas intactas.

No fueron esos, sin embargo, los únicos pecados y errores de Salas. Recuperó jugadores que en Colo Colo no habían dado la talla y lo peor es que con él tampoco la dieron. Dicho de otra forma, no fue capaz de mejorarlos. Vilches y Véjar son dos ejemplos, a los que habría que sumar a Bolados si no fuera porque, producto de apenas dos o tres partidos buenos, se ha ganado los más ditirámbicos elogios de comentaristas que, ya sea por gusto o por compromiso, más parecen publicistas. Como ellos saben, y son capaces de hablar de coberturas, diagonales, verticalidad y ese engendro incomprensible de volantes que son mixtos mientras que otros no lo son, me declaro incompetente y le sigo poniendo fichas al extremo derecho llegado hace años ya desde Antofagasta sin que todavía pueda dar el gran salto y consolidarse. A lo mejor, si Colo Colo tuviera al menos un jugador capaz de poner los pases que podía poner Valdivia cuando se dedicaba a jugar en lugar de discutir y pelearse con todos, el futuro de Bolados podría ser todavía un poquito prometedor.

Mantuvo Salas a Barroso y a Insaurralde. El primero de ellos, un veterano, lento por añadidura, es sin embargo uno de los pocos que a su indesmentible oficio suma el saber con la pelota. Todo lo contrario de Insaurralde, que con el balón en los pies es un espanto y su notoria y creciente lentitud lo obliga a cometer una falta tras otra. Qué duda cabe de que ambos tienen oficio, pero desgraciadamente eso no sirve de mucho cuando el equipo contrario cuenta con espacios amplios, situación más que frecuente por lo demás tratándose de Colo Colo.

Al cabo, el mejor defensor albo -Matías Zaldivia- sigue en el dique seco y al parecer ni siquiera alcanzará a estar para los encuentros coperos. ¿Falló lo de Nicolás Díaz, que en lugar de llegar al Monumental viajó al Morelia mexicano? Eso suele pasar, pues Mario Salas. Lo imperdonable es que ni tú ni Blanco y Negro tuvieran un Plan B, considerando lo permeable que se muestra en cada partido tu defensa y en que no hay a qué echar mano.

No se entiende, tampoco, que el ahora ex técnico del “Cacique” haya dejado en el equipo a Carmona, que a esta altura de su carrera pega mucho más de lo que juega; a De la Fuente, un chiste defendiendo y una nulidad atacando; a Parraguez, que es puro esfuerzo pero nula capacidad futbolística con el balón a ras de piso, y peor si es en esos espacios pequeños con los cuales suele toparse la ofensiva alba.

¿Cómo es posible, además, Mario, que lo poco rescatable que han producido las series inferiores albas desde que está Blanco y Negro -me refiero a Gabriel Suazo- juegue cada día peor? ¿Cómo no fuiste capaz ya no digo de mejorarlo, sino al menos mantenerlo? Del resto del contingente “canterano”, mejor ni hablar. Alarcón, Villanueva, Morales y Provoste no existen, aunque entiendo que a este último tuvieras que ponerlo obligado, luego que a los papanatas que dirigen la ANFP se les ocurriera la peregrina idea de que los “cracks” pueden producirse mediante decretos.

Lamentablemente, Mario, terminaste como muchos paranoico, viendo enemigos donde no los había, y absolutamente confundido. ¿Cómo se te pudo ocurrir sacar a Opazo en lugar de a De la Fuente para poner además por esa banda a Véjar? Estamos de acuerdo: el “Torta” no era ninguna maravilla, pero al menos metía la pata mucho menos que su colega De la Fuente, que no sabe parar una pelota. ¿Y viste, además, la que se mandó Véjar frente a los curicanos? Entre él y Campos se tupieron enteros con un balón que llegó al área. Cortés, el volante que llegaba, ni corto ni perezoso aprovechó el regalo para empezar a eludir defensores albos buscando el claro para el remate. Pero mientras Campos al menos reaccionó, y se reincorporó a la jugada corriendo al menos a cubrir el arco, Véjar fue un poema a la indiferencia y se transformó en el espectador mejor ubicado, quedándose pegado como poste a la entrada del área.

Revisa esa jugada, Mario. Fue en el minuto 36. Vas a ver que, cuando el compromiso no existe, o al menos escasea, ni Jurgen Klopp puede sacar esto adelante. Detesto cuando los giles apelan a la no “mojada de la camiseta” para explicar una derrota o una mala campaña. Entre otras cosas, porque es un argumento exclusivamente chileno, y que retrata fielmente nuestro analfabetismo futbolero. Pero lo que hizo Véjar, unido al hecho de que el 80 o el 90 por ciento de las pelotas divididas las ganaran siempre los curicanos, hasta me lleva a pensar que, en una de esas, tu estilo, tu forma de ser, no sintonizó con tus jugadores. ¿Acaso estaban jugando contra los camiones del Bayern Munich o el Borussia Dortmund?

Aparte de los errores que indudablemente cometiste, y tener un equipo discretito que quisiste agrandar artificialmente con la tontería esa del Fórmula 1, ¿no te has puesto a pensar que en una de esas además tus jugadores te hicieron la cama, y de dos plazas?