Que la vida es fácil: 30 años de “Se Remata el Siglo”, de Los Tres

El 6 de abril de 1993 se estrenó la segunda placa del conjunto musical venido de Concepción. Un registro diverso, con una belleza particular y con una estética algo sombría para el rock chileno de inicios de los 90, pero donde se comenzaba a vislumbrar igualmente el fenómeno musical, radial y popular en que se convertiría con el pasar de los meses, la banda liderada por Álvaro Henríquez.

Por RODRIGO CABRILLANA / Ilustración: CUCHO

“Se Remata el Siglo” se empezó a tejer con mucha anterioridad en Los Tres. La mayoría de las canciones se compusieron en la casa de Romero 2696, donde sus integrantes pasaban muchas horas al día, pero también hay temas que provenían de los años en que aún la agrupación no dejaba su ciudad genuina, Concepción.

Son tiempos de aclimatación para Álvaro Henríquez y sus compañeros. Con una metrópoli como Santiago que resulta nueva para los muchachos, con amigos del ambiente cultural y la industria musical con los que empiezan a interactuar repentinamente, como Carlos Cabezas, Silvio Paredes y Horacio Videla, y con el estreno además de la placa en un sello multinacional, que obviamente al conjunto le iba a demandar mucho más actividad en términos de registro, gestión y promoción artística.

Porque “Se Remata el Siglo” es un disco controvertido, intenso y que finalmente no dejó satisfecho a la agrupación. Es también una época de transición sonora para Henríquez, Lindl, Parra y Molina, donde buscan sonar de manera cruda, con guitarras estrepitosas y ruidosas, aludiendo a referencias contemporáneas como AC/DC, Faith No More, Rage Against The Machine y Red Hot Chili Peppers, lo que evidentemente no quedaría reflejado en el producto y el sonido final de lo que fue el elepé editado por Sony Music en 1993.

De hecho, la aventura con Sony Music comienza en una tocata de Los Tres en La Casa Colorada a la que asiste Jorge Melibosky, productor ejecutivo del sello, ocasión en que le llama mucho la atención la estética de las composiciones de la banda y sobre todo esa potente actitud rockera que tenían en el escenario, y en una gestión interna con la manager de ese entonces, Carmen Romero, y con uno de los socios del sello Alerce (al que pertenecían Los Tres), Carlos Necochea, Melibosky consigue fichar al conjunto penquista para su firma discográfica.

Aún así, el camino no sería fácil, porque una serie de decisiones irían rotulando lo que sería el segundo disco de la agrupación.

En primer lugar, Sony Music les impone un productor, cuando en esencia y como cuenta Pancho Molina, baterista del grupo, “tú sabes que con Los Tres siempre es media testaruda la onda y básicamente todos los discos de Los Tres son producidos por Los Tres”. También porque el productor designado es Mario Breuer, reconocido ingeniero en sonido bonaerense que ya había trabajado en Chile con el grupo La Ley y que en Argentina contaba con un recorrido de grabación y producción no menor.

Sin embargo, la relación musical para ambas partes sería compleja y arrastraría más de un escollo. Mario no lograría converger musicalmente con el proyecto.

De todas formas, el trabajo arranca antes de Breuer, en Estudios Sonus, de propiedad de Hernán Rojas y Andrés Pollak, donde Los Tres graban los demos respectivos. Una experiencia que Hernán Rojas recuerda con mucha gratitud: “Básicamente yo conocía a los muchachos, y nosotros en ese momento junto a mi socio, tecladista de un par de bandas importantes del jazz fusión, Cometa y hoy día de La Marraqueta, habíamos tomado un riesgo llamémosle, un emprendimiento riesgoso, que era construir un estudio como tiene que ser. Como un estudio que tuviese estructura, espacio, facilidades, tecnología, monitoreo, salas, todo como tenía que ser un estudio de grabación, y no una cuestión hechiza. Y con todo ese riesgo, construimos primero el Estudio A, y después el Estudio B que es para postproducción. Y ahí nace la primera forma del porqué Los Tres llegan ahí. Y lo segundo, es que ellos (Los Tres) están en su segundo disco ahí y querían obviamente que el disco sonara bien. Además, era la época análoga, máquina de 24 pistas con cintas de 2 pulgadas análogas, una consola análoga, tenía buenos micrófonos. Además, un estudio grande, alto, cosa muy importante, para lograr ese sonido que a Álvaro Henríquez le gustaba mucho y al resto de la banda, que es el sonido original. Porque los estudios antiguos de grabación, de la época de Buddy Holly, y de toda esa época que le encanta a Álvaro de Eddie Cochran y Gene Vincent, eran estudios grandes, estudios casi que venían de la época de las orquestas. Y ahí se grababa, y se grababa todo directo, y él (Álvaro) tenía esa obsesión. Entonces, grabamos el demo ahí (en Sonus) primero, el que dio forma al álbum que se siguió haciendo ahí junto a Mario Breuer”.

