“Noche Alba”: el último papelón de Mosa y Blanco y Negro

A más de cuarenta días de bajar la estrella número 32, la gestión de la regencia alba ha sido desastrosa en todos los aspectos. Colo Colo sigue sin sumar algún refuerzo de verdadero nivel y la cancelación de la tradicional ceremonia sólo fue el justo colofón para la colosal ineptitud demostrada por los personeros que rigen los destinos del Cacique.

 

La concesionaria de Colo Colo, Blanco y Negro, suma papelón tras papelón, desmintiendo, una vez más y como si hiciera falta, la gestión seria, sólida y ordenada que se suponía alcanzaría el fútbol nacional luego que fuera cooptado por los poderes políticos y económicos para ser transformados los clubes del país en Sociedades Anónimas Deportivas tras décadas de existencia de Corporaciones de Derecho Privado sin fines de lucro.

La guinda de esta indigesta torta fue la anulación de la “Noche Alba”, luego que, a última hora y en forma por lo demás insólita, se arguyera que el Barcelona de Guayaquil no podría viajar a Chile “debido a motivos de ordenanza aérea ecuatoriana”. Dicho en simple: las autoridades locales no habrían dado la autorización para el despegue del vuelo chárter que debía trasladar a Santiago al plantel y cuerpo técnico del cuadro “Torero”.

No se explica el porqué de tal decisión de las autoridades aeronáuticas del Ecuador y lo cierto es que ni falta hace: la pregonada “Noche Alba” iba directo hacia el más estruendoso de los fracasos, puesto que pasados más de cuarenta días de la obtención del título número 32, venciendo a Huachipato, Blanco y Negro sólo puede exhibir como refuerzo para los compromisos que vienen a Brayan Cortés, joven arquero proveniente de Deportes Iquique que, ante la presencia del titular, Agustín Orión, estará condenado a no jugar nunca.

Dependiendo de la voluntad del técnico albo, Pablo Guede, Cortés a lo más podría hacerlo en algún partido de la Copa Chile, desafío claramente menor respecto de los compromisos que deberá afrontar Colo Colo en la Copa Libertadores y en la defensa de su corona durante el campeonato nacional.

Y es que la gestión de Blanco y Negro para potenciar un plantel que claramente necesita de refuerzos para la competencia internacional, sobre todo, ha sido realmente desastrosa.

No se trata sólo de que la regencia alba no esté dispuesta a invertir. Es que tampoco ha existido iniciativa, y mucho menos ingenio, para conseguir los refuerzos que Guede tiene claro necesita imperiosamente para no sumarse a la larga lista de entrenadores albos que han inscrito su nombre como protagonistas de sucesivos papelones del Cacique en el torneo más importante de clubes del subcontinente.

Aníbal Mosa, el presidente de Blanco y Negro, reconoció que las tibias tratativas por lograr el concurso del venezolano Yeferson Soteldo, jugador de Huachipato, habían muerto incluso antes de comenzar: “Nos pidieron un ojo de la cara”, explicó Mosa. Sin embargo, ocurre que la U, que hasta había declarado en todos los tonos que sólo iba a invertir lo justo y necesario, porque teóricamente al menos disponía incluso de menos recursos que los que había enunciado el Cacique, se quedó con un jugador cuya juventud y proyección lo transforma en la transferencia más importante y trascendente del mercado chileno de pases.

¿Qué hizo la U? Ni más ni menos que lo que hizo muchas veces un Colo Colo libre cuando la carencia de una sólida caja se sustituía con ingenio: negociar el préstamo del jugador, a sabiendas Huachipato que lo más probable es que Soteldo, dueño de una velocidad endiablada, y una habilidad que en nuestro medio escasea, pudiera mostrarse para toda Sudamérica y el mundo mucho más de lo que se había podido mostrar desenvolviéndose en nuestra desjerarquizada competencia.

El acuerdo los dejó conformes a todos. La U podrá contar con un jugador claramente desequilibrante para aumentar sus posibilidades frente a Cruzeiro y Racing y el club “acerero” sacará cuentas alegres por una futura transferencia que bien puede alcanzar montos millonarios. Y en dólares.

