Todo comenzó con los “Caras de bebé”
En 1925, Arturo Flores (abogado) inició las gestiones para incorporar a su equipo a la asociación única de fútbol de Santiago. El 24 de mayo de 1927, se exigió la fusión del Internado F.C. con los clubes universitarios, para transformarse en el club Universitario de Deportes (CUD). Por eso, se puede decir que el 24 de mayo de 1927 nació la U.
Por MANUEL HUN PALMA
Muchas veces nos preguntamos por qué nos gusta tal cosa o aquella otra. En lo personal, por qué mi gusto por la camiseta azul de la Universidad de Chile. Recuerdo tener cuatro años cuando, en casa, vi fotos antiguas de equipos de fútbol. Esas imágenes eran de mi abuelito. Obviamente le pregunté por los jugadores que aparecían en ellas.
Y me contó varias historias. Y la que más me gustó fue sobre el Ballet Azul, con Leonel Sánchez, Carlos Campos, Pedro Araya, Rubén Marcos y Sergio Navarro. Eran conocidos por ser los “Caras de bebé”, en una época en que Audax era campeón y muy popular, lo mismo que Palestino y otras instituciones que hoy tienen poca representatividad.
Los “Caras de bebé” irrumpieron con un fútbol macizo y bien jugado: un espectáculo en la cancha y con un agregado que hoy tendría mucha connotación: habitualmente le ganaban a Colo Colo. La U era un cuadro comandado por Luis Álamos (el recordado “Zorro”), ayudante de Fernando Riera en el Mundial de Chile 1962, estratego de la Roja en Inglaterra ’66 y Alemania ´74 y… paradójicamente técnico del mejor Colo Colo de todos los tiempos: el de 1973, subcampeón de Copa Libertadores (para mí, ese equipo fue superior futbolísticamente al de Mirko Jozic).
Contada esa historia por mi abuelo, no hubo otra respuesta que meter a la U dentro de mi corazón. Era inevitable.
Luego del Golpe del ´73, la Universidad de Chile, como casa de estudios, pasó a ser controlada por los militares. Aplicando la Ley N° 249 -que ordenaba que ningún trabajador del club (incluyendo jugadores y cuerpos técnicos) podía ganar más que las altas autoridades de la universidad-, el plantel azul se desjerarquizó, aunque fue creando una mística fundamental para resolver los problemas que tendría la institución en los próximos años.
Mi pobre abuelo, después de deleitarse con el Ballet Azul, veía ahora que el ballet, u otro tipo de baile, se lo daban a su equipo: campañas mediocres, descenso a la B, 25 años sin ser campeón…
Pertenezco, sin embargo, a la generación de los 90, es decir, soy testigo, por ejemplo, del nacimiento de un “Matador”. Ojo, eh, yo y varios compañeritos en el colegio, que se convirtieron en mis camaradas por las carreteras de Chile siguiendo al Chuncho.
Extasiados, al regreso de aquellas jornadas comentábamos lo grandes que eran Marcelo Salas, Sergio Vargas, Leo Rodríguez, nuestro gran capitán, Lucho Musrri, Esteban Valencia y Pato Mardones, entre otros, y, obviamente, en todas las pichangas del barrio asumíamos la identidad de nuestros ídolos (jugaba al arco, por lo tanto me identifiqué con Superman… Hasta tenía su misma indumentaria, talla infantil, obvio).
Hubo un hecho que me marcó. Lo recuerdo vívidamente, porque mi corazón fue pulverizado a corta edad -y no fue por una chica-, sino por un robo en despoblado: el 5 de junio de 1996, en la semifinal por la Copa Libertadores de América, el árbitro ecuatoriano Alfredo Rodas (o “Robas”) ayudó descaradamente a River Plate en contra de la U, al comerse un penal contra el “Huevito” Valencia. Perdimos por la mínima y quedamos con las ganas de seguir subiendo en el torneo.
Pasó el tiempo, ya tenía 20 y algo de años, y mi primo menor me preguntó, al verme ultraconcentrado frente al televisor, “¿qué miras con tanta atención?”: “La U”, dije mecánicamente, y de inmediato comencé a hablarle de los grandes planteles del ‘94, ‘95 y ’96. Y le dije que habíamos sido el primer campeón del siglo, con el César Vaccia a la cabeza, y grandes jugadores: aunque seguía atajando Vargas, vimos nacer a quien en el futuro iba a convertirse en nuestro héroe, Johnny Herrera; Musrri continuaba con la jineta de capitán, con Valencia, “Heidi” González, Flavio Maestri, Diego Rivarola…Mi primo chico “prendió con agua” y de inmediato armó pichangas, creyéndose esos jugadores…
Años después, nombran como técnico a un tipo bajito, con buzo apretado y llamativa calva. Un tipo al que muchos desahuciaron prematuramente -pues pocos daban un peso por él-, pero que terminó escribiendo páginas brillantes de nuestra bitácora: porque ese tipo nos dio un tricampeonato y, lo más importante, un título internacional: la Copa Sudamericana. Jorge Sampaoli unió a mi abuelo, a mi primo y a mí, es decir, tres generaciones, bajo un mismo sentimiento.
Porque, les guste o no, eso es la U: puro sentimiento.