The Cult: el rock alternativo que eclipsó a la Quinta Vergara

Con un breve repertorio de tan sólo ocho canciones y con un ocurrente espectáculo que rompió todos los márgenes musicales tradicionales, la banda británica se presentó en el Festival de Viña del Mar, cerrando la jornada del jueves.

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Por Rodrigo Cabrillana
Actualizado el 28 de febrero de 2025 - 12:52 pm

Inesperado cierre con The Cult en Viña del Mar / Foto: AGENCIAS

El Festival de Viña del Mar resulta demasiado folclórico para agrupaciones del estilo de The Cult.

Los programan en horarios inadecuados, con un público que está más acostumbrado a disfrutar de artistas pop latinoamericanos que de bandas de rock y con una pareja de animadores que resulta ser pintoresca, chillona y que busca la aprobación popular y mediática a través de una puesta en escena demasiado efusiva.

Una banda rock de toques sicodélicos en Viña

Con todo ese particular contexto, igualmente es un deleite poder apreciar musicalmente a The Cult en un escenario como la Quinta Vergara. Sobre todo, cuando tienes la oportunidad de ver la transmisión del show en directo por distintas plataformas como el streaming o la televisión. Porque de seguro, las primeras interrogantes que podrían surgir para un verdadero fan de esta banda de rock con tintes sicodélicos es: ¿por qué los Cult están allí? ¿A quién se le ocurrió llevarlos? Pero, Ian Astbury, Billy Duffy y el resto de la banda son tan profesionales, que la rompen desde el primer minuto de su actuación.

Antes de salir a escena con la proyección del clásico logo de la banda en las pantallas y con la introducción de “Ride of the Valkyries”, de Richard Wagner, ya se comienza a respirar en el ambiente la energía musical de The Cult, y con la aparición de Astbury con bandana sobre su cabeza y pandero en mano, comienza la descarga de los primeros riffs con “Rise”, el tema que pertenece al séptimo álbum de estudio del proyecto, “Beyond Good and Evil”, editado en 2001.

La patente influencia de Jim Morrison

Luego de un cálido saludo al público que permanecía expectante en la Quinta, prosigue “Wild Flower”, canción que abre el disco “Electric” de 1987, con un John Tempesta que marca sólidamente el beat del tema, mientras Astbury le replica con el pandero y Duffy hace de las suyas con el solo respectivo de guitarra.

En esos instantes la periodista Fernanda Schell, fan genuina de la agrupación, entrega una bandera chilena estampada con el nombre del grupo al vocalista, quien la toma y la deja sobre la plataforma que sostiene la batería durante toda la duración del show.

“The Witch” permite a Astbury jugar con las percusiones y exclamar abiertamente a la platea: “¡Brujería!”.

“Mirror” y “War (The Process)” dan continuidad al espectáculo, con un Billy Duffy muy agudo y haciendo sentir toda su experiencia en cada una de sus intervenciones.

“Fire Woman”, del disco “Sonic Temple” de 1989, le da esos aires de rock clásico al espectáculo de los Cult, con un aire de Astbury que rememora todo el tiempo la influencia de Jim Morrison.

“Love Removal Machine” del disco “Electric” es la penúltima del repertorio, acentuando toda la vibra del rock alternativo, y el cierre con la clásica “She Sells Sanctuary”, donde Ian bromea sobre su simpatía por el club social y deportivo Colo Colo.

Una despedida de confrontación

The Cult se despide ante la intervención de los presentadores, quienes exclaman: “Canciones que han quedado tatuadas para siempre”. Astbury le devuelve su bandera a la periodista Schell y emprende directo rumbo al backstage.

Solamente Billy Duffy regresaría para recibir una gaviota de plata en lo que fue un confuso incidente entre la organización y la banda. Con un extraño cierre que nos deja este tipo de shows tan especiales y que sale de la media de lo que está acostumbrado la agrupación británica.

The Cult reescribió súbitamente la historia en Viña del Mar, y su actuación se suma a la larga lista de grupos rock anglo que han pasado por el Festival. A primera hora, Incubus abrió exitosamente la jornada.