La pregonada vuelta de Matías Fernández al Monumental tuvo idéntico desenlace. El Necaxa mexicano, que ciertamente debió invertir para traer al jugador de regreso del fútbol europeo, no estaba dispuesto a regalar su pase o poco menos, como al parecer pretendían los ingenuos regentes de Blanco y Negro.

Los chascos continuaron con la fallida contratación de Lucas Barrios, goleador e ídolo albo en las pocas temporadas que alcanzó a jugar en el Monumental antes de que los dólares del Borussia Dortmund se lo llevaran a la Bundesliga.

La disposición del jugador a venir, el hecho que se desvinculara del Gremio campeón de la Copa Libertadores y se transformara en jugador libre, en teoría tornaban su contratación en un mero trámite. Y el entusiasmo de la hinchada alba se reforzaba luego que el goleador señalara en todos los tonos que “lo económico no va a ser problema. A estas alturas de mi vida y de mi carrera, es lo que menos me interesa”.

Lo que ocurrió, ya se sabe. La incorporación del jugador solicitado expresamente como prioridad por Pablo Guede se diluyó entre versiones contrapuestas y tan contradictorias que sólo admitían una conclusión: en la fracasada negociación alguien mintió. Porque mientras Barrios señalaba en todos los tonos que Aníbal Mosa había hecho hasta lo imposible para que él no llegara a Colo Colo, el timonel de Blanco y Negro expresaba que el goleador había exigido un sueldo mensual que para la institución era imposible de pagar. No se quedó allí: Mosa habló de más de 80 millones de pesos cada mes.

Lo paradojal –y además sospechoso- es que Lucas Barrios terminó firmando por Argentinos Juniors, un club que no ha dejado de ser considerado “chico” a pesar de haber producido a Maradona, Borghi y Redondo, entre otros cracks de renombre. En otras palabras, suena a fantasía que Barrios hubiera estampado su firma por los “Bichos colorados” por los más de 120 mil dólares mensuales que según Mosa pretendía.

Lo de Francisco Silva es otro episodio claramente rocambolesco. ¿Acaso pretendía Blanco y Negro que el Cruz Azul les regalara un campeón de América que además ha sido un aporte para la “máquina cementera”? Resultado: el “Gato”, al igual que lo que ocurrió con el Mati Fernández, no se mueve de México y salió ganando: le extendieron su contrato hasta el 2020 e incluso le pusieron una buena cantidad de dólares extras sobre la mesa.

Lo de Carmona fue no sólo rocambolesco, sino además vergonzosamente patético.

El jugador -cómo no-, quería venir. No sólo por lo que significa llegar a Colo Colo tras un largo periplo europeo y tener la posibilidad de jugar la Copa Libertadores, sino porque el estar en el medio le asegura una exposición mediática que en Estados Unidos no tiene ahora que el colombiano Reinaldo Rueda inicia un nuevo proceso al frente de la Roja.

Carmona, uno de los jugadores preferidos de Bielsa, perdió terreno luego con Borghi (acto indisciplinario de por medio), Sampaoli y Pizzi, que sólo lo convocó como jugador indispensable para esa China Cup que la Roja obtuvo a comienzos del año pasado y que se afrontó con una formación claramente alternativa.

Lo insólito es que, existiendo acuerdo económico entre Colo Colo y el jugador, Blanco y Negro le encomendara a Carlos Carmona la gestión de destrabar su contrato con el Atlanta United. En otras palabras, realizar él una gestión que les corresponde a los dirigentes. Dicho de forma tan clara como brutal: mientras el volante debía mendigar por su salida ante el “Tata” Martino y la dirigencia del club estadounidense, Mosa y sus colaboradores se abanicaban en La Serena, donde el Cacique realizó su pretemporada, a la orilla de la piscina y con un daikiri en la mano

Resultado: Blanco y Negro no tenía nada para mostrar en la ahora frustrada “Noche Alba”. Más bien iba directo a una noche negra, porque está claro que las naturales expectativas del hincha, hasta aquí, se han visto absolutamente traicionadas.

