Tengo miedo, Torero: “Yo no tengo amigos cariño, tengo amores”

El magistral film dirigido por Rodrigo Sepúlveda y estrenado recientemente vía streming, rememora la lucha contra la dictadura a través de una historia de amor y disidencia sexual y política de los marginados de la sociedad, al igual que la novela homónima de Pedro Lemebel.
Por VIVIANA BUSTAMANTE
Tras la homofóbica escena de la muerte de la artista “Poto loco”, en manos de Carabineros, conmueve ver al actor Alfredo Castro -La Loca del frente- de luto, cantando a todo pulmón y en coro con sus amigos travestis el tema que Paloma San Basilio hizo tan famoso en los años 80:
…Y me siento mágica
Alta, como un pájaro
Aspirando oxígeno
Libre, libre, libre….
Porque si hay algo que el protagonista del film de “Tengo miedo torero” no tiene es libertad. No sólo es un ciudadano de segunda categoría, por ser travesti y pobre, sino que además vive en un barrio de izquierda, en plena dictadura y aterrado de que lo atrapen, al unirse amorosamente a un guerrillero del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, cuyo propósito es atentar contra la vida del dictador Augusto Pinochet.
No quiero desaprovechar estas líneas analizando la película desde su intertextualidad. De si es o no una buena adaptación cinematográfica del libro que el mítico Pedro Lemebel escribió el 2001. Prefiero analizarla desde el producto cinematográfico que es. Una película, cuya autoría es del director chileno Rodrigo Sepúlveda (Padre Nuestro, Aurora) y del guionista – Juan Elías Tovar-, quien adaptó la única novela que escribió Pedro Lemebel, escritor chileno fallecido el 2015. Habría que preguntarle a sus autores por qué apostaron a centrarse en la relación amorosa entre la Loca y el terrorista y no contaron la historia completa del libro.
La película, ambientada en 1986, atrapa desde el primer momento. Fascina. Por la tremenda caracterización del gran actor de teatro que es y ha sido siempre Alfredo Castro. Y recalco su aspecto teatral, porque si hay algo que emociona es la dignidad que imprime a su personaje, y sin duda, ese talento es un oficio aprendido de toda una vida en las tablas.
La Loca del frente rebasa humanidad y ternura. Gay afeminado en la medianía de su vida, rehabilitado alcohólico, que sobrevive en un Chile represivo, como costurera y haciendo manteles bordados para las señoras de los generales, en pleno régimen militar. Es decir, uno de los tantos chilenos marginales, sin nombre y sin identidad, que pululaban en aquellos años y en estos buscando bajo las piedras algo esencial: dignidad y reconocimiento.
Alfredo Castro literalmente se come la película y todos los demás personajes quedan reducidos a muy poco, como Amparo Noguera, Paulina Urrutia, la trasandina Julieta Zylberberg e incluso el guerrillero mexicano Carlos (Leonardo Ortizgris), quien la mayor parte del tiempo esconde el rostro, por vivir semi clandestino.
El director nos sumerge en la atmósfera que prosperaba en el gran Santiago, en las protestas, en las marchas de los detenidos desparecidos, en los cines porno gays del centro, en los bares de mala muerte. Pero esa atmósfera, sombría y aterradora, se sublima y se contrapone a esa Loca, para la que la vida ha puesto delante de sus narices un nuevo comienzo, una ilusión, la factibilidad de enamorarse y tener un motivo para levantarse todos los días.
Rodrigo Sepúlveda construye el film sobre la importancia que tenía en aquellos años la ilusión. ¿La ilusión de retornar a la democracia? ¿De derrocar a Pinochet? ¿de encontrar los restos de algún detenido desparecido? Espectador y protagonista se confunden, se interpelan. El protagonista nos lleva de la mano y vamos acompañándolo en su recorrido. En el auto del chofer enviado por la esposa del militar, en la casa del barrio alto, mientras aguarda entregar un mantel bordado para la celebración de otro 11 de septiembre. En su regreso a casa, con la conciencia limpia de haber actuado con integridad.
