Cero aporte: Yanko Daucik, el peor europeo en Chile

- Lo trajo de España Alejandro Scopelli, para hacerle un favor al papá, que era entrenador en el fútbol hispano y lo metía a la fuerza en todos sus equipos. Llegó como gran refuerzo, jugó una decena de partidos, anotó un gol y se fue sin pena ni gloria.
Yanko Daucik tenía dos gracias para incorporarse al fútbol chileno: su condición de europeo y sus buenos padrinos.
Hijo de un gran jugador y entrenador checo, se crió en España donde obtuvo la doble nacionalidad y tuvo siempre las puertas abiertas en los equipos que dirigió su padre. Era, además, sobrino de Ladislao Kubala, uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Yanko comenzó en Salamanca F.C., pasó por equipos de tercera y segunda división y, casi milagrosamente, llegó al Real Madrid. Ahí estuvo dos años como eterna promesa jugó algunos partidos por la Copa del Rey y se fue sin pena ni gloria.
Llegó a Chile en el verano de 1968. Lo trajo Alejandro Scopelli, bajo cuyo mando Universidad de Chile se coronó como brillante campeón en la temporada 1967 con una ventaja de 12 puntos (hoy serían 18) sobre el segundo. El entrenador quería un sustituto para Carlos Campos y pensó que el físico y el cabezazo del checo-español eran lo adecuado.
El “Conejo” Scopelli había dirigido en España y se hizo muy amigo de Ferdinand Daucik, papá de Yanko. Cuando éste no encontró club allá, recurrió a su tío Alejandro y se incorporó al plantel azul en vísperas de la Copa Libertadores de 1968. El anuncio de su llegada remeció el ambiente. Fue presentado como un crack y atrajo a mucha gente en su debut. El desempeño fue calificado de “regular” y su casi nula participación en el juego encontró justificación en su escaso afiatamiento con sus compañeros. Pero al partido siguiente fue peor; y el que siguió, peor aún.
Se fue después de media docena de partidos, en los que solamente hizo un gol (a Universidad Católica en el Octogonal de ese verano).
Después se supo todo: en España abundaban las críticas a él y a papá. Al jugador, por su mediocre nivel; al entrenador, por insistir en ponerlo en sus equipos.
A casi 40 de su retiro, aún hay periodistas españoles que lo recordaban. Uno de ellos es Julián Ruiz. En una crítica a Gonzalo Higuain en su Blog de El Mundo tras una final de la Supercopa de España escribió: “Este argentino es la mayor calamidad (en el Real Madrid) desde los tiempos de Yanko Daucik”.
Pero el juicio más lapidario lo formuló Rubén Marcos, legendario integrante del Ballet azul, cuando lo entrevisté en 1970. Salió el tema de los que habían intentado reemplazar a Carlos Campos, y asomó el recuerdo de Yanko: “Usted lo vio jugar, ¿no?, me preguntó el crack osornino. Y al ver mi gesto de asentimiento, me puso la mano en el hombro para dar mayor énfasis y veracidad a sus palabras: “Bueno, entrenando era peor todavía”.