Boxeo: Alamos retuvo por demolición su corona sudamericana de los supermedianos

El peleador nacional fue siempre superior a un discreto brasileño Felipe Santos Pedroso. Tras ganarle las tres primeras vueltas, lo noqueó sin contemplaciones en la cuarta. Lo bueno: el muchacho es un peleador serio y dedicado y el Caupolicán volvió a ser –como antes- escenario para el pugilismo.

Julio Alamos, campeón sudamericano de la categoría supermedianos (76.204 kilos), retuvo su corona reconocida por el Consejo Mundial de Boxeo, tras derrotar en la madrugada de este sábado, en el Teatro Caupolicán, al brasileño Felipe Santos Pedroso.

El desenlace llegó en las postrimerías de la cuarta vuelta, con un nocaut que fue la consecuencia lógica de la amplia superioridad que exhibió desde el primer tañido de la campana el pugilista nacional, conocido también como “El Ingeniero”.

Lo cierto es que el triunfo de Alamos jamás estuvo en riesgo. Porque luego de un primer round muy medido, en que igual sacó ventaja suficiente como para adjudicárselo en las tarjetas de los jurados, el campeón subcontinental, corona que obtuvo el diciembre del año pasado, tras vencer al argentino César Reynoso, impuso una superioridad sin contrapeso.

¿Alegra la victoria de Alamos? Por supuesto que sí. En un boxeo chileno que es hoy un fantasma diluido de lo que alguna vez fue, un triunfo internacional será siempre bienvenido. Sólo que no hay que sacar cuentas alegres. Mucho menos volver a reflotar ese sambenito de “un campeón mundial para Chile”.

Julio Alamos, muchacho correcto y educado, que rompe con ese estigma del boxeador surgido del arroyo, con 27 años tiene apenas una trayectoria profesional de 10 combates, todos ganados, la mitad de ellos por la vía rápida. En otras palabras, a una edad en que la inmensa mayoría ya son púgiles consagrados, o peleadores de segunda línea, pero igual de competitivos, él empieza recién a escribir su historia.

Es decir, que Alamos tiene tantas condiciones como inexperiencia, aunque a su favor –indudablemente- juegan su seriedad y su profesionalismo. De partida, entrenó durante meses en Estados Unidos, la Meca del boxeo mundial, y su intención es volver a prepararse allá para los compromisos que vienen.

Tiene también a su favor una muy buena estatura, que se traduce también, y como es lógico, en un muy buen alcance. Y ese alcance, si se complementa con un “jab” poderoso, agresivo, profundo y constante, constituye un recurso que vale oro. Porque el “jab” no sólo es el arma natural de apertura, sino el golpe que fija la distancia adecuada para las consiguientes descargas.

Frente a Santos Pedroso, Alamos lo utilizó bien. Aún así, dejó con las ganas de verlo tirar ese golpe con más continuidad todavía. Con mayor razón si, como en este caso, su alcance era claramente mayor que el del brasileño.

Su derecha, que esta vez llegó bien, provocando daño, suele ser demasiado “voleada”, y un golpe como ese, frente a tipos más calificados que este brasileño, es fácilmente neutralizable. No sólo por su largo recorrido, sino por un ángulo que lo hace previsible. Lo otro: luego que la tira suele bajar esa mano derecha, mostrando claros que ante un contragolpeador medianamente efectivo podría costarle muy caro.

Si las tres primeras vueltas Alamos las había ganado con claridad, el cuarto round fue un paseo. Claramente, Santos Pedroso no estaba para un compromiso como este. Y es lógico: si en la previa uno lo buscaba en el ranking de la Federación Brasileña, veía que no aparecía entre los diez primeros. Ni en la categoría medianos ni en la medio pesados, porque al parecer los brasileños no consideran para nada esta categoría que en sus escalafones no tienen registrada.

Más allá de estas consideraciones, reconfortante fue ver un Caupolicán como en las noches del boxeo de antaño. Como fue también reconfortante que Canal 13 se atreviera a apoyar a este muchacho Alamos que, en medio de la pobreza que vivimos, igual puede ser una figurita atractiva, que contribuya a revivir una actividad que llegó a estar por el suelo y que ahora lucha por levantarse.

Disonante en la transmisión fue el anunciador de los combates. Con un tufillo insoportable a imitador desembozado de Michael Buffer, el maestro de ceremonias de los grandes combates que se escenifican en Las Vegas, sus gritos y el tono que le imprimía a cada frase resultaba intolerable.

Como intolerable fue, además, que en lugar de “boxeo” dijera a cada momento “box”. Box, en inglés, significa caja, compadre. Anécdota que, inevitablemente, lleva a recordar a ese veterano alcalde de comuna provinciana que, en el discurso de despedida hacia ese pugilista que había muerto, se despachó un memorable “vox populi, vox dei…”.

En el combate de semifondo profesional, el iquiqueño Ramón Mascareña retuvo, en falló unánime, su título de campeón de Chile de los súper ligeros, superando al retador Héctor Medina.

Un combate tan intenso como paupérrimo técnicamente, pero que el numeroso público que llegó al tradicional recinto de calle San Diego disfrutó igual, acaso por la gran concurrencia de personajes de la farándula nacional, actores y animadores de un Canal 13 que, como es lógico, aprovechó la oportunidad para mostrar a su gente.

Se nos ocurre, por la complacencia que evidenció el respetable, que entre los espectadores no estuvieron los 300 trabajadores despedidos por el canal de Luksic.

El genuino público del boxeo, que conoce su deporte a fondo y más que cualquier aficionado a otras disciplinas, no comulga tan fácilmente con ruedas de carreta.