La coproducción Chile- Argentina- México se balancea entre dos emociones: la ilusión y la desilusión. La libertad y el miedo. Y el espectador se adentra con ella, cruzando los dedos porque a la Loca le vaya bien, porque el sufrimiento -de haberlo- sea el menor. Esa sensación de indefensión es desde mi punto de vista el sentimiento que predomina durante gran parte de la proyección del film. Las balaceras, la marginalidad, la desolación de las calles en tiempos de dictadura también dan respiros y hay momento de risas, como el del coro a capela, de Luis Gnecco y Sergio Hernández, momento único que me evocó automáticamente dos films: el nacional Gloria, de Sebastián Lelio, y el australiano Priscilla, la reina del desierto, de Stephan Elliot, por su estética queer (propuesta contraria a la heteronormatividad patriarcal).
Sn embargo, la película adolece de un par de aspectos que podrían haberse evitado. Uno de ellos es la excesiva teatralidad de Alfredo Castro que -como dije- en sí misma funciona bien, pero no se condice con la temperatura del resto de los personajes ni con la frialdad con la cual se relatan los acontecimientos. Me cabe preguntar si este “fuera de tono” fue voluntario. Y lo otro es que se me hace difícil creer que una organización como el FPMR confié en esconder las armas, con las cuales atentará contra el dictador, en la casa de un desconocido.
La cinta reúne además a un destacado equipo de producción que incluye al Director de Fotografía Sergio Armstrong (No, Neruda, El Club, Ema, La Nana) y al músico argentino Pedro Aznar (Hombre Mirando al Sudeste, El Amor en los Tiempos del Cólera, Últimas Imágenes del Naufragio), autor de la banda sonora original del proyecto. Y a Manuel García, cantautor chileno, en la adaptación de muchas canciones citadas en el libro de Lemebel. Entre ellas, la que da nombre al film: la famosa canción de los años ’40 y ’50, “Tengo Miedo Torero”, de Lola Flores.
Por último, discrepo de quienes han dicho que el film guarda especial interés para el circuito LGBTQI+, pues lo que aquí está en juego es mucho más universal que la opción sexual de unos u otros; es el reflejo de un ser humano como muchos, que no encaja en ningún sitio, que se ilusiona con un nuevo amor y que no quiere fallarle a nadie.
TENGO MIEDO TORERO es una producción de Forastero (CL), Tornado (AR), Caponeto Cine (MX) y Zapik (CL). Producida por Florencia Larrea, Lucas Engel, Jorge López Vidales, Gregorio González, Alejandro Israel, Ezequiel Borovinsky y Diego Martínez-Ulanosky. Dirigida por Rodrigo Sepúlveda Urzúa con un guión de Rodrigo Sepúlveda Urzúa y Juan Elías Tovar (basado en la novela de Pedro Lemebel).
FICHA TÉCNICA
Título: Tengo Miedo Torero
Dirección: Rodrigo Sepúlveda Urzúa
País: Chile, Argentina, México
Año: 2020
Duración: 93 minutos (aprox.)
Género: Drama, Romance
Guión: Rodrigo Sepúlveda Urzúa, Juan Elías Tovar (basado en la novela de Pedro Lemebel)
Compañía productora: Forastero (CL), Tornado (AR), Caponeto Cine (MX), Zapik (CL)
Productores: Florencia Larrea, Lucas Engel, Gregorio González, Alejandro Israel, Ezequiel Borovinsky, Diego Martínez-Ulanosky, Jorge López Vidales
Reparto: Alfredo Castro, Leonardo Ortizgris, Julieta Zylberberg, Sergio Hernández, Amparo Noguera, Ezequiel Díaz, Paulina Urrutia, Luis Gnecco
Dirección de fotografía: Sergio Armstrong
Música original: Pedro Aznar