¿Por qué Bielsa donde vaya despierta tanta idolatría?

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Por Eduardo Bruna
Actualizado el 20 de julio de 2020 - 9:39 am

Mientras en Chile muchos se levantaron temprano en domingo para ver el triunfo del Leeds United tras consagrarse campeón de la Championship, las autoridades de la ciudad británica decidieron bautizar una calle principal con su nombre y el chico inglés que lo imita se hizo más viral que nunca celebrando el título y el ascenso a la Premier. El rosarino, no cabe duda, es todo un fenómeno del fútbol.

Por EDUARDO BRUNA

Mientras en Chile muchos se levantaban más temprano de lo habitual en día domingo, para ver el triunfo de Leeds United frente al Derby County por 3-1, las autoridades de la ciudad del cuadro campeón de la Championship (Segunda División británica), decidían nombrar una calle principal de la urbe en homenaje a Marcelo Bielsa, el técnico que llevó al tradicional club de regreso a la Premier League, luego de 16 años de duro peregrinar en ligas secundarias, puesto que hasta llegó a estar una temporada en la Tercera División.

¿Cómo se explica la idolatría que despierta este técnico rosarino que, desde que hizo sus primeras armas en Newell´s Old Boys, su club de siempre, se ganó primero el reconocimiento y luego la admiración, si no de todos, de la inmensa mayoría de los habitantes del “Planeta Fútbol”?

Para Pep Guardiola, por ejemplo, “Bielsa es el mejor director técnico del mundo”, y parecido opinan otros entrenadores destacados a nivel mundial, que reconocen en el ex jugador “leproso” un ejemplo y una guía.

Si mientras cuando estuvo acá, a cargo de la Roja para las eliminatorias de Sudáfrica 2010, Bielsa tuvo un “doble” que se hizo personaje recurrente de los canales, y toda una figura en las redes sociales, en Inglaterra pasó algo similar, cuando un chico de nombre Freddie Callahan, de sólo cinco años, no encontró nada mejor que disfrazarse de Marcelo Bielsa para la festividad de Halloween 2018. El mismo niño que hoy, con siete años, se dio el gusto de conocer a su ídolo y de salir a la cancha de la mano del capitán del equipo en más de un encuentro oficial. Un chico que volvió a hacerse viral celebrando feliz el regreso del club de sus afectos a la Premier, serie donde él, por su corta edad, nunca lo había visto jugar.

¿Cómo se explica que Bielsa sea más querido y recordado en Chile que en su propio país, Argentina? Considerando que clasificó de manera brillante a la Selección Chilena al Mundial de Sudáfrica, pero que no estuvo en los títulos que vinieron, sólo cabe inferir que, por encima de los resultados, Bielsa se ganó un espacio en el corazón del hincha más por sus cualidades de ser humano cabal que por sus logros deportivos al mando de la Roja.

Nos demostró, de partida, que la disciplina resulta fundamental. Que de nada hubiera servido contar con una denominada “generación dorada” si esa capacidad futbolística no hubiera estado respaldada por una conducta intachable. Acostumbrados a técnicos a veces competentes, pero laxos a la hora de las relaciones con jugadores que piensan que con sus condiciones futbolísticas basta y hasta sobra, con Bielsa de partida vimos algo distinto.

No más ponerse el buzo, y pisar por primera vez “Juan Pinto Durán”, dejó en claro quién era el que mandaba de allí en más. No con gritos ni prepotencia, sino con capacidad y conocimientos, marcando además la adecuada distancia entre jefe y subordinados. Aparte de relacionarse con sus jugadores lo justo y lo necesario, los trató siempre de “usted”, dejándole a su mano derecha, el “profe” Bonini, el trabajo de aclararle a su plantel los conceptos futbolísticos propiamente tales y de preocuparse por sus eventuales cuitas y sus problemas personales.

Graficándolo, nunca fue tan “déspota” como pudo serlo Mirko Jozic en su primera etapa en Colo Colo, cuando debía lidiar además con problemas de idioma, ni tampoco tan “acogedor” ni tan “cercano” como pudo serlo alguna vez Arturo Salah, de quien se decía -caricaturescamente, por cierto- que por las noches pasaba por las habitaciones de sus jugadores para taparles las patitas, de modo que no se le fueran a resfriar.

Es verdad que Bielsa contó con una generación excepcional, y seguramente eso él lo sabía cuando finalmente le dio el sí a Harold Mayne-Nicholls cuando se hizo cargo de la Roja, pero Chile en su historia había tenido jugadores tan buenos como los de ahora pero que nunca -o pocas veces- llegaron a conformar una fuerza futbolística respetable por no creerse el cuento, acaso porque los diferentes encargados de dirigir en su momento a la Selección tampoco se lo creyeron nunca. 