En la historia de esta tradicional noche, que constituía más que la presentación del plantel para la temporada la búsqueda de comunión entre jugadores, dirigentes, cuerpo técnico e hinchada en pos de un objetivo común –el éxito-, desfilaron desde cracks indiscutidos hasta elementos claramente de relleno, simples alternativas a tener en cuenta frente a un año intenso. Pero nunca, como ahora, la ceremonia se antojaba tan irrelevante ni tan sin sentido.

Sólo una vez, en el verano de 1998, Colo Colo presentó un solo jugador como incorporación novedosa: Wilson Contreras, lateral volante que, surgido del fútbol copiapino, había llegado a alcanzar la condición de figura y de seleccionado nacional vistiendo la camiseta de Huachipato.

Pero eran otros tiempos. Colo Colo tenía un plantel competitivo a nivel internacional que venía de jugar las semifinales de la Copa Libertadores frente a Cruzeiro e idéntica fase en la Supercopa, torneo ya desaparecido que reunía a quienes hubieran inscrito su nombre en el máximo torneo de clubes de Sudamérica. Los años en que el Cacique, integrando un grupo de la Supercopa con el propio Cruzeiro, Independiente de Avellaneda y Boca Juniors, ganaba su serie con comodidad, perdiendo un solo encuentro de los seis disputados.

La ineptitud y la desidia de la regencia alba, ciertamente, no podía dejar indiferente a una hinchada harta ya de actuaciones mediocres en el plano internacional luego de haber tenido equipos respetables cuando el club era de sus socios y sus hinchas, y no juguete de ricachones ociosos. Conocida la anulación de la “Noche Alba”, el pueblo albo reaccionó con justificada furia, cercando el Monumental y pidiendo a gritos la renuncia de Aníbal Mosa y una mesa directiva que al parecer sólo está dibujada.

¿En qué quedó la prometida grandeza deportiva que nos prometieron las Sociedades Anónimas?

Ganar un campeonato mediocre, tan mediocre que no es el menos malo de Sudamérica sólo porque existe el torneo de Venezuela, a estas alturas ya no satisface a nadie.

Lo que el hincha albo pretende es volver a aspirar a esa Copa que se obtuvo en 1991 y que fue escamoteada por la mafia de la Conmebol en 1973, cuando las transmisiones televisivas eran tan precarias que resultaba fácil esconder la basura bajo la alfombra y les permitía a los árbitros corruptos todo tipo de cobros aberrantes.

Lo que el hincha quiere es que un aceptable cuadro para el nivel local se potencie en el nivel internacional con la incorporación de un Pato Yáñez, de un Marcelo Espina o de un “Diablo” Etcheverry.

A esa aspiración, normal y legítima, Blanco y Negro sigue haciendo oídos sordos, apelando a la seriedad, a la prudencia y a la responsabilidad como argumentos ciertamente falaces para justificar su tacañería.

Sólo por participar, a las arcas de Blanco y Negro ingresarán casi 2 millones de dólares por concepto de la transmisión televisiva de la primera fase de Copa Libertadores. Súmele a eso las recaudaciones de tres partidos, seguramente a estadio lleno. Súmele, además, los más de 3 millones de dólares que recibirá la regencia por concepto de la venta del Canal del Fútbol a la transnacional Turner. Y súmele los millones de dólares más que podrían seguir llegando si el equipo, contra todos los pronósticos, supera el obstáculo que suponen Atlético Nacional, Delfín y Bolívar en el correspondiente grupo copero.

Jugadores como Vilches y Bolados, además, cedidos a préstamo a Universidad Católica, ¿se fueron gratis?

Pero la regencia de Blanco y Negro a los socios e hinchas sólo les llora miserias.

Absolutamente lógico y normal. Más que el éxito deportivo del equipo, a estos señores sólo les interesa que el dividendo accionario de fin de año sea lo suficientemente sustancioso como para justificar tanto esfuerzo, tanto trabajo y tanto desvelo.