De manera que, la grabación continúa con Breuer en el estudio y también en la discoteca OZ, lugar hasta donde Los Tres, junto al ingeniero argentino, llegan para registrar cuatro temas del álbum, entre ellos el primer single, “No Sabes qué Desperdicio Tengo en el Alma”.

Oportunidad en que Pancho Molina nos cuenta que “en ese sentido se nos escapó un poco el sonido, porque no teníamos idea, sumado a que Mario nunca se sintió muy integrado a la cuestión de la banda. Por lo mismo, Mario básicamente hizo lo que pudo con agarrar un sonido. Además, que Mario estaba trabajando para la disquera finalmente, la que quería un sonido más pop. Considerando también que grabamos en la OZ y todo digital, un sonido bien ssss… viste que en ‘El desperdicio’, la batería y las bases lo grabamos todo ahí. Que, para mi gusto, la performance de ese tema es mucho más oscura que el sonido que se logró”.

Por ende, son diez en total los temas que se registraron para “Se Remata el Siglo”, los que fueron doce para la primera versión en CD, es decir, con dos bonus track, los que no estaban contemplados para el formato casete y menos para futuras reediciones del disco.

Bonus entre los que están “Por Qué No Viniste”, un tema concebido en la capital del Biobío, según Francisco Molina, y también una versión de “The Thrill is Gone” de B.B. King, una canción que, según Hernán Rojas, “es increíble que la hayan hecho, y que lo hayan hecho en su formato más parecido digamos, a pesar de que suena como Los Tres. Y también es interesante notar que ahí se mezclan dos corrientes, porque está la corriente blusera de Chicago que de alguna forma igual Los Tres ‘clásicos’ sin Ángel (Parra) la tenían, pero en el caso de Álvaro es mucho más cercano a la forma más blanca. O sea, a Gene Vincent, a Eddie Cochran, al propio rock digamos, a los rebeldes originarios del rock. Ya que obviamente todo esto convivía, porque el rock tú sabes, es la mezcla del blues, como dice la canción (“The Blues Had a Baby and They Named it Rock and Roll”) de Muddy Waters, con el rockabilly, con el canto campesino blanco. Entonces es interesante como se producen opciones”.

Asimismo, al primer single, “El desperdicio”, como es popularmente conocido, le siguieron sencillos como “El Aval”, que tuvo gran rotación en las radios y también en plataformas televisivas con un divertido videoclip dirigido por Germán Bobe, luego “Gato por Liebre”, una canción que en vivo alternaban en ocasiones con el guitarrista francés amigo de la banda, Gilles Marie, y por último “Feliz de Perder”, el que, incluso, contaba también con un video promocional.

En resumen, una placa rocanrolera y ecléctica, con piezas cargadas a un estilo de rock duro con algunos tintes pop, pero de la que se desprenden también otras importantes influencias. Y tal como resume la comunicadora musical del programa “Estación Trotamundos”, de Canal 13C, Paola Zúñiga Marro: “Es un disco en el que la exploración de sonoridades son el eje compositivo y musical, apostando por el rock más crudo, la herencia blusera, con tintes a la vez, de rockabilly y funk. Con piezas impregnadas de una actitud hardrockera y también desafiante, que queda patente en canciones como ‘No Sabes Que Desperdicio Tengo en el Alma’, ‘Soñé Que Estabas Justo Sobre Mi’ y ‘Gato por Liebre’. Con bellísimas y profundas creaciones instrumentales, como ‘Follaje en el Invernadero’ y ‘El Sueño de la Hora Más Oscura’. Un trabajo discográfico con convicción y carácter que sería parte de un importante crecimiento musical, para alcanzar junto con su predecesor, el merecido renombre en la escena del rock nacional y también latinoamericana”.

RODRIGO CABRILLANA

(Santiago, 1978), es profesor con un magíster en Literatura (Usach) y escritor de crónica musical. Ha publicado diversos libros sobre música chilena y actualmente graba y produce, en conjunto con la radio del Centro Cultural de España en Santiago, el podcast “Noches de Rock & Roll”, basado en la cultura musical de Concepción.