Hombre por hombre, por ejemplo, la Roja que concurrió al Mundial de Alemania 1974 era hasta superior a la de las clasificatorias a Sudáfrica y a la de los títulos de Copa América en Chile y Estados Unidos, sólo que se trató de un equipo sin convicción en sus propios medios porque -entre otras cosas- el “Zorro” Alamos, el director técnico de ese cuadro, estuvo mal de salud durante todo lo que duró ese torneo.

¿Contó la generación dorada con grandes jugadores? Sin duda que sí. Claudio Bravo, Arturo Vidal, Gary Medel, Charles Aránguiz y Alexis destacaban en un grupo además excepcional, pero tipos como Elías Figueroa, Alberto Quintano, Antonio Arias, Juan Rodríguez, Guillermo Páez, Carlos Reinoso y Carlos Caszely sin duda constituyeron también otra “generación dorada” a la que sencillamente nadie le supo sacar trote y brillo.

Eso lo consiguió Bielsa, cambiando de raíz la mentalidad apocada de otros tiempos e imprimiéndole al juego de la Roja una velocidad y un “pressing” de primer mundo que hasta ahí sólo podíamos ver gracias al cable.

Sampaoli primero, y Pizzi después, con sus virtudes y defectos tuvieron el mérito de cosechar lo sembrado por Marcelo Bielsa, afinando además a esa “generación dorada” que, con mucho más experiencia y más recorrido, nos sacó de cien años de eternos perdedores.

Triunfante Sergio Jadue como presidente de la ANFP, se sabía que Bielsa no podría continuar un día más en el fútbol chileno. Un tipo recto, irreprochable en su honestidad, no se iba a prestar jamás para ser partícipe del período más negro e inmoral que registra la historia de nuestro fútbol.

Pero así como se le recuerda por todas esas virtudes, hay un sector de nuestro país que jamás le pudo perdonar que, en una visita de la Roja a La Moneda, dejara con la mano estirada a Piñera. Sin duda, y considerando a Piñera de lo peorcito que hemos tenido en cuanto a Presidentes de la República respeta, fue una falta de respeto hacia la primera autoridad de la República, por más que, como dijera Carlos Larraín, ex presidente de Renovación Nacional, “sea chico, feo y tonto”.

Lo que convenientemente olvidan esos críticos de Bielsa, sin embargo, es que, quien primero partió con las “faltas de respeto”, fue el propio Piñera, cuando, sediento de figuración y de cámaras, como siempre, visitó “Juan Pinto Durán”. En un improvisado podio en la cancha de entrenamiento, y tratando de hacerse como siempre el simpático, aludió a Marcelo Bielsa como el “Loco” Bielsa. 

Como si hubiera sido su amigo y lo conociera de años. Aplica con toda razón el viejo dicho de que hay que respetar para ser luego respetado.

Donde quiera que lo haya llevado su deambular por las canchas y ciudades del mundo, Bielsa ha proyectado siempre la imagen del tipo honesto y limpio, lejano además a las estridencias y al boato tan propio de los que después de mucho bregar logran la cúspide del éxito personal y monetario.

Mientras vivió en Chile, Bielsa jamás exigió un hotel de cinco estrellas ni menos un departamento en La Dehesa. Casi monacalmente, prefirió quedarse en “Juan Pinto Durán” y en sus ratos libres salía conduciendo un auto mucho menos ostentoso y caro que el de la mayoría de sus dirigidos, cuando no en bicicleta o simplemente a pie, para comprar en alguna feria cercana.

Y allí saludaba a todo el mundo, por más que su perfil haya sido siempre bajo.

No fue casualidad, tampoco, que el año pasado la FIFA le hiciera entrega del “Premio Fair Play”, a la corrección deportiva. Y es que, en plena campaña por el ascenso a Primera de la temporada pasada, obligó a sus jugadores a que se dejaran anotar un gol frente al Aston Villa. ¿Razón? Instantes antes, el delantero Klich había marcado un gol para el Leeds cuando los rivales, que tenían a un jugador en el suelo, producto de una lesión, habían pensado que el polaco, respetando los “códigos futboleros”, mandaría la pelota fuera de la cancha.

Tras la lógica batahola, y con los delanteros del Aston Villa listos para reanudar el juego desde el centro del campo de juego, porque el gol había sido enteramente legítimo, Bielsa les ordenó a sus jugadores no interferir la carga rival hasta que lograran la conquista.

¡Y el Leeds se estaba jugando nada menos que su ascenso a la Premier League en ese partido…!

Un ascenso que, conseguido en esta temporada, le significará al Leeds United la suma de 214 millones de dólares sólo por concepto de publicidad y transmisiones televisivas.

Eso es Bielsa. Y por eso es tan admirado como respetado y querido. Y no es paradojal que en su propio país no goce de parecida consideración. En Argentina, se sabe, el periodismo es mayoritariamente venial y participante activo de un negocio que mueve millones cada año.

Un negocio al que Bielsa jamás podría prestarse sin traicionar sus acendrados principios.